Chiapas
16


José Seoane
Rebelión, dignidad, autonomía y democracia.
Voces compartidas desde el sur *

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Presentación

Ana Esther Ceceña
Los desafíos del mundo en que caben todos los mundos y la subversión del saber histórico de la lucha

Jérôme Baschet
¿Más allá de la lucha por la humanidad y contra el neoliberalismo?

Enrique Rajchenberg y Catherine Héau-Lambert
Los silencios zapatistas

Armando Bartra
Las guerras del ogro

José Seoane
Rebelión, dignidad, autonomía y democracia. Voces compartidas desde el Sur

Entrevista con Alfio Nicotra,
Representante del Partido de la Refundación Comunista ante el Foro Social Europeo

Álvaro García Linera
La sublevación indígena popular en Bolivia


DEBATE

Joachim Hirsch
Poder y antipoder. Acerca del libro de John Holloway Cambiar el mundo sin tomar el poder

John Holloway
Gente común, es decir, rebelde. Mucho más que una respuesta a Atilio Borón


PARA EL ARCHIVO

Violeta R. Núñez
San Miguel Chiptik. Del acasillamiento a la autonomía

Raúl Ornelas
La guerra del gas: cuarenta y cinco días de resistencia y triunfo popular


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Porque es bien sabido que las puertas
fueron antes ventanas, y antes fueron
rendijas, y antes fueron y son memoria.
Tal vez por eso temen los de arriba,
porque quien tiene memoria en realidad
tiene en su futuro una puerta
.[1]

La voz del subcomandante Marcos oíase en la Plaza de Mayo esa tarde del 24 de marzo de 2001 cuando se cumplían veinticinco años del golpe militar que inició, a fuego y sangre, la imposición del neoliberalismo en Argentina. Desde la ciudad de México, adonde había arribado la caravana zapatista que movilizó la sociedad mexicana en reclamo de la autonomía y la dignidad indígenas, la voz del Sub hablaba con los miles de mujeres y hombres que en Buenos Aires -y en tantas ciudades del país- se manifestaban contra la impunidad y por la justicia. Este encuentro se engarzaba con otros anteriores; de un diálogo múltiple y difuso que, forjado a través de las fisuras de las pantallas globales, de las correspondencias del espacio intergaláctico y de las travesías que unieron el sur latinoamericano con el sureste de México, había diseminado las voces zapatistas en Argentina.

Quisiéramos hablar de algunos de esos diálogos y reconocimientos, de esos encuentros -presentes o futuros- que entrecruzan la experiencia del movimiento popular en Argentina con el zapatismo, y de los horizontes y debates que éste alimenta y plantea en la construcción de los caminos emancipatorios. Y en este sentido, a riesgo de no escucharlos, de falsear en moldes prestados sus propias palabras, no podemos pensar el zapatismo -como a toda experiencia popular- como una programática ahistórica y universal, como un recetario de reivindicaciones y métodos de acción que pueden trasladarse mecánicamente a cualquier realidad, colectivo o territorio. No sólo porque la construcción colectiva y la lucha nos remiten a un proceso común de aprendizaje permanente, del "preguntando caminamos" que dice la voz zapatista, sino también porque el zapatismo no se propone como una nueva vanguardia que reclama ser seguida. Como dicen ellos mismos, la cuestión es un poquito más difícil. La convocatoria a crear un "mundo donde quepan todos los mundos" interpela a todas las rebeldías a hacer del necesario encuentro un espacio de convergencias de la diversidad de esas experiencias. La voz zapatista no ofrece recetas sino que nos plantea horizontes. Preferimos entonces hablar de esas voces de horizontes. De esas voces compartidas de rebelión, dignidad, autonomía y democracia verdadera.

Las rebeliones de las dignidades

El levantamiento indígena en enero de 1994 confrontaba e impugnaba la implantación del neoliberalismo en México, de la mano del proyecto salinista y la funcional continuidad del PRI. Confrontaba también con las falaces promesas que intentaban legitimar el ingreso al "primer mundo estadounidense" a partir del inicio del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), desnudando las trágicas consecuencias sociales y el carácter imperial que traían aparejados estos acuerdos de liberalización comercial. Y en ese sentido los zapatistas anticipaban las luchas y movimientos que habrían de cruzar, en los años siguientes, toda "nuestra América" en la construcción de la resistencia contra el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas).

