Chiapas
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Declaración Final del II Encuentro Americano por la Humanidad y contra el Neoliberalismo

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Presentación

Colectivo Neosaurios,
La rebelión de la historia

María Jaidopulu Vrijea,
Las mujeres indígenas como sujetos políticos

Elizabeth Pólito Barrios Morfín,
El capital nacional y extranjero en Chiapas

Edur Velasco Arregui,
Cuestión indígena y nación: la rebelión zapatista desde una perspectiva andina

João Pedro Stédile,
Latifundio: el pecado agrario brasileño

Adriana López Monjardin,
Los nuevos zapatistas y la lucha por la tierra

Luis Hernández Navarro,
Zapatismo: la interacción del color


PARA EL ARCHIVO

Ricardo Robles,
Los derechos colectivos de los pueblos indios. Otra manera de ver los derechos humanos desde las sociedades comunitarias

Ana Esther Ceceña,
¿Biopiratería o desarrollo sustentable?

Primer Encuentro de Movimientos Alternativos de América Latina

Declaración Final del II Encuentro Americano por la Humanidad y contra el Neoliberalismo

Raúl Ornelas Bernal,
Un mundo nos espía. El escándalo ECHELON


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Y finalmente, tuvo lugar el Encuentro para el que tanto luchamos -Encuentro de sueños, de experiencias y de voluntades. A la ciudad de Santa María de Belem llegaron luchadores de veinticuatro países de América y de Europa para realizar, en las márgenes del poderoso río Amazonas, el II Encuentro Americano por la Humanidad y contra el Neoliberalismo.

De este gran acontecimiento participaron cerca de tres mil compañeras y compañeros. Desde indígenas canadienses hasta trabajadores argentinos. Desde negros, indios y sin tierra brasileños hasta los zapatistas mexicanos.

Fue un Encuentro amplio y diversificado. Diferencias y embates se expresaron, algunas veces de forma aguda, así como el esfuerzo conjunto de comprensión mutua para que esas diferencias no fuesen oscurecidas y todas contribuyesen a la búsqueda de los objetivos comunes que nos trajeron a Belem. Ese mismo esfuerzo de buscar la unidad a través del conflicto y de la diversidad es una conquista del Encuentro, aunque reconocemos, al mismo tiempo, que tenemos todavía mucho que aprender, todos y todas.

El II Encuentro tuvo lugar en un momento en que América se estremece de indignación y revuelta. Sonaron en los oídos de todos y todas los gritos de las manifestaciones en Seattle, durante la reunión de la Organización Mundial del Comercio. Allí, el camino de la unión del pueblo para poner fin al imperio del capital demostró ser el más acertado. Durante tres días, militantes de diversos movimientos -sindical, indígena, de las mujeres, de los negros, por la libre orientación sexual y otros muchos- combatieron, codo con codo, contra la policía y la guardia nacional estadounidense, protestando contra la existencia de la OMC, del BIRD, del FMI y de otros instrumentos de los grandes capitalistas para promover la pobreza a escala mundial.

El II Encuentro se realizó en un momento de extrema gravedad para nuestro continente. El imperialismo estadounidense -corazón y brazo armado del gran capital- ataca a todos los pueblos de América. Además de mantener el odioso bloqueo económico contra un país soberano como Cuba, alarga su radio de acción promoviendo actividades desestabilizadoras del proceso político en marcha en Venezuela; se alía al gobierno mexicano en la agresión a los pueblos indígenas de Chiapas y a todo movimiento popular y revolucionario de México, y, lo que es más grave, busca ampliar su intervención militar contra la rebelión popular en Colombia. Para todo esto, instala bases militares en países próximos y presiona a los gobiernos de Brasil, Argentina, Perú y otros países para que se embarquen en la aventura de la invasión del territorio colombiano. Con el pretexto de combatir el narcotráfico -un gran negocio financiado por ricos empresarios-, envía contingentes cada vez más numerosos de asesores militares que se dedican a acciones de contrainsurgencia contra el pueblo en armas. Detener esa escalada agresiva es la tarea más urgente de los pueblos de América. Por eso, lucharemos, codo con codo, contra esas agresiones. En el mismo sentido, el II Encuentro se posicionó por la autonomía territorial y la autodeterminación económica, social, política y cultural de los pueblos.

