La teoría por naturaleza está contra el poder
Michel Foucault
Los horizontes civilizatorios
Hace más de quinientos años que la civilización occidental emprendió su gran expansión hacia todos los confines de un mundo diverso, en el que convivían pueblos tan distintos como los chinos, los árabes, los egipcios o los mayas. La cultura de hierro se enfrentó a la del maíz, a la del Corán, al confucianismo y a tantas otras expresiones civilizatorias colonizando y sometiendo lo que encontraba a su paso, incorporando las riquezas mundiales a un mercado que desde entonces rige los destinos del mosaico planetario.
Durante medio milenio la civilización occidental ha ido tendiendo sus redes de dominación sobre territorios y habitantes del planeta, demostrando su superioridad para estimular el conocimiento y para organizar el aprovechamiento general de todas las formas de vida y todos los recursos, para imitar y sustituir a la naturaleza y para crear un soporte técnico de gran capacidad transformadora. Sin embargo, en la última mitad de este siglo, por lo menos, las contradicciones intrínsecas de una sociedad basada en la competencia y en la concentración del poder y la riqueza han llevado a los enormes avances de la ciencia y la tecnología a un callejón sin salida, en el que los problemas sociales y la pobreza se multiplican mientras más se desarrolla la capacidad técnica de resolverlos. Es decir, la fuerza civilizatoria con que Occidente contrarrestaba los efectos devastadores de la opresión colonial sobre el resto de las civilizaciones del mundo parece estarse extinguiendo.
Cinco siglos de conquista no han sido capaces de erradicar los trazos culturales construidos en el mundo a lo largo de milenios. Si bien algunas culturas fueron arrasadas, otras lograron desarrollar diversas formas de interrelación que les permitieron mantenerse en resistencia. Algunas de ellas reaparecen hoy transformadas, modernizadas, en un proceso de rearticulación territorial, cultural y hasta poblacional y de reconstrucción de su propia visión del mundo y de la organización social. Basta con mirar el contenido étnico o religioso presente en la mayor parte de los conflictos contemporáneos, entre los que destacan, indudablemente, los del Medio Oriente, los de la antigua Yugoslavia y, en América Latina, el de las tierras mayas de Chiapas (ver mapa 1).
A pesar del inmediatismo que imprime al pensamiento la cultura occidental, la historia de la humanidad insiste en lecturas de una dimensión mucho más amplia, de una temporalidad milenaria en la que sólo muy pausadamente se van construyendo las confluencias. En todo caso, la fuerza civilizatoria de las distintas culturas proviene de la pertinencia de su cuerpo explicativo, de su sistema de valores y de su cosmovisión con respecto al mundo circundante y a la percepción de su horizonte más lejano. La legitimidad y credibilidad de un sistema se sustenta en su coherencia interna, en su ethos y en su capacidad para dar respuesta a las necesidades humanas.
En esta confrontación entre la civilización occidental y las que fueron sometidas en aras de la constitución del mercado mundial, las resistencias generadas silenciosamente en el ámbito doméstico, en los espacios de la cotidianeidad y de los imaginarios han terminado por construir un horizonte común que gana día con día la legitimidad que, al mismo paso, pierde el mercado como ente de regulación universal y, concomitantemente, la cultura occidental que se erige sobre las bases de la competencia y la intermediación.
Declinación de la legitimidad civilizatoria occidental
La legitimidad de la civilización occidental se asienta en su gigantesca capacidad para apropiarse de la naturaleza e imprimirle un sentido directamente útil, en su fuerza productiva creciente, potencialmente capaz de ampliar los niveles generales de bienestar social, y en la sanción jurídica que otorga derechos iguales a todos los ciudadanos. En los últimos tiempos, sin embargo, la sociedad fincada sobre estas bases -ya sea a través de mecanismos consensuales o coercitivos- parece estar alcanzando diversos límites que cuestionan su pertinencia. Dentro de éstos, señalamos los que destacan por constituir condiciones inmanentes al paradigma civilizatorio occidental -y cuya negación equivaldría a una superación del mismo-, y los que indican una inclinación hacia la perversión de los propios principios éticos y que, en conjunto, marcan muy claramente la aparición de un umbral de imposibilidad o impertinencia técnica y social (ver cuadro 1).
1) El avance tecnológico, que es la forma característica de expresión de la modernidad o el progreso dentro de la sociedad occidental, ha tenido su momento de mayor esplendor en el siglo XX. En todos los ámbitos de la vida, la tecnología, bajo todas sus formas de presentación, ha introducido sus vasos capilares desarticulando modalidades sociales, relaciones interpersonales e imaginarios para reconstruirlos a través de un sinfín de mediaciones reconocidas y sancionadas por el mercado. Vale decir que, en virtud de las múltiples y variadas resistencias que conlleva, abre otro tipo de posibilidades técnicas de reconstrucción social.
La tecnología como instrumento de generación de riqueza ha permitido incrementar incesantemente las fuerzas productivas. La capacidad humana en estos tiempos cuenta con un gigantesco acervo de saberes que la multiplica y la potencia; sin embargo, los principios fundadores y las bases organizativas de nuestra sociedad parecen estarla conduciendo, irremediable y contradictoriamente, a su propia insolvencia.