Pero también las voces rebeldes del Sureste mexicano cuestionaban las admoniciones del fin de la historia y la pretendida inevitabilidad de la "globalización neoliberal". Su emergencia y difusión regional e internacional exorcizaban los intentos del "pensamiento único" de rendir inútil la resistencia, ineficaz la acción colectiva y arcaico todo deseo de cambio. De las profundidades de la selva latinoamericana el grito de los indígenas chiapanecos servía así a reponer y alimentar los sueños y utopías de transformación como herramientas constructoras de un presente distinto. Esta primera significación internacional de la sublevación en Chiapas interpeló particularmente a muchas mujeres y hombres en Argentina cuando la década menemista se aprestaba a cumplir su primera mitad y la hegemonía del neoliberalismo en el país parecía consolidarse con deseos de perennidad. Y de este modo, tantos ojos y oídos en el sur vibraron al escuchar el grito rebelde de Chiapas.

En un plano más amplio, el levantamiento zapatista se convertiría en referencia del naciente movimiento antimundialización neoliberal que lentamente iba tomando cuerpo tanto en el norte como en el sur. En este camino la realización del Primer Encuentro por la Humanidad y contra el Neoliberalismo (1996), en muchos sentidos, marcaría el primer paso en la construcción de este movimiento de movimientos, de carácter internacional, que tuviera su "bautismo de fuego" en la batalla de Seattle (1999) y su espacio de encuentro más amplio en la experiencia del Foro Social Mundial (2001).

Cuando años después la protesta social se intensificaba en Argentina bajo la emergencia de nuevos colectivos y movimientos populares, de nuevas prácticas y referencias identitarias, la imagen del pasamontañas zapatista habría de confundirse con el pañuelo "piquetero" y con tantos otros rostros sin rostro que en América Latina y en el mundo se erguían frente a los señores del dinero, el poder y la guerra. No se trata sólo de "máscaras" parecidas de una clandestinidad obligada ante la ferocidad y violencia de la opresión que los amenaza. Por el contrario, los rostros se confunden aún más en la dignidad recuperada, en la pérdida del anonimato, en el hecho que se hacen ver, que alzan sus voces. Una dignidad forjada en la rebeldía frente a un poder que los expropia y excluye, que tanto los condena a la miseria y la violencia como intenta manipularlos en el engaño y la dádiva. Así, tan próximamente lejana de la selva chiapaneca, desde pequeñas ciudades del interior del país golpeadas por la privatización de la petrolera estatal hasta las barriadas populares de los otrora cordones industriales de los grandes aglomerados urbanos, la rebeldía a una similar exclusión y opresión daba emergencia a los movimientos de trabajadores desocupados en Argentina, aquellos que el "pensamiento sociológico" había considerado un imposible colectivo.

La dignidad recuperada en el piquete que corta y ocupa rutas y caminos -muchas veces por tiempo prolongado-, la fraternidad colectiva en la experiencia de la lucha, la tentativa de gestionar de manera solidaria los recursos obtenidos a partir del cuestionamiento de las formas clientelares y disciplinarias de los aparatos político-partidarios tradicionales, hacen de estas rebeldías una voz compartida frente al despojo y humillación que impone el carácter excluyente del neoliberalismo, como fase capitalista contemporánea.

En estos sentidos la rebeldía de los oprimidos y olvidados ponía de pie una misma dignidad recuperada que hermanaba a las mujeres y hombres de la selva Lacandona con aquellos que al sur del continente cortaban y acampaban en las rutas.

La autonomía en la experiencia social en Argentina

En el andar de la rebeldía y la dignidad en Argentina, los caminos emancipatorios propuestos por la insurgencia chiapaneca habrían de encontrar -y alimentar- prácticas y palabras similares forjadas al calor de estas experiencias de lucha. Estas referencias, como lo señalan los compañer@s del Movimiento de Trabajadores Desocupados de Solano, sirvieron a diversos colectivos "para poder crecer asumiendo esas formas nuevas de política que hasta ese momento aún no estaban bien definidas".[2]

Así, los horizontes planteados por los insurrectos zapatistas se volvían significativos universalmente en tanto sus voces cuestionaban las formas más extendidas que asumen la explotación, la expropiación y las relaciones de poder y sumisión que caracterizan a la "globalización neoliberal" contemporánea (Ceceña, 2001, pp. 133-34). Y en esta riqueza postulaban un conjunto de referencias que resignificaban de manera crítica algunas de las visiones acuñadas por la tradición de izquierda de las décadas pasadas.