Muchas voces se oyeron en el II Encuentro. La de los movimientos sindicales que quieren encontrar nuevos caminos para enfrentar los dañosos efectos de la explotación desenfrenada provocada por la mundialización de la economía y que luchan contra el desempleo y por la reducción de la jornada de trabajo. La de los jóvenes del continente, que tienen que enfrentar, al principio de su vida, el trabajo infantil, que ven negados sus derechos a la salud y la educación, y, si sobreviven, son obligados a convivir con el fantasma del paro. La de los pequeños agricultores, oprimidos por los proyectos que sólo benefician a los latifundistas y por un sistema que niega el crédito y la asistencia técnica, imponiendo intereses extorsivos. La de los trabajadores sin tierra que, con su coraje y organización, luchan por un pedazo de suelo para plantar y vivir. Oímos el clamor de los indígenas en lucha por la recuperación de sus tierras ancestrales, defender la naturaleza y afirmar su cultura. También sonó fuerte el grito del pueblo negro, que nunca se rindió y sigue luchando contra las nuevas formas de esclavitud. De la misma manera, caló hondo, en el corazón de los delegados, la determinación de los movimientos de mujeres, homosexuales y portadores de necesidades especiales, que se baten bravamente para conquistar derechos iguales y dignidad. Por fin, en el Encuentro realizado en la capital de la Amazonia no podían faltar las voces de los pueblos de la selva. Éstas estuvieron presentes: seringueiros y ecologistas nos recordaron que es necesario exigir el fin del saqueo de la naturaleza, en particular de la región amazónica, combatiendo todas las formas de biopiratería y de depredación del medio natural y luchando por la reforma agraria bajo el control de los trabajadores. Manifestamos nuestra disposición a luchar contra todas las obras y proyectos que destruyen masivamente el medio ambiente. Todos nosotros sabemos que el capitalismo es un mal que atenta contra la existencia del planeta.

Muchas fueron las ponencias. El objeto era el mismo: el neoliberalismo, nuevo nombre del viejo capitalismo que hace siglos se convirtió en el garrote que asfixia a la humanidad. Este sistema que transforma al hombre en lobo para el hombre puede usar varios trajes democráticos, como el de la llamada "tercera vía", sin alterar su contenido de explotación y opresión. Por eso, el fin de este sistema es condición necesaria para construir un mundo nuevo en el que la educación, la salud y la habitación, por ejemplo, sean efectivamente derechos y no mercancías, traficadas impunemente.

En Belem resolvimos que el movimiento de los Encuentros debe continuar como uno de los espacios de articulación de la lucha de resistencia de los pueblos americanos. Por eso, recibimos con el corazón feliz el noble ofrecimiento de los hermanos Anishnabaie canadienses para recibir el III Encuentro por la Humanidad y contra el Neoliberalismo. Siendo así, en breve nos veremos, esta vez en las planicies del norte americano, recibidos por guerreros y guerreras que luchan por su libertad desde hace más de 500 años.

En Belem resolvimos que el movimiento de los Encuentros debe ser un instrumento más de organización de nuestra lucha. Por eso llamamos a todos los Comités Preparatorios a proseguir en la lucha, asumiendo la gran tarea que ya se anuncia para el año 2000: la participación en el movimiento Brasil, 500 Años de Resistencia Indígena, Negra y Popular. En el próximo año, que todos y todas se sumen a los dos mil indígenas que estarán presentes en Porto Seguro para decir a las autoridades que a partir de ahora, en Brasil, serán "Otros 500". La importancia de esta lucha no se limita a Brasil. El II Encuentro Americano por la Humanidad y contra el Neoliberalismo asumió expresamente la herencia de los cinco siglos de resistencia indígena, negra y popular, asumiendo la responsabilidad de rescatar y fortalecer el movimiento continental indígena, negro y popular, su proyecto histórico y su estrategia unitaria.

