Chiapas
12


Joaquín Giménez Héau
ICBG:* laboratorio global o negocio redondo

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Presentación

Ana Esther Ceceña,
La territorialidad de la dominación. Estados Unidos y América Latina

Boaventura de Sousa Santos,
Nuestra América. Reinventando un paradigma subalterno de reconocimiento y redistribución

Julio C. Gambina,
Resistencia internacional a la globalización neoliberal


DEBATE

Atilio A. Boron,
La selva y la polis, Interrogantes en torno a la teoría política del zapatismo

John Holloway,
La lucha de clases es asimétrica

Emir Sader,
La izquierda latinoamericana en el siglo XXI

Sergio Tischler,
La crisis del sujeto leninista y la circunstancia zapatista


PARA EL ARCHIVO

Antonio Paoli,
Lekil kuxlejal. Aproximaciones al ideal de vida entre los tseltales

Joaquín Giménez Héau,
ICBG: laboratorio global o negocio redondo

Entrevista con Digna Ochoa y Rafael Álvarez


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En los últimos años hemos presenciado un auge de la biología molecular y un gran desarrollo de la tecnología en el área de las ciencias, sobre todo en biología y química, lo que ha sido aprovechado para atacar enfermedades que han aquejado al ser humano durante siglos. La estrategia usada por los biólogos moleculares con este fin ha sido la proyección de medicamentos a medida o drug design. Este procedimiento consiste en crear dentro del laboratorio, y con ayuda de computadoras, un medicamento especializado en una enfermedad específica, lo cual se logra conociendo la estructura molecular de la sustancia patógena; entonces, como en un juego de mecano, los científicos construyen una molécula que al adherirse al patógeno lo neutraliza. Es como si la enfermedad fuera un candado que debe ser abierto con una llave fabricada a la medida gracias al conocimiento de su cerradura.

Diseñar una molécula por completo desconocida por el hombre, aún con ayuda de potentes computadoras, es una labor muy compleja. Sin embargo existen científicos que desde hace algunos años han abrazado la idea de aprovechar los 4 500 millones de años de experiencia en la fabricación y mejoramiento de moléculas que tiene la naturaleza, en lugar de intentar crearlas en laboratorio. La cantidad de organismos en donde se pueden encontrar distintas moléculas con cualidades medicinales (llamadas activos biológicos) es tan grande como la cantidad de especies que existen en nuestro planeta. Hasta nuestros días se han identificado y clasificado 1.7 millones de especies, pero aún existen muchas más que no han sido registradas por el ser humano. La cantidad de especies que habitan nuestro planeta sigue siendo un punto de debate, pero la mayoría de los taxónomos calculan que esta cantidad se encuentra entre los 8 y los 15 millones de especies, aunque algunos han llegado a calcular hasta 100 millones. Es indiscutible que conocemos sólo una pequeña parte de los seres vivos que nos rodean. Son más exactos los cálculos de la cantidad de estrellas existentes en nuestra galaxia que el número de especies con las que compartimos nuestro planeta. La cantidad de activos biológicos que existen en los organismos que desconocemos es incalculable; por tal motivo se han emprendido verdaderas cruzadas hacia las zonas menos exploradas de la biosfera. Las selvas y los ecosistemas marinos son objeto de exploraciones científicas en busca de curas para enfermedades tales como el sida o el cáncer.

Muchos de los activos biológicos capaces de curar enfermedades han dejado de existir antes de que los conociéramos, debido a la extinción masiva de organismos provocada por el hombre. Se ha calculado que la extinción de organismos en el planeta es quinientas veces mayor ahora que cuando apareció el hombre sobre su faz. 500 especies de insectos, 400 de crustáceos y 900 de moluscos se encuentran hoy en peligro de extinción, así como una cuarta parte de los mamíferos, una décima de las aves, 20 por ciento de los reptiles, 25 por ciento de los anfibios y 34 por ciento de los peces. Los ecosistemas que más han sufrido esta acción destructiva son los menos conocidos: los bosques tropicales. En un kilómetro cuadrado de selva existen decenas de miles de especies, mientras que en otros ecosistemas existen en promedio menos de mil. Cada siete años se pierde un millón de hectáreas de selvas, por lo que en el año 2025, si esta destrucción continúa, se habrán perdido la mitad de los bosques tropicales que hoy existen. Se calcula que cada hora desaparecen tres especies, cada día 74 y al año 27 mil. Esto significa que cada año hay 27 mil oportunidades menos de encontrar activos biológicos capaces de neutralizar el sida o el cáncer, entre otras enfermedades. Por este motivo, a la par de la búsqueda de activos biológicos se realizan actividades de conservación.