La concepción zapatista de la política, el poder y los caminos de la emancipación, las voces del "mandar obedeciendo" y del "caminar al ritmo del más lento" que inspiraban formas colectivas más democráticas y horizontales, la idea de que la construcción de un mundo nuevo empieza en el presente cotidiano y su crítica a la visión de "toma del poder" -que enfatizaba y enriquecía la concepción de "autonomía"-, dieron palabras a sensibilidades y prácticas que desarrollaban experiencias colectivas de diversos movimientos: de trabajadores desocupados, campesinos, asamblearios, juveniles, de derechos humanos, culturales y sindicales en Argentina.[3] Estas palabras circularon por una gran cantidad de colectivos y movimientos, aunque no siempre cristalizaron en prácticas efectivas (a veces parecieron cumplir tan sólo una función legitimante) y cuando lo hicieron adoptaron diferentes formas e intensidades. Sus voces se mezclaban también con otras, habladas por esa diversidad de movimientos de origen rural, indígena o campesino, que protagonizaron la lucha contra el "neoliberalismo" en nuestra Latinoamérica reciente. De todas ellas, sin duda la sensibilidad zapatista resultaba la más clara y sugerente.

Estas voces inspiraron un espacio lábil de prácticas sociales, colectivos y organizaciones que hicieron de la referencia a la horizontalidad y la autonomía elementos sustantivos de su construcción. La agrupación HIJOS (Hijos por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio) en el terreno juvenil y de los derechos humanos, el Movimiento de Trabajadores Desocupados de Solano (distrito del sur de la provincia de Buenos Aires), o el "autonomismo" que pareció enraizarse en una parte del movimiento asambleario urbano son algunas, quizás las más conocidas, de estas experiencias.[4]

Muchos de estos colectivos impulsaron o participaron en espacios de coordinación más amplios. Éstos convocaron tanto a sectores sociales diferentes bajo la referencia a la autonomía y la horizontalidad (como puede ser la experiencia de la Coordinadora de Organizaciones Populares Autónomas [COPA]), como a organizaciones distintas al interior de un mismo movimiento social (como puede entenderse la participación del MTD Solano en la Coordinadora -luego MTD- Aníbal Verón), o adoptaron la forma de espacios de encuentro menos orgánicos (por ejemplo, el Encuentro de Asambleas Autónomas o las Rondas del Pensamiento Autónomo, impulsadas, entre otros, por el MTD de Solano). Ciertamente el desarrollo de estas prácticas no ha estado exento de dificultades y límites que parecen interrogarnos sobre las formas que suponen los espacios de coordinación para que éstos no disuelvan la horizontalidad de base, sobre cómo se construye la autonomía sin que esto signifique la postulación de una identidad excluyente, o cómo es posible la articulación con colectivos y movimientos con temporalidades, culturas políticas y formas organizacionales distintas.

Por otra parte, estas experiencias que se reconocen en la referencia a la "autonomía" han sido confrontadas y criticadas por las culturas políticas de izquierda predominantes, en particular bajo los señalamientos de sus negativas a la construcción de espacios más amplios. Con base en lo anterior, ciertamente la discusión no está allí. En ese sentido, si es posible una evaluación de magnitud, valga señalar que estas experiencias representan sólo una parte (y no la más extendida) de las prácticas y referencias políticas que se expresan hoy en las organizaciones que integran el movimiento popular en Argentina. Por el contrario, la restauración del hiato abierto a finales de 2001, que se expresó bajo la forma de una crisis de hegemonía de la institucionalidad forjada en la década de los noventa, ha buscado la disolución de la autonomía en el restablecimiento de la legitimidad del régimen político. Y es de esta manera que la voz zapatista de autonomía se vuelve tan necesaria en el camino de la emancipación.