En Belem, llamamos a la incorporación de todos y todas, en sus más diversas formas, a la lucha por la liberación de Mumia Abu Jamal, militante de los Panteras Negras que se encuentra preso, enfermo y condenado a muerte en un juicio forjado en los Estados Unidos.

En Belem, también llamamos a que todos los países de América participen en la Marcha Mundial de las Mujeres 2000 Contra la Pobreza y la Violencia. La emancipación del género humano sólo será fértil si la dignidad y la creatividad de la mujer fueran reconocidas en todos, los pequeños y grandes, actos de la vida cotidiana, en las esferas de lo privado y lo público. La marcha evidenciará la opresión de la mujer y la necesidad de construir nuevas relaciones no jerarquizadas entre los géneros.

En Belem, tomamos posición en favor de la libertad total de acceso a la información y a las producciones culturales de resistencia por todos los medios posibles. Para alcanzar ese objetivo, proponemos que se potencien las redes de comunicación permanentes que permitan la articulación de las luchas de las organizaciones populares que se oponen a la marea neoliberal, en defensa de la humanidad, ejerciendo intensa vigilancia del cumplimiento de los derechos humanos.

En Belem, resolvemos poner en práctica los principios del internacionalismo y de la unidad de los pueblos. Por eso decidimos unirnos a los diversos movimientos que cuestionan la deuda externa, presentando la propuesta de realización de un plebiscito sobre el pago de esa deuda. Este plebiscito tendrá que ser construido con el esfuerzo de millones de personas. Es una tarea compleja, que exigirá la participación de muchos hermanos que aquí no estuvieron presentes, pero ya organizan esa lucha. Salimos de Belem en busca de la incorporación de todas las organizaciones populares del continente para la construcción de un rotundo NO a una deuda ilegítima y criminal.

En Belem, resolvemos que nuestra caminata debe continuar y no solamente en sentido figurado. Así, nos posicionamos favorablemente a la realización de una gran Marcha Americana que, saliendo simultáneamente desde Canadá y desde Brasil, recorra diversos países del continente, animando e incorporando diversas luchas y manifestaciones locales, sumando un número cada vez mayor de compañeros y compañeras. El punto de llegada y de encuentro debe ser Ciudad Juárez, en la frontera mexicano-estadounidense, donde está el odioso muro de metal, protegido por helicópteros, guardias y perros, separando simbólicamente la opulencia de los ricos y la miseria de los pobres en nuestro continente, incluyendo los propios Estados Unidos y Canadá. Para que la historia reencuentre su curso ese muro debe caer. En un acto con miles de participantes de diversas nacionalidades celebraremos nuestra unidad y dejaremos bien claro que el mundo necesita girar de otro modo. Ese acontecimiento de repercusión mundial significará un gigantesco paso en nuestra lucha. Una jornada repleta de desafíos vencidos por la luz de nuestras banderas y de nuestros corazones.

Para transformar este sueño en realidad, vamos a realizar, en marzo próximo, una reunión preparatoria en la cual estudiaremos todos los informes y deliberaremos sobre las concreciones necesarias.

En Belem, asumimos estos compromisos y estas tareas. Por todo esto, nos mantendremos organizados de forma amplia, democrática, diversa, ampliando al máximo el número de amigos y aliados.

En Belem, entre los días 6 y 11 de diciembre de 1999, se levantó la antorcha encendida en Chiapas, en 1996, durante el I Encuentro Americano por la Humanidad y contra el Neoliberalismo. Su luz seguirá iluminando el continente.

Belem de Pará, Amazonia Brasileña,
11 de diciembre de 1999,
164 Años de la Revolución Cubana.


Revista Chiapas
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2000 (México: ERA-IIEc)


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