Tomando en consideración la reorganización general inducida por la llamada revolución microelectrónica y la consecuente recomposición del mercado mundial, habría que señalar por lo menos tres elementos problemáticos (ver cuadro 2):
a) La acelerada obsolescencia moral que introducen las nuevas tecnologías exige la reconversión de equipos y sistemas de producción para poder mantener, o mejorar, la posición relativa en la competencia. Esto, a su vez, implica la inversión de enormes sumas capaces de cubrir no sólo la reposición regular de la maquinaria, sino su readecuación a los nuevos parámetros de la automatización.[1] Esta capitalización adicional se sustenta en muy amplia medida en diversas formas de precarización del trabajo, entre las que destaca la instauración de la llamada industria de maquila. El efecto inmediato consiste en una drástica disminución de los costos de producción, debido a una diferencia salarial que en promedio establece una relación de diez a uno y en un golpe general sobre los salarios. El costo salarial en la industria maquiladora es diez por ciento de su equivalente en las plantas industriales de origen.
El ahorro así obtenido es uno de los pilares que hacen posible la reconversión tecnológica, pero, al mismo tiempo, es el llamado de alerta de un proceso general de encogimiento del mercado que tiende a agudizar las presiones sobre diversas formas de precarización del trabajo: trabajo parcial, polivalente, a domicilio, y muchas otras variantes del trabajo informal.
En México, por ejemplo, país reconocido por la OCDE como uno de sus miembros, y un año después de que entrara en vigor el TLC, 59 por ciento del empleo no agrícola se ubica en el llamado sector informal (Banco Mundial, 1998).[2]
b) El proceso de automatización es sustitutivo del trabajo. Sin embargo, mientras la fuerza expansiva del capital es mayor que el aumento en la capacidad productiva, contrarresta sus efectos como agente de desempleo. El problema es que la oligopolización, que se ve reforzada con la reconversión tecnológica, destruye una parte creciente de la planta industrial. La racionalidad productiva impone criterios de productividad que limitan la absorción de mano de obra al tiempo que genera una proliferación creciente de actividades periféricas de estricta subsistencia. Esto reduce aún más el acceso al mercado y convierte al desempleo en un mal o perversión civilizatorio. La acumulación de capital que supone el progreso occidental y que es una medida de su éxito es, simultáneamente, causa de su insustentabilidad material y moral. Una sociedad que niega al ser humano la posibilidad de reproducirse, que le impide emplear sus capacidades para allegarse una vida digna a través del trabajo, es una sociedad insana.[3]
Actualmente el desempleo ha dejado de ser un problema del subdesarrollo o un desajuste cíclico para convertirse en un problema mundial de la mayor gravedad, no sólo por su magnitud, sino por su carácter irreversible.
c) Fuertemente imbricada con el desempleo estructural y la precarización del trabajo, en el contexto de una capacidad productiva casi ilimitada, está la realidad de cuarenta por ciento de la población mundial, que se hunde en la miseria. Cuatro de cada diez personas no tienen suficientes recursos para subsistir, y la mitad de ellas viven en condiciones absolutamente miserables o de extrema pobreza. ¿Cómo legitimar esto como un sacrificio necesario en aras del desarrollo futuro? ¿Cómo no pensar en otra manera de resolver las necesidades básicas de la población que la propuesta por el pensamiento único?
2) Gran parte de los cuantiosos recursos mundiales se destina a actividades destructivas (ver cuadro 3):
a) Los gastos de defensa, que en la mayoría de los casos sirven para controlar o combatir rebeldías populares de carácter diverso, llevan a la aberración en diversos países, como es el caso de Pakistán, que en 1991 dedicó 28 por ciento de su gasto a la defensa, frente a 1.6 en educación y 1 por ciento en salud; o el de Singapur, que sin ser un país en guerra dedicó al mismo fin 24 por ciento (Banco Mundial, 1993). La guerra es uno de los grandes negocios de la civilización occidental, que mueve recursos por valor de 800 mil millones de dólares al año.[4] La industria armamentista es a la vez beneficiaria de las ganancias de un mercado regulado, de un mercado negro paralelo y además de los subsidios estatales y las ganancias que provienen del impulso al desarrollo científico y tecnológico en campos estratégicos. Las investigaciones de punta en microelectrónica, telecomunicaciones, biotecnología e ingeniería genética, por ejemplo, se desarrollan bajo la custodia del Departamento de Defensa de Estados Unidos;[5] es decir, se trata de innovaciones tecnológicas que sirven, primero que nada, para actividades de control militar y geopolítico.
b) Otro de los grandes negocios de la actualidad es la producción y tráfico de narcóticos, en el que se manejan sumas de 400 mil millones de dólares y que, además de promover un consumo dañino, genera una descomposición social creciente por los altos grados de corrupción que lo acompañan. Si éstos son dos de los mayores negocios de nuestro tiempo, ¿cómo descalificar la rebeldía de una población que no se conforma con morir de hambre?
c) El deterioro ambiental de los últimos cincuenta años no tiene precedente y ha alcanzado niveles de irreversibilidad que amenazan la vida en el planeta[6] (ver, como ejemplo, el mapa 2). "Se estima que diariamente desaparecen alrededor de 20 000 hectáreas de selvas en el mundo [...] a un ritmo promedio anual de 100 000 a 200 000 kilómetros cuadrados."[7] La agresión contra el medio ambiente es constante, por el uso voraz y descuidado de sus recursos, por el empleo de agroquímicos, por su monopolización y por los efectos directos o secundarios de las alteraciones genéticas, de la extracción petrolera, de la extensión de la frontera ganadera[8] y de la industrialización. La concepción de la naturaleza que tiene la cultura occidental y la manera como se relaciona con ella es lesiva y provoca su destrucción. Aun en su afán por potenciar sus cualidades o su utilidad práctica, tiende a privilegiar especies económicamente rentables y a expulsar a los grupos humanos que, en su interacción con la naturaleza, han contribuido a conformar la diversidad y riqueza ecológica que las presiones productivistas están destruyendo.[9]
3) El mercado promueve la atomización como premisa de la intermediación que ejerce. Crea así no solamente una pulverización del colectivo social, sino la negación del otro como medio de afirmación propia. La penalización de la otredad se convierte en un mecanismo recurrente de expulsión de los espacios de decisión y de poder y, simultáneamente, de encierro del otro, a pesar de que eso que llamamos otredad comprende a la mayor parte de la población mundial. Se desarrolla así un sistema de aprovechamiento y castigo de la diferencia, de ghettización de la sociedad y de concentración o monopolización del poder que aumenta incesantemente el número de excluidos.