Los debates en torno a la concepción zapatista del cambio

De todos los debates que plantea el horizonte zapatista, el que más repercusión ha tenido en los medios intelectuales y de izquierda es el que cuestiona las miradas que hacen de la ocupación del Estado -sea en la visión reformista o revolucionaria- el centro de su estrategia de transformación. A esta perspectiva va unida una crítica a la profesionalización de la política -y a la forma partido-, recuperando la rebeldía como vocación permanente ante toda opresión. En ese sentido, es interesante señalar que en la forma que han adoptado los debates generados en torno a las voces del zapatismo muchas veces se desdibuja en qué medida éstas marchan estrechamente unidas a la concepción y el lugar que ocupa la democracia en la experiencia chiapaneca. A la luz de esta perspectiva la voz zapatista renueva y recupera en su hablar voces más antiguas. El alma más caliente, para recuperar la expresión de Bloch, del pensamiento crítico y la acción transformadora forjados por tantos rebeldes de nuestro pasado. En los decires chiapanecos resuena y revive el carácter libertario y crítico del marxismo y del anarquismo, o de las corrientes "consejistas", "autogestionarias" o "luxemburguistas" por mencionar sólo algunos de los nombres que este espíritu recibió. En su potente y radical creatividad, así como en su capacidad de evocación, la voz zapatista es un viento imprescindible frente a las experiencias de los mal llamados "socialismos realmente existentes" del este europeo y a las consecuencias que éstos tuvieron sobre el pensamiento contestatario. En este debate otras voces se enlazan también en el grito que viene de México: el de las mujeres, de las minorías sexuales, del ecologismo y tantos otros que nos dicen de la amplitud y complejidad de un camino efectivamente emancipatorio.

El zapatismo plantea esta cuestión en un sentido radical que quizás puede sintetizarse en la provocativa frase que nos propone "cambiar el mundo sin tomar el poder". La fuerza de su experiencia ha estimulado un intenso debate que recorre el espacio de la reflexión crítica y del activo societal en Argentina. Un debate donde el zapatismo se ha mezclado -y a veces desdibujado- con otras voces, en el desafío de pensar los caminos del cambio ante las nuevas formas de dominio que el capitalismo promueve. Las perspectivas "situacionistas"[5]5 o las palabras de John Holloway y Toni Negri; las conceptualizaciones sobre el "contrapoder" o el "antipoder", las críticas que estas reflexiones han merecido, los señalamientos de sus debilidades y desaciertos, para mencionar sólo algunas, han formado parte de esta discusión que da cuenta de la revitalización que empieza a sacudir al pensamiento crítico y transformador.[6]

No es el motivo de esta reflexión introducirnos en este debate. Vale sí señalar que el mismo es el resultado del estímulo suscitado por la experiencia zapatista, aunque también por las resistencias tejidas en torno al movimiento internacional antimundialización neoliberal y por el ciclo de movilizaciones y conflictos que conmovió a Argentina en los últimos años. Claro que el zapatismo aporta su propia voz en esta discusión pero ¿cómo entenderla?, ¿qué nos dice? Al intentar responder a estas preguntas corremos siempre el riesgo de convertir a los decires zapatistas en una nueva ideología y restablecer la jerarquía de los saberes que ellos mismos cuestionan en su práctica, haciendo de la infalibilidad la nueva orden de autoridad y de la convicción un muro donde el diálogo y el aprendizaje ya no son posibles.

A veces los esquematismos en que se ha construido este debate han promovido la naturalización de ciertos lugares comunes que parecieran presentar a la voz zapatista como si ésta propiciara la desorganización de los colectivos, o un desembarazarse del Estado -dándole la espalda-, y negar falazmente su existencia. La experiencia concreta del zapatismo está muy alejada de estas interpretaciones. Nadie puede dudar de la naturaleza de la confrontación que el EZLN corporeiza frente al Estado y las élites políticas y económicas, así tampoco de su disposición al diálogo y la negociación honesta (que tras un complejo proceso supo concluir en los acuerdos de San Andrés), o su exigencia y demanda a los poderes del Estado, que movilizó a la sociedad mexicana en la llamada "caravana zapatista" en una batalla contra el recién electo gobierno de Fox. Por otra parte, el camino de la autonomía y el autogobierno está lejos de las fábulas del individualismo liberal, como lo prueban la construcción de las juntas del buen gobierno y los florecidos caracoles que impulsan hoy el zapatismo. ¿Qué nos dice la voz zapatista? Nos pregunta, tal vez, sobre cómo se llama y cómo se hace nuestro propio "buen gobierno" y nuestros "caracoles".