Se llama bioprospección a la búsqueda de activos biológicos en seres vivos con el fin de obtener medicamentos. Se realiza principalmente en plantas vasculares, microorganismos, hongos e insectos. En estos últimos, se busca encontrar las moléculas que les permiten ser portadores de enfermedades producidas por parásitos sin verse afectados.

Existen tres métodos para recolectar los materiales usados en la bioprospección. Uno es la recolección al azar de muestras, que consiste en recoger organismos sin seguir ningún criterio establecido; con ello se pretende obtener gran cantidad de muestras cubriendo un rango muy amplio de niveles taxonómicos, de zonas geográficas y ecológicas, así como una muestra amplia de la diversidad genética dentro de una población. Otro método de bioprospección es la quimiotaxonómica, que consiste en la recolección de plantas provenientes de familias o géneros conocidos por la presencia de activos biológicos. Este método tiene la ventaja de que se invierte menos tiempo y recursos para analizar las muestras, ya que la probabilidad de encontrar activos biológicos es alta. No obstante, presenta la desventaja de que se trabaja sobre plantas conocidas, dejando de lado la gran cantidad de especies que aún no se han clasificado.

El tercer método de bioprospección es el que aprovecha el conocimiento tradicional de las plantas que tienen las comunidades locales. En los países en desarrollo, 80 por ciento de la gente trata las enfermedades con medicinas tradicionales extraídas de plantas. Esta forma de bioprospección reduce la cantidad de especies que deben ser recolectadas; sin embargo, precisa de un complejo equipo de científicos tanto bioquímicos como sociales para obtener la información de las comunidades y someter las muestras a los respectivos análisis.

Una vez que se han obtenido las muestras, éstas se trituran para extraer y purificar los compuestos químicos que contienen. Estos extractos son enviados a laboratorios donde son tratados para encontrar aquellos que presentan una actividad biológica capaz de hacer frente a una enfermedad. En promedio, en cada 100 mil compuestos analizados se encuentra una molécula que puede tener una utilidad farmacéutica, por lo que puede tardar de quince a veinte años el proceso de producción de un nuevo medicamento, desde la recolección de las plantas en el campo, hasta su lanzamiento en el mercado.

Las pruebas a las que son sometidos los extractos vegetales en los laboratorios son extremadamente caras, por lo que se acostumbra realizar pruebas tempranas en las zonas de recolección. Estas pruebas son poco exactas, pero pueden definir qué compuestos no tienen ninguna actividad biológica, o cuáles ya existen en otros medicamentos comercializados.

Los ensayos bioquímicos de laboratorio muestran las células o componentes celulares con utilidad farmacéutica, sin tener la necesidad de realizar estudios toxicológicos o pruebas clínicas para conocer su mecanismo de acción, ya que con este tipo de análisis se puede entrever el mecanismo que seguirá la droga antes de ser desarrollada. En muchas ocasiones no es un solo compuesto activo el que puede resultar beneficioso en la farmacéutica, sino una secuencia de reacciones entre varios compuestos. Esto se revela utilizando otros métodos bioquímicos de exploración llamados ensayos de sendero, ya que son capaces de hacer un seguimiento de las distintas etapas que atraviesan los compuestos al reaccionar unos con otros.

Existen compuestos activos que sólo reaccionan ante la presencia de otra molécula, incluso proveniente de otro organismo. Esto representa un gran problema, ya que para poder observar sus cualidades farmacéuticas en las pruebas de laboratorio, se requiere de la presencia de todas las moléculas involucradas en el proceso, lo que no resulta evidente en el momento de realizar la recolección en el campo. Esto se puede solucionar mediante un exhaustivo estudio ecológico de la región, con el fin de conocer las interacciones que existen entre los distintos organismos, identificando así cuáles requieren de la presencia directa de alguna otra molécula. Pero un procedimiento más sencillo consiste en aprovechar los conocimientos que han adquirido las comunidades locales, a lo largo de miles de años, de su entorno ecológico. Para el procesamiento de los compuestos, se realizan en este caso estudios de las prácticas y medicamentos tradicionales, observando y analizando su vía de ingestión, la forma en que se preparan y si se consumen mezclados con otros organismos. Estos estudios requieren de un fuerte equipo multidisciplinario formado por médicos, epidemiólogos, investigadores y científicos sociales.