a) Uno de los extremos de esta contradicción con respecto al otro, objeto de la dominación, es el racismo. El racismo, que justifica la opresión, que obliga al otro a someterse, que lo penaliza por ser diferente pero a la vez le impide dejar de serlo, es el mecanismo más perfecto de creación de la alteridad. El otro es así todo aquel diferente a quien ejerce el poder, todo aquel negado por la competencia, y la alteridad se erige como mecanismo de selección y exclusión. En ella se inscriben las mujeres, los homosexuales, los anarquistas, los de la piel no blanca, los de la religión equivocada: todos los que han ido quedando fuera de los espacios de decisión y de poder.
Solamente que, en la sociedad contemporánea, el poder se ha concentrado a tal grado que el ensanchamiento del espacio de la alteridad se ha empezado a convertir en una de sus mayores amenazas.
b) La exclusión social y política se ve acompañada de una exclusión territorial y del desposeimiento total de los elementos indispensables para la supervivencia. La profundización de las relaciones de mercado supone una escala de privatización que atenta contra la existencia misma, al abarcar los medios y vías de comunicación, los territorios, el agua y el resto de los recursos vitales. En un mundo donde la miseria crece cotidianamente, el acceso a los recursos vitales está en función de la capacidad de compra o demanda efectiva que todos los días es expropiada a la población por efecto de la competencia y la productividad.
4) Este proceso general de precarización de la vida conduce a una contradicción entre los valores éticos y la concentración y conservación del poder. Efectivamente, el mantenimiento del poder en estas circunstancias exige el desarrollo de una serie de mecanismos ilegítimos: desde fraudes electorales y corrupción en los distintos niveles de gobierno, hasta los escándalos en los sistemas de aplicación de la justicia y los crímenes de estado. La libertad, la igualdad y, por tanto, la democracia, principios fundadores de la sociedad occidental, se vuelven palabras sin sentido que contradicen la realidad. Cuando el único ente validador es el mercado, la democracia y la justicia son un ejercicio del poder. Y el poder no puede ser legítimo cuando se nutre de exclusión.
Espacios de legitimidad de la voz maya-zapatista
¿La toma del poder? No, apenas
algo más difícil: un mundo nuevo
Subcomandante Insurgente Marcos
Frente a esta ilegitimidad o crisis civilizatoria de Occidente, emergen las civilizaciones ocultas en la resistencia de más de 500 años. Cinco siglos de opresión, de sometimiento y de aculturación parecen haber constituido una difícil etapa en el devenir de estas civilizaciones, pero no su aniquilamiento. Durante estos años de opresión y resistencia han aprendido, han modificado sus imaginarios, costumbres y formas de vida, pero también han crecido en dignidad. En todos los continentes se pueden observar atisbos de la emergencia de estas culturas y de su reposicionamiento frente a la civilización occidental, en la que, de una manera u otra, estuvieron sumergidas todos estos años. Sin embargo, sus distintos horizontes y sistemas de organización interna, así como sus entornos particulares, han dado lugar a movimientos y propuestas de carácter muy diferente. En algunos casos, como en la antigua Yugoslavia, o en las distintas expresiones de la rebelión musulmana, los trazos de reconstrucción civilizatoria se confunden en ocasiones con un afán destructivo que los contradice de manera preocu-pante. En otros, el camino hacia una reconstrucción de la dignidad del ser humano permite vislumbrar horizontes civilizatorios de mayor altura, correspondientes al trazado de una nueva era histórica. Mi hipótesis de trabajo es que, dentro de estas civilizaciones en resistencia que emergen ante la pérdida de legitimidad de la cultura occidental, el mayor desafío civilizatorio ha sido planteado por los mayas de Chiapas a través, fundamentalmente, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y sus comunidades de base.
Aun considerando que el pueblo maya no existe como tal, sino que es un conjunto de grupos étnicos organizados regionalmente, con iniciativas particulares e incluso con diferencias que en ocasiones llegan a ser importantes en sus relaciones, hay rasgos comunes que se repiten con modalidades distintas y un gran número de confluencias que conforman un mismo universo cultural, una misma cosmovisión y una historia compartida. Los zapatistas no solamente forman parte de ese pueblo en re-construcción, sino que son portadores de la expresión más completa y sistematizada de su representación del mundo y su utopía, así como de su crítica a la modernidad occidental.[10]
Los zapatistas son el resultado de una difícil convivencia entre diferentes grupos mayas (tzeltales, tzotziles, choles y tojolabales) en un territorio limitado, disputándose los escasos recursos. Esta condición los lleva a entender tres cuestiones esenciales que constituyen los pilares más sólidos de su proyecto de construcción del nuevo mundo y que les dan la posibilidad de de-safiar a la cultura occidental y de convertirse en la voz más universal de las civilizaciones y grupos en resistencia:
1) En primer lugar, la reafirmación de su existencia como colectivo, de su organización comunitaria como fuerza básica de resistencia y construcción.
