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Movimiento de los Sin Tierra
La lucha por la reforma agraria: los desafíos para el nuevo milenio
El Movimiento de los Sin Tierra en Brasil (MST) ha cobrado una gran importancia en los últimos dos o tres años. Hasta el momento lo que se conoce en el mundo acerca de su lucha y sus ideas es muy poco y a veces se circunscribe a noticias aisladas sobre la toma de alguna finca. Puesto que se trata de un movimiento de indudable arraigo popular que expresa una de las contradicciones más profundas de la sociedad latinoamericana, consideramos de enorme interés una aproximación a su pensamiento. El documento que se presenta aquí ha sido preparado expresamente por el MST con el fin de dar a conocer su lucha.
Presentación
Queremos exponer algunas reflexiones e ideas de cómo vemos el problema agrario en la actualidad.
Creemos que, al contrario de lo que la burguesía siempre ha defendido e, incluso, algunas corrientes del pensamiento de izquierda aceptaban, el problema agrario en Latinoamérica no está resuelto. Por eso mismo asume, a pesar del poco peso de la población rural, un significado aún mayor para la solución de los problemas económicos y sociales de nuestras sociedades dependientes.
1. El papel histórico de la reforma agraria para el desarrollo de las fuerzas productivas
Los pensadores clásicos han caracterizado la existencia de un problema agrario en las sociedades capitalistas del siglo pasado, al percibir que la concentración de la propiedad de la tierra, producto de las reminiscencias del feudalismo y de la presencia de la oligarquía rural, se transformó en un obstáculo al desarrollo de las fuerzas productivas en el campo y en la industria. De esa forma, las élites burguesas industriales, recién llegadas al poder a partir de la revolución francesa, comprendieron la magnitud de este problema agrario, de la concentración de la propiedad como una traba al desarrollo mismo del capitalismo, y trataron de buscar una solución sencilla. Propusieron la distribución, la democratización de la propiedad de la tierra, y llamaron a ese proceso reforma agraria. Revisando las experiencias históricas de cómo esa burguesía industrial impuso procesos de reforma agraria, se podrían enumerar distintas fases progresivas.
Primera Fase: Después de las revoluciones burguesas
En el siglo pasado, después de las revoluciones burguesas, en prácticamente todos los países de Europa occidental se llevaron a cabo procesos de reforma agraria y se implantó una estructura de pequeñas y medianas propiedades, que ha perdurado hasta nuestros días. En Estados Unidos de América, como parte de la victoria de los norteños frente al latifundio esclavista del Sur, se implantó una ley de colonización del oeste que funcionó como una especie de reforma agraria, que establecía un tamaño de propiedad máxima de alrededor de 100 acres (89 hectáreas) por familia, sobre las tierras públicas, garantizando el acceso más democrático a todos los que quisieran trabajar la tierra de forma familiar.
Segunda Fase: Después de la Primera Guerra Mundial
El estallido de la primera revolución proletaria del mundo en Rusia, bajo el lema de tierra, pan y libertad, fue el llamado de alerta a otras burguesías europeas que todavía no habían implantado la reforma agraria. Y con el miedo de que se repitiera la revolución rusa en sus países, en el período de 1917-20, se implantaron leyes de reforma agraria en prácticamente todos los países de Europa oriental, incluyendo a Yugoslavia.
Tercera Fase: Después de la Segunda Guerra Mundial
Con la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial y el dominio armado norteamericano en prácticamente toda Asia, se abrió espacio para que se realizaran en ese continente también, reformas agrarias netamente capitalistas. Bajo la ordenanza de las fuerzas armadas intervencionistas del Gral. MacArthur, se desarrollaron inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial leyes de reforma agraria bastante radicales, que fueron aplicadas en Japón. Después de la victoria de China Popular (1949), Estados Unidos implantó sus mismas leyes de reforma agraria en la provincia autónoma de Taiwan, y posteriormente, después de la guerra de Corea (1953-56), se aplicó la reforma agraria en Corea del Sur.
