La insistencia en una política económica difusora de la miseria en gran escala ha puesto a México ante uno de los momentos más difíciles y cruciales de su historia. La instauración de prácticas democráticas que permitan crear condiciones de paz y vida digna para el conjunto de la sociedad sigue teniendo como uno de sus puntos de definición primordiales la búsqueda de caminos políticos para solucionar los grandes problemas levantados como demandas por las comunidades indígenas de Chiapas aquel bello amanecer del 1° de enero de 1994.
La creación de municipios autónomos, los diálogos y encuentros diversos, la instauración de mecanismos de consulta directa y construcción de consensos reales son, en sí mismos, no sólo un camino para propiciar una política de altura que permita reconstruir las legitimidades perdidas, sino expresión de la emergencia de una nueva sociedad, de una nueva cultura de la diversidad y el respeto, de la nueva ética política de la humanidad.
A cinco años del levantamiento armado en Chiapas se mantiene el desafío planteado. La teoría se ha visto urgida de nuevas herramientas, ha creado nuevos caminos, ha roto corazas y se construye todos los días; la imaginación, como en 1968, ha podido desatarse en múltiples terrenos y no parece tener la intención de detenerse; las dinámicas cotidianas de la política van incorporando poco a poco los cuestionamientos y la acción de los sujetos reales; la red de resistencias, en todos los órdenes que imponen las relaciones de dominación y poder, crece como un plasma de vida que inunda el planeta, aunque no sin dificultades.
La disyuntiva es nítida: o continuar en una carrera hacia la destrucción por hambre y por despojo, viendo pasar una historia en la que el país se pulveriza en beneficio de los dueños del dinero mundial, en la que se nos impone el Fobaproa como mecanismo de humillación y expoliación social, o convertirnos en sujetos fabricantes de una historia distinta, que admita diferencias, errores y tropiezos, pero que admita también la posibilidad de dirimirlos y corregirlos en busca del bien común; una historia en la que la política sea un medio de construcción y superación y no un instrumento de sometimiento, en la que aun equivocándonos ejerzamos nuestra capacidad colectiva para organizarnos, gobernarnos y vivir con dignidad.
A cinco años del levantamiento, un homenaje a la grandeza de espíritu de las comunidades en resistencia contra el hambre, la violencia y el fundamentalismo occidental, y a ésa su convicción de que el futuro "o es para todos, o no será".
Revista Chiapas
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Chiapas 7 1999 (México: ERA-IIEc)
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