De conformidad con un contexto cultural y productivo previo y con la división internacional del trabajo en sus distintos periodos, el proceso de acumulación de capital en Chiapas sustenta sus ganancias en la renta de la tierra y en la sobreexplotación de la fuerza de trabajo, mediante un régimen que combina el trabajo indígena estacional en fincas y monterías con la permanencia de los indios en sus comunidades durante el resto del tiempo, o con la de las familias que arrancan algunos frutos a las escasas tierras de producción (Bartra, 1995; Ceceña, 1995). La comunidad es así, contra-dictoriamente, necesaria para la reproducción del capital que expulsa hacia ella una buena parte de los costos de reproducción de la fuerza de trabajo, pero también un obstáculo a su expansión ilimitada, porque es el territorio en el que se construye día a día la resistencia (EZLN, 1994, 1995, 1997).
La necesidad de controlar a las poblaciones indígenas y la búsqueda de ganancias rápidas y abundantes llevó, en estas circunstancias, a la conformación de un sistema de absorción/expulsión de mano de obra y de agrupamiento de las poblaciones indias en espacios delimitados donde asegurar la reproducción precaria de los contingentes de trabajadores. La comunidad fue el espacio de confinamiento y de refugio donde se mantenían y desarrollaban costumbres y tradiciones, donde se completaba la subsistencia y donde la única manera de sobrevivir y de enfrentar la impunidad era la organización colectiva. En palabras del Subcomandante Insurgente Marcos, "El trabajo colectivo, el pensamiento democrático, la sujeción al acuerdo de la mayoría, son más que una tradición en zona indígena, han sido la única posibilidad de sobrevivencia, de resistencia, de dignidad y rebeldía".[11]
La misma dinámica extensiva de la producción se ocupó de ir despojan-do y amagando a las comunidades para que la precariedad extrema en que llevaban su existencia garantizara mano de obra dócil y suficiente en los momentos de siembra y cosecha o de tala y recolección. Pero esa misma dinámica, aunada a la resistencia de las poblaciones sojuzgadas, impidió su desaparición y las convirtió en el centro de procesamiento de una rebeldía que crece en la medida en que el sistema económico mundial exige nuevas reconversiones productivas, una redefinición de la importancia de los recursos naturales y un reposicionamiento territorial que implica, en el extremo, el aniquilamiento de las comunidades o el surgimiento de un nuevo horizonte epocal.
2) El segundo punto de apoyo del proyecto zapatista lo constituye el he-cho de que el EZLN es producto de la confluencia entre lo que podríamos llamar la cultura de la intersubjetividad, siguiendo a Carlos Lenkersdorf (1996), y la cultura de la otredad.
Con una perspectiva histórica de largo alcance que les permite vislum-brar la posibilidad de modos de organización social distintos, y obligadas por los constantes desplazamientos o despojos de tierras, primero a enfrentarse entre sí y después a convivir, las comunidades refuerzan sus prácticas de relación consensual, aprenden a concebir la diversidad sin jerarquías y a tejer las primeras redes de resistencia sin vanguardias que las guíen, sin dirigentes que sientan la obligación de educar a las masas y con total respeto por el otro. Tradición y realidad se combinan para ir construyendo la utopía de un mundo en el que quepan muchos mundos como una modernidad posible y diferente.
Esta especial combinación de rebeldía de la otredad penalizada y la organización colectiva sin mediaciones ni jerarquías, con mandatarios revocables, sumada a la convicción de que las estructuras de poder reproducen siempre las otredades, da al discurso zapatista una validez universal y le permite formular un nuevo horizonte, ahí donde la sociedad occidental no tiene respuestas y donde las que aventuró Europa del Este tampoco aportaron soluciones.
Al revisar los comunicados emitidos por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y sus comunidades de base se observa una coherencia impecable, desde la Primera hasta la Quinta Declaración de la Selva Lacandona. Es un solo cuerpo discursivo que se relaciona más con una metodología de construcción que con una propuesta tipo; es decir, se trata de una invitación hecha a todos los espacios de la otredad para manifestar su existencia y empezar a tejer una red mundial de resistencias que permita a cada punto discontinuo fortalecerse frente al poder, identificado en este caso como neoliberalismo y el sistema de partido de estado. El contenido de su discurso conduce siempre hacia la construcción de un camino en el que todo puede ser discutido y replanteado, excepto la dignidad. El escenario de llegada, el "nuevo mundo", sólo es definido como ese espacio donde la dignidad[12] y el respeto por el otro sean el entramado de base en el que todos se reconozcan y sin el cual es imposible destruir la injusticia y la exclusión.
La coherencia entre los discursos del Subcomandante Insurgente Marcos, los del Comité Clandestino Revolucionario Indígena y de las comunidades proviene, en gran medida, del largo proceso de validación al que hubieron de ser sometidos dentro del propio territorio maya, antes de cobrar visibilidad mundial.[13] Es decir, ese proceso de destrucción de la otredad dio inicio, desde hace mucho tiempo, pero sólo se hizo visible en el mundo occidental el 1° de enero de 1994.
3) En tercer lugar, los mayas zapatistas saben que en su coherencia les va la vida. Es decir, que el único camino para evitar el exterminio y para recuperar su derecho al ser consiste en la construcción de un mundo sin estructuras de poder y con respeto total a la diferencia. De otro modo, el hecho de ubicarse en el extremo de la larga cadena de otredades los señala como los más cercanos a la eliminación. Por eso los puntos centrales de su discurso se dirigen siempre a deshacer candados, a desmantelar las expresiones capilares del poder (Foucault, 1979) de manera que les permita ir rompiendo ghettos para desafiar así, humilde pero certeramente, a los megapoderes que conducen lo que ellos califican como "Cuarta Guerra Mundial" (Subcomandante Insurgente Marcos, 1998).