De la misma forma, en el mismo período, bajo el clima de democratización producto de la victoria de la resistencia italiana, el nuevo gobierno de coalición implementó una ley de reforma agraria sobre los vestigios de latifundios atrasados en el Sur de Italia.
Gracias a esos procesos de reforma agraria se abrió espacio para el desarrollo de las fuerzas productivas en esos países, se creó un amplio mercado interno, y hubieron avances del desarrollo capitalista, con la democratización de la propiedad de la tierra.
En ese mismo período, hubieron otras experiencias de reforma agraria radicales, llamadas revolucionarias porque fueron iniciativa de las masas. La más significativa fue la reforma agraria mexicana, hecha al sabor de la revolución mexicana de 1910-20 que, a pesar de su carácter radical y violento, no traspasó los límites del capitalismo. Hubieron muchas otras reformas agrarias en los países del hemisferio norte, pero ya en el marco de la transición del sistema económico capitalista al socialismo. Esas reformas agrarias se caracterizaron no solamente por la distribución de la tierra entre los campesinos, sino que también representaron la nacionalización de la propiedad social de los medios de producción agrícola y la eliminación de las diferencias sociales en el campo. Así, tuvieron lugar las reformas agrarias socialistas de Rusia (1918 en adelante), China (1949), Cuba (1960), Europa del Este (después de la Segunda Guerra Mundial), Corea del Norte (1956), Vietnam, etc. Pero, ese no es el objeto de estos comentarios y, por eso, no nos proponemos profundizar aquí sobre sus logros.
2. El problema agrario y las élites del tercer mundo
Al contrario de los países centrales, donde las burguesías nacionales se obligaron a democratizar la propiedad de la tierra como forma para estimular el desarrollo de las fuerzas productivas, aunque capitalistas, en los países dependientes del hemisferio Sur las élites locales, totalmente dominadas por el colonialismo y por el imperialismo, adoptaron otras formas de desarrollo capitalista.
Precisamente el modelo de desarrollo capitalista adoptado por las élites dependientes se basó en la existencia de la gran propiedad latifundista, que pasó a dedicarse a los productos de exportación que interesaban a los países centrales.
Por eso, en nuestros países se fortaleció la gran propiedad latifundista porque al colonialismo, antes y después del imperialismo, sólo le interesaba la mano de obra y materias primas agrícolas baratas. No se preocuparon en desarrollar el mercado interno y mucho menos las fuerzas productivas locales. En ese marco, caracterizado por el desarrollo capitalista dependiente, los problemas sociales solamente se agravaron en los últimos siglos. Hoy, se puede decir que el problema agrario, como lo veían los clásicos desde el nacimiento del capitalismo, persiste en la mayoría de los países periféricos y aún más en Latinoamérica.
¿Cómo se caracteriza el problema agrario en nuestras sociedades? Podríamos caracterizar su existencia describiendo resumidamente el acontecer de los siguientes fenómenos económicos y sociales:
Alta concentración de la propiedad de la tierra. El latifundio es la forma predominante y controla la mayoría de las tierras en nuestros países.
Mala utilización de la tierra y demás recursos naturales. Como la propiedad está concentrada en la oligarquía rural que no necesariamente necesita de toda la tierra para acumular, gran parte de esas tierras se mantienen improductivas, con muy baja utilización.
Cultivos de exportación. Las tierras más fértiles de nuestros países no se dedican a los cultivos destinados a la alimentación de nuestros, sino, más bien, al monocultivo de exportación que interesa a los países centrales, o a la producción de materias primas vinculadas a la gran agroindustria multinacional.
El resultado de las características anteriores es que en casi todos los países periféricos el hambre es corriente y alcanza a un elevado porcentaje de la población. En el caso de Brasil, son 32 millones de personas las que pasan hambre todos los días, de un total de 150, y otros 65 millones se alimentan, según la Organización Mundial de Salud, por debajo de las necesidades mínimas.