En esta perspectiva, el zapatismo nos anima a construir nuestro horizonte más allá del Estado (y del mercado), y en ese sentido más acá de nosotros, nos interpela en nuestra cotidianeidad para hacer de ese mundo nuevo una construcción y desafío del presente, nos dice que la autonomía en sus diferentes formas avanza proponiéndose desanudar la escisión entre lo individual y lo colectivo, entre lo económico y lo político, entre lo instituyente y lo instituido, sin resolver de manera definitiva esta tensión. Avanza haciendo del "poder hacer" con los otros su potencia. No es una ruta, ni un mapa, y sin embargo -o justo por ello- su horizonte resulta en la experiencia viva de las rebeldías que cuestionan al neoliberalismo tremendamente más significativo.

Las jornadas de diciembre y la democracia verdadera

Pero en un sentido más amplio y profundo las voces zapatistas se entrelazaron con el proceso de lucha y experimentación popular abierto en Argentina a partir de las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. En una vía que tiende puentes entre la experiencia zapatista y la de los movimientos sociales del sur en la construcción de emancipaciones, donde la ausencia es presencia y el diálogo promesa de futuro.

Las experiencias de autorganización social vinculadas a formas asamblearias fueron una característica de la emergencia del movimiento de desocupados y las puebladas que conmovieron al país en los años previos al 2001, y también estuvieron a la base del surgimiento de las asambleas populares surgidas en particular en la ciudad de Buenos Aires y el cordón urbano que la rodea, así como en el movimiento de ocupación y gestión de fábricas en quiebra en una experiencia que se intensificó durante el 2002. Por otra parte las prácticas de autogestión, de producción autónoma de la vida, cristalizadas en los microemprendimientos y talleres productivos del movimiento de desocupados o en las experiencias de gestión de las empresas ocupadas por sus trabajadores, también tomaron cuerpo en otro sentido en las iniciativas desplegadas por el asambleísmo urbano, que experimentó tanto con el desarrollo de huertas colectivas y comedores comunitarios como con la gestión de su espacio social-urbano próximo. Por último, estas luchas supusieron procesos de ocupación de espacios públicos y privados, de una "democrática ilegalidad" para usar la expresión de Boaventura de Sousa Santos, que tomaron cuerpo en una serie ciertamente irregular, que une los territorios de las empresas ocupadas, las tierras recuperadas para emprendimientos o huertas, las "casas" de las asambleas y tantas plazas, esquinas, calles y rutas.

De este modo, la experimentación popular intensificada a partir de fines de 2001, si es posible en esta apretada síntesis reflejar la intensidad y riqueza del ciclo de movilización y conflicto desplegado en Argentina, en especial en la primera mitad de 2002, aún en sus limitaciones y debilidades, marcó un proceso donde estas prácticas de reapropiación social del territorio que desarrollaban y postulaban una forma distinta de gestión, marchaban de la mano de una democratización radical de las relaciones sociales. Ésta no sólo implicaba un proceso de desestructuración y cuestionamiento de la relación dirigentes/dirigidos, sino también expresaba una dinámica que atravesaba el espacio de las relaciones de género e intergeneracionales. La preponderancia de las figuras femeninas[7] y juveniles de los piquetes y las asambleas daban cuenta de este "terremoto" que cuestionaba la trama social de jerarquías y opresiones.

Por otra parte, en un camino paralelo, los lazos forjados entre estos colectivos y experiencias sociales en una multiplicidad de acciones de solidaridad y cooperación supieron constituir una red difusa de espacios heterogéneos de soberanía popular no estatales y no mercantiles donde, como en la perspectiva zapatista, lo económico, lo social y lo político tendían a fundirse en la experiencia colectiva como un proceso o tendencia que se desarrolla en la práctica social de manera no uniforme.

Este proceso de conflicto y experimentación popular supo verbalizarse en el estribillo-consigna "Que se vayan todos". Surgida como canto colectivo en las movilizaciones y cacerolazos que acosaron al régimen político a fines de diciembre de 2001, extendida como referencia a una amplia gama de movimientos y articulaciones, esta "invención popular" mereció múltiples interpretaciones en un debate que aún no concluye. Anatematizadas por la élite política, entendidas como un cambio restringido a los "representantes políticos" o a la "dirección" del movimiento, interpretadas como un cuestionamiento a toda forma de organización colectiva, para nosotros señalaban la ambición de una democratización radical de lo institucional-político-estatal bajo formas participativas y directas que operaba no sólo en el terreno de los poderes del Estado nacional sino también como orientación de sentido hacia un amplio conjunto de la trama institucional de la sociedad.