En este contexto, los principios sobre los que se asienta su discurso son justamente la contraparte de los espacios de vulnerabilidad o de peligro de la sociedad occidental. Los elementos más poderosos de su propuesta y que constituyen un auténtico desafío a la civilización occidental son, desde mi punto de vista: 1) partir de la diversidad como base (no penalizar, no jerarquizar, sólo reconocer); 2) la práctica de elaboración y toma de decisiones por consenso: si todos participan en la elaboración de una decisión estarán convencidos de ella y contribuirán a su realización; 3) la revocabilidad en los cargos de representación que impide construir estructuras de poder personales (o carrera política, burocrática, etcétera); 4) la negativa en la práctica a constituirse como vanguardia;[14] 5) la concepción de un mundo sin estructuras de poder y, por tanto, el rechazo de la toma del poder como su vía de acceso.
En sus propias palabras, ahora que han reconquistado el derecho a hablar o a callar, a lo largo de estos casi cinco años de lucha, hay tres conceptos que resumirían su modesto pero certero desafío a la sociedad occidental:
a) CAMINAR AL PASO DEL MÁS LENTO
Contrariamente a la lógica de la competencia y la acumulación, la propuesta de caminar al paso del más lento se relaciona con la priorización del consenso como principio básico para hacer de las decisiones una posibilidad real, que cuente con el concurso colectivo y que no genere a su paso resistencias. La eliminación del otro, propia de la competencia, se transforma en la necesidad del otro. Se abre así la primera ventana dimensional hacia el nuevo mundo: el otro que la competencia había señalado como inferior o como ineficiente y, por tanto, susceptible de ser eliminado, es concebido aquí como la contraparte insoslayable. Dice el Subcomandante Insurgente Marcos:
Cuando el poder crea la bolsa de olvido en las comunidades indígenas, las comunidades indígenas convierten esa bolsa de olvido en una bolsa de resistencia y empiezan a organizarse para sobrevivir de la única forma que podían sobrevivir, es decir, juntos, en colectivo. La única forma en que esa gente podía asegurarse seguir adelante era juntándose con el otro. Por eso la palabra junto, la palabra nosotros, la palabra unidos, la palabra colectivo marca la palabra de los compañeros. Es una parte fundamental, diría yo, la columna vertebral del discurso zapatista.[15]
Ser más lento no es sinónimo de incapacidad, sino de falta de convencimiento. La duda, en este caso, es lo que permite marcar el rumbo y la medida de lo alcanzable. De nada sirve acelerar un proceso que va generando a su paso las razones de su insustentabilidad.
En este punto el discurso zapatista muestra una gran coherencia, pues no puede proponerse el para todos todo si no se mantiene hasta sus últimas consecuencias el reconocimiento de la diferencia como signo de igualdad (somos iguales porque somos diferentes)[16] y, con ello, la consideración del disentimiento como parte de la construcción de una democracia real. Es decir, el reto consiste en hacer de la diferencia la base de sustento del consenso. Sólo con el acuerdo de todos, y no con la imposición, es posible caminar hacia ese mundo sin privilegios individuales y sin jerarquías que constituye la utopía zapatista. Cualquier desliz en este terreno llevaría a la reproducción irremediable de relaciones de poder y a la deslegitimación de su discurso; es decir, a la cancelación de su utopía:
Es razón y voluntad de los hombres y mujeres buenos buscar y encontrar la manera mejor de gobernar y gobernarse, lo que es bueno para los más para todos es bueno. Pero que no se acallen las voces de los menos sino que sigan en su lugar, esperando que el pensamiento y el corazón se hagan común en lo que es voluntad de los más y parecer de los menos, así los pueblos de los hombres y mujeres verdaderos crecen hacia dentro y se hacen grandes y no hay fuerza de fuera que los rompa o lleve sus pasos a otros caminos.[17]
b) MANDAR OBEDECIENDO
Una sociedad construida sobre la base del consenso en que no se acalle la voz de las minorías, sino que forme parte de la voluntad colectiva, es correlativa a la propia concepción de sus estructuras y dinámicas de representación. Los encargados de ejecutar los consensos, los que la comunidad ha designado como sus gobernantes, se han comprometido a servir al colectivo que los justifica como tales.
Fue nuestro camino siempre que la voluntad de los más se hiciera común en el corazón de hombres y mujeres de mando. Era esa voluntad mayoritaria el camino en el que debía andar el paso del que mandaba. Si se apartaba su andar de lo que era razón de la gente, el corazón que mandaba debía cambiar por otro que obedeciera. Así nació nuestra fuerza en la montaña, el que manda obedece si es verdadero, el que obedece manda por el corazón común de los hombres y mujeres verdaderos. Otra palabra vino de lejos para que este gobierno se nombrara y esa palabra nombró "democracia" este camino nuestro que andaba desde antes que caminaran las palabras.[18]
En una sociedad organizada en torno a la expulsión masiva de las esferas del poder y en la que, por un sortilegio de la democracia representativa, sus miembros se ven compelidos a obedecer a sus gobernantes so pena de ser acusados de desacato, subversión y hasta terrorismo, el mandar obedeciendo se convierte en un concepto sumamente atractivo.
La legitimidad democrática, en efecto, estriba en la compatibilidad entre gobernantes y gobernados, partiendo, evidentemente, del reconocimiento de las diferencias en el seno de estos últimos. La democracia no se concibe como homogeneidad sino como acuerdo.