El éxodo rural forzado y la migración a regiones fronterizas con otros países. Los campesinos ya no tienen futuro en sus lugares de morada y son obligados a migrar a las ciudades o a otras regiones lejanas.
El modelo tecnológico adoptado en las agriculturas periféricas sigue una lógica únicamente consumista de productos agroindustriales producidos por empresas transnacionales y no tiene ninguna relación con el clima y las condiciones del suelo de nuestros países. Es un modelo tecnológico trasladado mecánicamente de los países centrales que está teniendo enormes consecuencias, incontrolables, tanto para los recursos naturales disponibles, como para la sobrevivencia del hombre, así como para el aumento permanente de la productividad por hectárea.
Tenemos también el problema de la concentración del capital industrial y comercial que domina el comercio e industrialización de los productos agrícolas. Está concentrado geográficamente en las regiones más desarrolladas del país y en manos oligopólicas de empresas transnacionales, afectando por supuesto al desarrollo agrícola, ya que hoy en día la mayoría de los alimentos pasan por procesos agroindustriales.
Esas son las características principales de lo que ocurre en el medio rural de nuestros países periféricos, que determinan que sí sigue existiendo un problema agrario fundamental pero, que ese problema agrario tiene un carácter de clase. Existe y afecta a la población pobre y a los trabajadores pero, para la burguesía, para las élites colonizadas, para las burguesías locales que solamente piensan en ganancia, de hecho ya no hay problema agrario porque, a pesar de todos estos problemas señalados, ellos todavía logran obtener ganancias con la producción agropecuaria. Y si hay ganancias no hay problema agrario, según la visión de las burguesías sometidas a los intereses extranjeros.
3. El agravamiento del problema agrario con las políticas económicas neoliberales
El problema agrario existe y tiene sus raíces en el modelo de desarrollo capitalista adoptado históricamente por nuestras élites colonizadas y dependientes.
Sin embargo, en la última década se agravó aún más con la adopción de las políticas económicas, llamadas neoliberales. ¿Qué significan esas políticas para la agricultura y el medio rural?
Significan un agravamiento del problema agrario porque la adopción del modelo neoliberal representa la sumisión completa de las élites nacionales, que abandonaron totalmente proyectos de desarrollo nacional y se sometieron a la voluntad del capital financiero y del capital extranjero con injerencia en nuestros países. Toda la política económica se basa en la apertura de los mercados para las mercancías industriales y agrícolas de los países centrales, controlados por empresas transnacionales. Por otro lado, representa una forma de explotación de nuestra riqueza, ya no más a través de grandes plantas industriales o de materias primas baratas, sino que ahora a través de elevadas tasas de interés, pagados al capital financiero que exprime a nuestros países, bajo la forma de royalties, o disfrazada de tipos de cambio irreales.
La agricultura de nuestros países está siendo destrozada. Y orgullosamente la burguesía dominada dice que ahora la agricultura pesa muy poco en el PIB nacional, y que la población rural es minoritaria en el país como si fueran signos de modernidad cuando, en realidad, representan signos de mayor miseria y pobreza y, sobre todo, de abandono de cualquier proyecto de desarrollo autónomo, nacional y al servicio de las mayorías. Pero, si por un lado el neoliberalismo va a destrozar la autonomía de nuestras agriculturas, si le importa poco el destino de las amplias mayorías de la población rural, por otro lado la propuesta de reforma agraria, de resolución del problema agrario, ahora más que nunca se ha vuelto un problema nacional, un problema de clase, que al contrario de Europa y Estados Unidos, donde fueron las burguesías nacionales las que resolvieron el problema agrario, en Latinoamérica y en el Tercer Mundo el problema agrario solamente podrá ser resuelto ahora por las fuerzas populares. Y la implantación de una reforma agraria en la actualidad no consistiría solamente en combatir la concentración de la propiedad y los "vestigios feudales", sino que una reforma agraria tendrá que combatir todas las características señaladas arriba como parte del problema agrario y, en esa medida, se transforma no en solución del desarrollo capitalista, sino que exige cambios estructurales profundos de nuestras economías que la burguesía nacional no quiere y no tiene voluntad ni capacidad para desarrollar.