En la bioprospección no solamente se buscan metabolitos secundarios para ser usados como compuestos activos en medicamentos; también se trata de identificar secuencias génicas con el fin de mejorar los cromosomas de los vegetales, convirtiéndolos en alimentos transgénicos. También las interacciones ecológicas entre los organismos son de gran interés en la bioprospección, ya que se pueden aprovechar para la formación de pesticidas y abonos naturales que disminuyan la contaminación ambiental.

Los productos derivados de la bioprospección generan grandes ganancias. En 1995, el valor de mercado previsto para derivados farmacéuticos de la medicina tradicional de pueblos indígenas representaba 43 mil millones de dólares en todo el mundo (OMPI). Las industrias farmacéuticas que elaboran estos productos a partir del conocimiento tradicional buscan asegurar sus ganancias por medio del sistema de patentes, lo que ha desencadenado una gran polémica mundial. ¿Es posible patentar un conocimiento tradicional?

La patente representa el reconocimiento de alguna innovación y debe implicar un avance en la tecnología existente.

Si existieran escritos previos donde ya se menciona el producto patentado, se da paso al inmediato desconocimiento de los derechos de propiedad intelectual en cuestión. En el caso del conocimiento tradicional, los etnobotánicos y etnofarmacólogos han publicado desde hace años relatos acerca del uso de plantas medicinales en comunidades indígenas, lo que nulifica la obtención de patentes por parte de éstas ya que, aunque sean las comunidades las que han generado el conocimiento, las primeras descripciones escritas están realizadas por personas ajenas a esas poblaciones. Otro motivo por el que las comunidades indígenas no pueden patentar su conocimiento es que no son consideradas sujeto de derecho, a diferencia de las empresas farmacéuticas. Para lograr una patente de algún producto desarrollado por múltiples inventores, como es el caso del conocimiento tradicional, también se requiere que todos ellos estén registrados como tales, cosa que resulta imposible en las sociedades indígenas, donde gran parte de su saber es transmitido oralmente a lo largo de generaciones por centenares de personajes. Inclusive hay conocimientos tradicionales que las comunidades creen que pertenecen a la naturaleza, como es el caso de los aborígenes australianos que habitan la región de Kimberly quienes consideran, dentro de su cultura, que quien les ha transferido sus conocimientos es un ser mitológico llamado Wandjina. En el caso de México, las comunidades indígenas no son consideradas sujetos de derecho sino entidades de interés público, lo que las imposibilita de ser propietarias de patentes. Las empresas, en cambio, sí son sujetos de derecho, lo que les permite la protección legal de sus productos mediante el sistema de patentes. Ello es consecuencia de la homogenización de los sistemas legales en nuestra sociedad. El conocimiento tradicional es un conocimiento colectivo, imposible de patentarse bajo las normas actuales de propiedad intelectual.

En la legislación vigente acerca de la propiedad intelectual, no existe ninguna obligación para las empresas que utilicen el conocimiento médico tradicional de los pueblos originarios, ni siquiera la de ofrecer alguna compensación reconociendo su participación en la producción de nuevos medicamentos.

Éste es el resultado de leyes diseñadas por las culturas occidentales con base en criterios de imposición y poder. La idea de patentar surgió en Venecia en el siglo XV y se generalizó en los países industrializados en el siglo XIX. Este sistema fue creado entonces para una cultura que presentaba una visión diferente a la de otras culturas sobre la propiedad. En muchas comunidades indígenas no existe el concepto de propiedad individual sobre la tierra, e incluso sobre los recursos que ésta produce; por eso, el concepto de propiedad intelectual resulta absurdo para muchas comunidades. Sin embargo, hoy en día se ven expuestas a estas normas económicas, ya que los intereses comerciales de las empresas farmacéuticas han llegado hasta la cultura de las comunidades indígenas por medio de la bioprospección.

Se han creado muchas organizaciones en todo el mundo con el objeto de proteger la propiedad intelectual de los pueblos indígenas, pero hasta el momento las discusiones continúan sin que se generen nuevos reglamentos internacionales al respecto. En 1992 se logró un convenio sobre diversidad biológica por el que se reconoció el valor intrínseco de la biodiversidad, el interés común en su conservación y la necesidad de que las comunidades indígenas y campesinas participen de forma equitativa de las ganancias resultantes de su utilización. El convenio aún no ha sido firmado por Estados Unidos.