El mandar obedeciendo es un concepto que no solamente es encontrado en el discurso zapatista, sino que aparece, de diferentes maneras, en la cosmovisión maya precolombina y, de acuerdo con algunos indicios, desde hace quinientos años logró expresar un sentir universal de los excluidos o víctimas del poder. Fue quizá el primer momento de construcción de la red de resistencias frente al proyecto civilizatorio occidental y una de las aportaciones que, junto con el oro, el cacao, la cochinilla y tantas otras riquezas hicieron los pueblos mesoamericanos a Europa. La construcción de estructuras o redes mundiales de dominación, entonces -y ésta es otra de mis hipótesis de trabajo-, se acompañó de la de redes mundiales de resistencia, aunque, evidentemente, con modalidades y tiempos muy diversos. "... Lo que produce la generalidad de la lucha -dice Foucault-, es el sistema mismo del poder, todas las formas de ejercicio y de aplicación del poder."[19]
Algunos textos o cantigas campesinas europeas recogidas por Carlo Ginzburg lo testimonian así:
Y a ninguno es lícito tener más
que lo honesto de comer y de vestir,
para comer mejor o vestir mejor o estar,
el que quiere mandar debe obedecer.
Cosa impía e inhumana es que abuses,
que los otros por ti tengamos que sufrir;
Dios nos ha hecho ricos y no siervos:
¿por qué quieres que te engorden y te sirvan?
... Y si naces en ciudad, villa o castillo
de bajo linaje, o alto,
no haya diferencia entre uno y otro
y nadie tenga el menor privilegio.
Utopía campesina de Scolio[20]
El mandar obedeciendo, que permite pensar en una estructura horizontal de toma de decisiones y en la prerrogativa de lo colectivo diverso, representa una novedad dentro del pensamiento revolucionario y una de las propuestas más atractivas del discurso zapatista. La legitimidad perdida por el pensamiento occidental y sus estructuras organizativas comprende, aunque sea con matices, a todas sus instituciones, entre las que se encuentran los partidos políticos. La inconformidad con la profesionalización de la política y un sistema de representatividades que suplanta la voluntad de sus representados permite a grandes sectores de la sociedad reconocerse en la propuesta de mandar obedeciendo.
... si se lucha contra el poder, entonces todos aquéllos sobre los que se ejerce el poder como abuso, todos aquellos que lo reconocen como intolerable, pueden comprometerse en la lucha allí donde se encuentran y a partir de su actividad (o pasividad) propia. Comprometiéndose en esta lucha que es la suya, de la que conocen perfectamente el blanco y de la que pueden determinar el método, entran en el proceso revolucionario.[21]
No obstante, la credibilidad del mandar obedeciendo sólo puede conquistarse mediante una resustanciación de la política. La recuperación de la ética política que implica el respeto a la diversidad, la toma de decisiones colectiva, la democracia directa y la revocabilidad inmediata de los gobernantes, constituye en sí misma una transformación sustancial del escenario político, pero no es suficiente si no se acompaña de otros dos elementos: por un lado, la práctica cotidiana de las comunidades que la enarbolan y, por el otro, una posición frente al poder que impida la reproducción de sus jerarquías y dinámicas.
Oponer a una dictadura otra dictadura, combatir un sistema de exclusión con otro es siempre un modo de reproducir las resistencias, la injusticia y la ilegitimidad. Así, superando el pensamiento revolucionario que los antecede en la lucha contra la explotación y la falta de democracia, los zapatistas centran su discurso en el desmantelamiento de las redes de dominación desde sus esferas totalizadas (Subcomandante Insurgente Marcos, 1997) hasta sus más finas capilaridades (Foucault, 1979), buscando eliminar las propias relaciones de poder (Ceceña, 1998).
Para que nosotros podamos construir eso pensamos que había que replantear el problema del poder, no repetir la fórmula de que para cambiar al mundo es necesario tomar el poder y ya en el poder, entonces sí lo vamos a organizar como mejor le conviene al mundo, es decir, como mejor me conviene a mí que estoy en el poder.[22]
Una de las mayores originalidades de este pensamiento revolucionario, emanado de una civilización en resistencia durante medio milenio, es la de pensar en la construcción de un nuevo mundo no desde la destrucción o eliminación, sino desde la creación de bases que permitan hacerlo a partir de la inclusión y el respeto. Para construir ese mundo no es necesario plantearse la destrucción del otro sino su refundación, poniendo como condición la dignidad del ser humano. Como diría el comandante Hernán, "todo para tener un espacio de dignidad humana".[23]
c) UN MUNDO DONDE QUEPAN MUCHOS MUNDOS
... que el mundo no sea el mundo que nosotros queremos o que el poder quiere, sino que sea un mundo donde quepan todos los mundos, tantos mundos como sea necesario para que cada hombre y mujer tenga una vida digna donde sea, y que cada quien esté satisfecho con lo que su concepto de dignidad significa. Para que todos vivamos con dignidad, ése es el mundo que queremos los zapatistas.[24]
Un pueblo que ha crecido en la resistencia, que ha sido víctima de un racismo desmedido y criminal, que ha sido objeto no sólo de una feroz explotación sino también de despojo y de todas las formas de exclusión posibles, tiene dos caminos para rebelarse. O se dirige hacia el suicidio fratricida en un afán de cobrar venganza o revertir las estructuras de poder, como parece estar ocurriendo en otras regiones del mundo, o construye un sendero de reconquista de su derecho al ser a través del reconocimiento de un derecho equivalente en todos los rincones de la tierra. Es decir, dentro del discurso zapatista, la dignidad y ese mundo con democracia, libertad y justicia que buscan, sólo son posibles si se eliminan todas las exclusiones.
En el discurso zapatista la emancipación humana supone la eliminación de la alteridad, pero no de la diversidad. Todos los mundos son posibles porque ninguno se impone sobre los demás, porque cada uno ocupa su espacio, porque respetando la diferencia es como se alcanza la igualdad. Cuando ninguna diferencia es penalizada hay condiciones de ejercer la democracia sobre un elemental principio de reconocimiento mutuo.