Y en estas múltiples vertientes, podemos decir que la verdadera democracia de la que también habla la voz zapatista estuvo presente como anhelo, demanda, construcción y desafío en la experiencia popular reciente en Argentina.

Hoy cuando el poder se esmera en ocultar las potencias sociales precipitadas por las jornadas de diciembre y busca rencauzar toda energía social hacia una institucionalidad político estatal que se pretende relegitimada, estos horizontes de rebeldía, dignidad, autonomía y democracia verdadera hacen futuro del presente. Porque como decía la voz zapatista esa tarde en la Plaza de Mayo, de estas memorias, rendijas y ventanas hacemos nuestras puertas.


Bibliografía

Ceceña, Ana Esther, "Por la humanidad y contra el neoliberalismo, líneas centrales del discurso zapatista", en José Seoane y Emilio Taddei (comps.), Resistencias mundiales. De Seattle a Porto Alegre, CLACSO, Buenos Aires, 2001.

Holloway, John, Cambiar el mundo sin tomar el poder, Universidad Autónoma de Puebla-Herramienta, Buenos Aires, 2002.

MTD Solano y Colectivo Situaciones, La Hipótesis 891. Más allá de los piquetes, De Mano en Mano, Buenos Aires, 2002.

Página 12, Buenos Aires, 27 de marzo de 2001.

Seoane, José, "Argentina: la configuración de las disputas sociales ante la crisis", OSAL (Observatorio Social de América Latina), n. 7, CLACSO, Buenos Aires, junio de 2002.
--- y Emilio Taddei (comps.), Resistencias mundiales. De Seattle a Porto Alegre, CLACSO, Buenos Aires, 2001.

Zibechi, Raúl, Genealogía de la revuelta. Argentina: la sociedad en movimiento, Letra Libre, Buenos Aires, 2003.


Notas:

[*]

Agradezco a tod@s los que, de distintas maneras, ayudaron a que este texto fuera escrito, a Clara Algranati por sus comentarios, pero especialmente a Ana Esther Ceceña, a quien le debo tanto el aprender a escuchar la voz zapatista como que estas páginas se hicieran realidad.

[1]

Fragmento de las palabras del subcomandante Marcos que se escucharon, por vía telefónica, en el cierre de la movilización realizada en Buenos Aires el sábado 24 de marzo de 2001 en repudio al último golpe militar y en reclamo de juicio y castigo a los responsables del genocidio (Página 12, 2001).

[2]

Palabras de compañer@s del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) Solano (MTD Solano y Colectivo Situaciones, 2002, pp. 87-88).

[3]

Incluso nuevas expresiones político-partidarias tomaron la palabra chiapaneca para hacer su propio discurso de legitimidad. Nos referimos en especial al espacio político "Autodeterminación y Libertad" constituido alrededor de Luis Zamora que incluso hizo de la frase zapatista "caminamos preguntando" parte de su campaña gráfica en las recientes elecciones en la ciudad de Buenos Aires.

[4]

Una reflexión más detenida sobre algunas de estas experiencias puede consultarse en Zibechi, 2003.

[5]

Nos referimos, entre otros, al Colectivo Situaciones. En este mismo sentido vale resaltar los numerosos colectivos de "activistas intelectuales" que surgidos en Argentina reciente participan de este debate.

[6]

Sobre este debate pueden consultarse, entre otros textos, los diferentes dossiers publicados en los números 12 y 13 de la revista Chiapas, así como aquellos incluidos en los números 4 y 7 de la revista OSAL (Observatorio Social de América Latina) de CLACSO.

[7]

Sólo puede explicarse desde este proceso la amplitud y fuerza ganada por el movimiento de mujeres, y en particular, la demanda de la despenalización y legalización del aborto que tuvo su expresión en la multitudinaria movilización del viernes 26 de septiembre.



Revista Chiapas
http://www.ezln.org/revistachiapas
http://membres.lycos.fr/revistachiapas/
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2004 (México: ERA-IIEc)


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