En marzo de 1991, el Instituto Nacional de Salud (NIH por sus siglas en inglés), la Fundación Nacional de Ciencia y la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos convocaron a una conferencia sobre el descubrimiento de drogas, diversidad biológica y crecimiento económico. Participaron en ella expertos de estas tres instituciones, más los del gobierno de Estados Unidos y de otros seis países con gran biodiversidad. Concurrieron también participantes de la industria farmacéutica y expertos en etnobiología, medicina tradicional y de leyes de propiedad intelectual. A partir de las conclusiones de esta conferencia, en junio de 1992 se lanzó una convocatoria para formar el consorcio: International Cooperative Biodiversity Group (ICBG), que busca la participación internacional para realizar trabajos de bioprospección con fines farmacéuticos, conservación de la biodiversidad y desarrollo de proyectos económicos sustentables en países del tercer mundo.[1] Entre septiembre y noviembre de ese mismo año, noventa y siete solicitudes respondieron a la convocatoria proponiendo proyectos en trece países de Latinoamérica y el Caribe, siete de Asia, cuatro de África y uno del Medio Oriente. Los proyectos fueron analizados por un grupo multidisciplinario proveniente de universidades, museos, compañías farmacéuticas, el Banco Mundial y otras instituciones sin intereses económicos pero con experiencia en química de productos naturales, leyes de propiedad intelectual, sistemática, ecología, etnobiología y desarrollo internacional.

Se escogieron cinco proyectos ganadores en diciembre del 1993, los cuales serían nuevamente revisados cinco años después, para analizar la conveniencia de extenderlos por otros cinco años. Estos proyectos recibirían un presupuesto anual del gobierno de Estados Unidos que oscilaba entre los 400 mil y 475 mil dólares, aunque posteriormente éste fue aumentado según las necesidades de cada uno. Cada proyecto tenía que contar también con el apoyo económico de la industria privada. Los cinco seleccionados fueron los siguientes:

  1. "Utilización y conservación de la biodiversidad de América tropical", propuesto por el Instituto Politécnico de Virginia. El país donde se desarrolló este proyecto fue Surinam.

  2. "Plantas medicinales peruanas como fuente de nuevos fármacos", propuesto por la Universidad de Washington en St. Louis. El trabajo de campo se realizó en la zona amazónica de Perú.

  3. "Prospección química en un área de conservación de Costa Rica", que se realizó en el área de conservación de Guanacaste y fue propuesto por la Universidad Cornell en Ithaca, Nueva York.

  4. "Desarrollo de drogas y conservación de la biodiversidad en África", dirigido por el Walter Reed Army Institute of Research, con el propósito de trabajar en Nigeria y Camerún.

  5. "Agentes bioactivos provenientes de plantas de zonas áridas en América Latina", propuesto por la Universidad de Arizona en Tucson. Los países donde se realizó este proyecto fueron Chile, Argentina y México.

En febrero de 1997, estos programas fueron revisados con el objeto de discernir cuáles requerían de un segundo periodo de cinco años. En 1998, se finalizó el proyecto de Costa Rica y el de Perú se suspendió posteriormente. Se abrieron tres nuevos proyectos: uno en el sureste mexicano, promovido por la Universidad de Georgia; otro en Panamá, dirigido por el Instituto Smithsoniano, y otro más en Asia, específicamente en Vietnam y Laos. Además, al proyecto de Surinam se sumó también la bioprospección en Madagascar.

El ICBG es entonces un consorcio que extiende su influencia a los tres continentes más pobres: África, América Latina y el Sureste asiático. Con seis proyectos funcionando actualmente, el ICBG ha logrado formar una red de bioprospección en once de los países más ricos en cuanto a biodiversidad: México, Panamá, Madagascar, Surinam, Camerún, Nigeria, Perú, Vietnam, Laos, Argentina y Chile.

Esta red se coordina desde Estados Unidos mediante el Grupo de Asesoría Técnica (TAG por sus siglas en inglés), que está conformado por miembros experimentados pertenecientes a tres instituciones públicas estadounidenses: el Servicio de Agricultura Extranjera (FAS), la Fundación Nacional de Ciencia (NSF) y el Instituto Nacional de Salud (NIH). Este último está conformado a su vez por el Instituto Nacional del Corazón, Pulmones y Sangre (NHLBI), el Instituto Nacional de Abuso de Drogas (NIDA), el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH), el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID), el Instituto Nacional de Cáncer (NCI) y el Centro Internacional Fogarty (FIC). El representante del FIC tiene el cargo de director del Programa de Biodiversidad; en pocas palabras, es el director del ICBG, cuya función principal es la de coordinar todo el proyecto y cuidar que se cumplan las políticas y las actividades estipuladas.