En esa medida, si por un lado el neoliberalismo agudizó los problemas económicos y sociales de los países dependientes, por otro lado profundizó las contradicciones de clase, que nos llevaron a que la propuesta de reforma agraria sea en realidad una propuesta de cambios de la economía, de cambio de los lazos de dependencia. Una propuesta de liberación nacional de nuestros pueblos.
4. La lucha de los sin tierra, la experiencia brasileña del MST
El MST existe hace casi 15 años en Brasil. Desde ese tiempo siempre ha luchado contra el latifundio. Nuestras formas de lucha principales fueron la toma de tierras, la realización de marchas sobre las capitales, asambleas masivas, caminatas, manifestaciones, tomas de edificios del gobierno, etc.
Al principio, éramos muy combatidos por el gobierno, por los latufindistas y las élites, y la sociedad nos veía solamente como verdaderos Quijotes luchando contra los molinos.
Pero desde esa lucha sin tregua hemos avanzado. Avanzamos en conquistas reales. Durante todos estos años fueron más de 1 200 los latifundios conquistados a la burguesía, que resultaron en el asentamiento de más de 140 mil familias. Y avanzamos también en la construcción de una nueva propuesta de reforma agraria, vinculada a los intereses de toda la población y no solamente de los sin tierra. Una reforma agraria que represente la quiebra por las raíces del problema agrario. Una propuesta de reforma agraria que represente igualdad social, justicia en el campo y desarrollo económico bajo control de los trabajadores.
Sin embargo, el mayor avance que hemos obtenido fue en el proceso de concientización de toda la sociedad. En nuestro último congreso nacional realizado en Julio del 1995, erguimos la bandera LA REFORMA AGRARIA ES UNA LUCHA DE TODOS.
Nuestra estrategia es concientizar a los trabajadores de la ciudad, la población en general, los pobres en especial, de que la reforma agraria no es corporativa, no es de interés solamente de los pobres del campo. La reforma agraria es un medio fundamental para resolver la mayoría de los problemas que los pobres de la ciudad enfrentan, como el hambre, el desempleo, la violencia, la marginación, la falta de educación, de transporte y de morada.
Despacio, los trabajadores urbanos han comprendido ese carácter. Y hoy podemos avanzar aún más y decirles que la reforma agraria solamente será posible, no por voluntad de un gobierno presionado, sino que solamente en los marcos de la lucha contra el neoliberalismo, contra el imperialismo, contra la dependencia del capital financiero, contra la dominación del capital. Y que solamente es posible impulsarla con un nuevo modelo de desarrollo, nacional. Nacional en el sentido que atienda a todos los brasileños. Popular, en el sentido que atienda a las necesidades básicas de todo el pueblo, y no solamente de una minoría como es la propuesta del neoliberalismo.
Estamos, hoy, en ese esfuerzo. Estamos convencidos de que en Brasil, en Latinoamérica, en los países del Tercer Mundo, solamente es posible alcanzar la reforma agraria con profundos cambios económicos y sociales, hechos por todo el pueblo organizado.
Sin embargo, tenemos todavía muchos retos por delante. Las ideas socialistas y revolucionarias pasan por una crisis. Los sectores pequeño-burgueses que dominan nuestros partidos de izquierda se perdieron con el muro que cayó en sus cabezas. Tenemos que recuperar la confianza en nuestros pueblos. Comprender que solamente organizando a las masas y haciendo grandes movilizaciones populares lograremos cambios. Tenemos que retomar el trabajo de formación político-ideológica. Recuperar formas creativas de comunicación con las masas. Recuperar la mística de que los cambios sociales son posibles. Que el futuro pertenece a la clase trabajadora. En fin, recuperar el ánimo de la revolución.