La construcción de un mundo en el que quepan todos los mundos es la propuesta más radical que se haya formulado hasta ahora. Frente a un mundo cada vez más articulado pero más pulverizado, donde las relaciones humanas se establecen a través de un sinfín de mediaciones y donde los sistemas de control penetran todos los ámbitos de la vida pública y privada del individuo, la construcción de comunidades, de sistemas personales de relación y de redes de resistencia y rebelión es el desafío más grande a la regulación del mercado, por su capacidad para convertir la exclusión múltiple y variada del mundo occidental en el entramado del nuevo mundo, ése donde hay lugar para todos los mundos, por distintos que sean.
Mientras más global es la exclusión, más universal es la resistencia. Y de la resistencia se nutren los nuevos horizontes civilizatorios de la humanidad.
Contraposición de Horizontes Civilizatorios:
cuadro 4.
Bibliografía
Arendt, Hannah, Sobre la violencia, Joaquín Mortiz, México, 1970.
Banco Mundial, "Poverty and Inequality", Annual World Bank Conference on Development in Latin America and the Caribbean, 1996, Washington, 1998.
Bartra, Armando, "Origen y claves del sistema finquero del Soconusco", Chiapas, n. 1, Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM-Era, México, 1995, pp. 29-52.
---, El México Bárbaro. Plantaciones y monterías del Sureste durante el porfiriato, El Atajo, México, 516 pp.
Ceceña, Ana Esther, "Universalidad de la lucha zapatista. Algunas hipótesis", Chiapas, n. 2, Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM-Era, México, 1996, pp. 7-20.
---, "Neoliberalismo e insubordinación", Chiapas, n. 4, Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM-Era, México, 1997, pp. 33-42.
---, "De cómo se construye la esperanza", Chiapas, n. 6, Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM-Era, México, 1998, pp. 135-47.
---, y Andrés Barreda, "Chiapas y sus recursos estratégicos", Chiapas, n. 1, op. cit., pp. 53-100.
Estrada, Alejandro y Rosamond Coates-Estrada, Las selvas tropicales húmedas de México: recurso poderoso pero vulnerable, SEP-FCE-CONACyT, col. La ciencia desde México, n. 132, México, 1995, 191 pp.
EZLN, Documentos y comunicados, Era, México, 1994, 332 pp.
---, Documentos y comunicados 2, Era, México, 1995, 472 pp.
---, Crónicas intergalácticas. Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, Chiapas, México, 1996.
---, Documentos y comunicados 3, Era, México, 1997, 472 pp.
"Foro Especial para la Reforma del Estado", Chiapas, n. 3, Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM-Era, México, 1996, pp. 73-98. Mesa 5. Por la humanidad y contra el neoliberalismo.
Foucault, Michel, Microfísica del poder, La Piqueta, Madrid, 1979, 189 pp.
Ginzburg, Carlo, El queso y los gusanos, Muchnik, Barcelona, 1986, 187 pp.
Holloway, John, "La revuelta de la dignidad", Chiapas, n. 5, Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM-Era, México, 1997, pp. 7-40.
Lenkersdorf, Carlos, Los hombres verdaderos. Voces y testimonios tojolabales, UNAM-Siglo XXI, México, 1996, 197 pp.
Rajchenberg, Enrique y Catherine Héau-Lambert, "Historia y simbolismo en el movimiento zapatista", Chiapas, n. 2, op. cit., pp. 41-58.
Subcomandante Insurgente Marcos, "Siete piezas sueltas del rompecabezas mundial (El neoliberalismo como rompecabezas: la inútil unidad mundial que fragmenta y destruye naciones)", Chiapas, n. 5, op. cit., pp. 117-44.
Toledo, Alejandro, "El desastre ecológico del Sureste", en La Jornada Ecológica, México, 18 de marzo de 1996.
Velasco, Edur y Richard Roman, "Migración, mercados laborales y pobreza en el Septentrión Americano", Chiapas, n. 6, op. cit., pp. 41-68.
Notas:
[*] |
Una versión de este trabajo fue presentada como ponencia en el seminario "La sociedad mexicana frente al tercer milenio", organizado por la Coordinación de Humanidades de la UNAM del 7 al 10 de septiembre de 1998. |
[1] |
Ver el artículo de Edur Velasco y Richard Roman, "Migración, mercados laborales y pobreza en el Septentrión Americano", Chiapas, n. 6, Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM-Era, México, 1998. |
[2] |
La situación de América Latina muestra tasas ascendentes de informalización durante todo el periodo de reorganización productiva al que hacemos referencia (1975-1998). Entre 1990 y 1994 pasa de 52.1 a 55.7 por ciento. El caso de Brasil, que podríamos considerar el de mayor desarrollo dentro de los países latinoamericanos, pasa de 52 a 58.4 por ciento en el mismo lapso. Ver Banco Mundial, "Poverty and Inequality", Annual World Bank Conference on Development in Latin America and the Caribbean, 1996, Washington, 1998. |
[3] |
En palabras de Hannah Arendt, no puede haber mayor violencia que la de negarle a alguien la posibilidad de trabajar. Ésa es la mayor humillación y el mayor daño; Hannah Arendt, Sobre la violencia, Joaquín Mortiz, México, 1970. |
[4] |
Declaraciones de R. E. Kendall, secretario general de Interpol, Pulsar, 1998. |
[5] |
Un ejemplo ilustrativo de esto lo encontramos en el desarrollo de los sistemas digitales de comunicación. El famosísimo Internet (red de redes) surge como un sistema privado de comunicaciones del Departamento de Estado norteamericano, de uso exclusivo y estratégico; sin embargo, su desarrollo requería de la intervención de muchos científicos y de su experimentación más generalizada. Así, es "puesto al servicio" de las universidades de ese país y, más tarde, del público en general. El Departamento de Estado todavía conserva como exclusivas parte de las innovaciones introducidas y mantiene un control cercano de sus protocolos y normas de funcionamiento. Un estudio detallado sobre la historia de Internet fue realizado por Octavio Rosaslanda dentro del marco del proyecto Tecnología y calidad de la fuerza de trabajo en América del Norte, y puede ser consultado en Ana Esther Ceceña, "De cómo se construye la esperanza", Chiapas, n. 6, Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM-Era, México, 1998, pp. 135-47. Como este ejemplo hay muchos otros, entre los que se cuenta actualmente el proyecto Genoma Humano, de enorme trascendencia para el avance científico y tecnológico, pero también para la definición del futuro de la humanidad. |
[6] |
"En la región de Los Tuxtlas, al sur de México, por ejemplo, las tasas de destrucción desde 1940 a la fecha han sido muy altas, con un promedio de 4 000 hectáreas anuales. Esta tendencia ha dado como resultado que actualmente sólo quede cerca de diez por ciento de la vegetación selvática original en la región", Alejandro Estrada y Rosamond Coates-Estrada, Las selvas tropicales húmedas de México: recurso poderoso pero vulnerable, SEP-FCE-CONACyT, col. La ciencia desde México, n. 132, México, 1995, p. 121. |
[7] |
Ibid., pp. 11 y 121. |
[8] |
"La expansión de los pastizales en las áreas cálido-húmedas de México también se halla presente en el resto de América Latina y parece ser parte de una lógica mayor de expansión ganadera relacionada con el aumento del consumo de proteína animal en los países industriales, preferentemente Estados Unidos y los de Europa occidental [Barrera, 1992]. Esta necesidad obligó a organismos como el Banco Mundial y el BID a conceder enormes créditos para el desarrollo pecuario, otorgando a México créditos amplios entre 1971-1979, lo que permitió el crecimiento de la ganadería en 2.9 por ciento anual. Así, México es visto por nuestros vecinos como un establo de traspatio", Alejandro Estrada y Rosamond Coates-Estrada, op. cit., p. 124. |
[9] |
"Los civilizadores occidentales iniciaron su tarea simplificadora de la biodiversidad del sureste con el exterminio de su población. Hacia 1550, la población ya se había reducido a 400 mil habitantes, es decir, el 75 por ciento desapareció víctima del primer choque brutal con los recién llegados. Algunos años después, por 1600, se censaron solamente 250 mil pobladores. El primer siglo de la colonia significó así la desaparición masiva del 85 por ciento de la población prehispánica. Las acciones militares, enfermedades, reducciones y encomiendas, redujeron los 250 mil habitantes del área de Laguna de Términos y Tabasco, a 8 200. Del millón cien mil habitantes de Yucatán quedaron 150 mil. En la región del río Coatzacoalcos y Tonalá, vivían escasos 3 mil pobladores. Los 80 mil habitantes del Soconusco se redujeron a 4 mil. Sólo los de los altos de Chiapas, los zoques y los mixes oaxaqueños, mejor resguardados por sus sierras, se pudieron salvar del exterminio", Alejandro Toledo, "El desastre ecológico del Sureste", en La Jornada Ecológica, México, 18 de marzo de 1996, p. 4. |
[10] |
Sobre el imaginario zapatista y sus horizontes civilizatorios, una referencia básica es el artículo de Enrique Rajchenberg y Catherine Héau-Lambert, "Historia y simbolismo en el movimiento zapatista", Chiapas, n. 2, Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM-Era, México, 1996. |
[11] |
EZLN, "Chiapas: el Sureste en dos vientos, una tormenta y una profecía", Documentos y comunicados, Era, México, 1994, p. 62. |
[12] |
Sobre el lugar de la dignidad en el discurso zapatista, ver John Holloway, "La revuelta de la dignidad", Chiapas, n. 5, Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM-Era, México, 1997. |
[13] |
Esto es también lo que otorga al movimiento su carácter de insurrección popular y le concede autoridad moral en todos los escenarios en los que se manifiesta. |
[14] |
"... no queremos ni podemos ocupar el lugar que algunos esperan que ocupemos, el lugar del que emanen todas las opiniones, todas las rutas, todas las respuestas, todas las verdades, no lo vamos a hacer", EZLN, "Discurso del subcomandante Marcos ante la CND", Documentos y comunicados, op. cit., p. 310. |
[15] |
EZLN, Crónicas intergalácticas. Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, Chiapas, México, 1996, p. 67. |
[16] |
Ibid., "Discurso de bienvenida de la mayor Ana María". |
[17] |
EZLN, Documentos y comunicados, op. cit., p. 175. [Cursivas mías.] |
[18] |
Ibid., p. 176. [Cursivas mías.] |
[19] |
Michel Foucault, Microfísica del poder, La Piqueta, Madrid, 1979, p. 86. |
[20] |
Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, Muchnik, Barcelona, 1986. [Cursivas mías.] |
[21] |
Michel Foucault, op. cit., p. 86. |
[22] |
EZLN, "Intervención oral del Subcomandante Insurgente Marcos", Crónicas intergalácticas..., op. cit., p. 69. |
[23] |
Ibid., p. 182. |
[24] |
Ibid., p. 70.
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Revista Chiapas
http://www.ezln.org/revistachiapas
http://membres.lycos.fr/revistachiapas/
http://www33.brinkster.com/revistachiapas
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Chiapas 7 1999 (México: ERA-IIEc)
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