El TAG controla los proyectos en los once países donde actúa agrupándolos en siete subproyectos: sureste mexicano (ICBG Maya); Panamá; Argentina, Chile y México (ICBG Zonas áridas); Perú; Surinam y Madagascar; Nigeria y Camerún; Vietnam y Laos. Cada uno de estos subproyectos es capitaneado por un Líder de Grupo, que debe pertenecer a una institución no lucrativa de Estados Unidos, la cual será responsable legal y fiscal de la distribución de los fondos del programa. El líder de grupo debe coordinar las actividades científicas y administrativas del ICBG en los países que le corresponden.

Región maya

El proyecto del ICBG que más resistencia ha encontrado es el de la zona maya, llamado en español "Investigación, farmacéutica y uso sustentable del conocimiento etnobotánico y biodiversidad en la región maya de Los Altos de Chiapas". Con 11.5 por ciento de las especies mundiales de aves, 10.2 por ciento de mamíferos, 9.1 por ciento de anfibios y reptiles y 10.4 por ciento de plantas, México se coloca entre los seis países que encabezan la lista de la biodiversidad. El estado de Chiapas en particular presenta una amplia variedad geológica, climática e hidrológica, lo cual se traduce en una gran diversidad de organismos. Desafortunadamente, esta riqueza experimenta una acelerada destrucción ocasionada por la explotación desmedida de los recursos naturales y por la ampliación de la frontera ganadera.

Se calcula que en los treinta municipios principales de Los Altos de Chiapas existen cinco mil especies de plantas vasculares, 15 por ciento del total del país (Conabio), muchas de las cuales son endémicas y aún no clasificadas por el hombre. Con toda esta abundancia en especies vegetales, los nativos de esta zona han desarrollado y heredado a lo largo de los siglos una gran cultura de medicina tradicional basada principalmente en el uso de la herbolaria. Utilizan casi 1 800 especies de plantas medicinales para tratar 250 enfermedades relacionadas con anatomía, fisiología y sintomatología de los seres humanos (CIEPAC, A. C.).

A lo largo de los años, las comunidades indígenas han aprendido, con base en el sistema de prueba y error, dónde y cuándo encontrar las plantas con propiedades medicinales.

Utilizando la tecnología a disposición de la bioprospección, se pueden identificar y aislar los compuestos activos que proveen a las plantas sus propiedades medicinales, permitiendo la producción de medicamentos comercializables en todo el mundo y el incremento de ganancias de las farmacéuticas.

Además de las plantas conocidas por los grupos indígenas, en Chiapas existe una gran cantidad de plantas aún no identificadas y clasificadas por los científicos, de las que se pueden extraer compuestos activos con propiedades medicinales. Para acceder a ellas se requiere realizar actividades de bioprospección.

La bioprospección es una de las actividades que realiza el grupo ICBG Maya en la selva chiapaneca. El proyecto se realiza en los municipios de Aldama, Altamirano, Amatenango del Valle, Bochil, Cancuc, Chalchihuitán, Chamula, Chanal, Chenalhó, Chilón, El Bosque, Huitiupán, Huixtán, Jitotol, San Andrés, Maravilla Tenejapa, Mitontic, Ocosingo, Oxchuc, Pantelhó, Pueblo Nuevo, San Andrés Duraznal, San Cristóbal, Santiago El Pinar, Tenejapa, Teopisca, Venustiano Carranza, Yajalón, Zinacantán, Rayón, Simojovel, Sitalá, Motozintla y Bejucal de Ocampo (CIEPAC, A. C.).

Los científicos responsables de estudiar las plantas de la región de Los Altos de Chiapas y de obtener el conocimiento sobre su poder curativo provienen de tres instituciones, que son el Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) de México, con sede en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas; la Universidad de Georgia (UGA) de Estados Unidos y una compañía biotecnológica fundada en 1999 llamada Molecular Nature Limited (MNL) de Gales, en Gran Bretaña. Esta última se derivó de la venta de otra más grande, llamada Xenova Discovery Limited, fundada en 1987.

El director del proyecto (líder de grupo) es el doctor Brent Berlin, un antropólogo graduado en California, profesor e investigador en Ecosur y en la Universidad de Georgia.

Este proyecto, como todos los del ICBG, se divide en programas asociados (PA). En este caso son tres, todos bajo la supervisión del doctor Brent Berlin y la Universidad de Georgia.

El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) es responsable del Programa Asociado 3, Conservación, Agricultura Sustentable y Crecimiento Económico. Su misión es seleccionar y recolectar plantas con potencial medicinal, agroecológico y mercantil, para enviarlas a la Universidad de Georgia, quien las analizará en sus laboratorios.[2] Ecosur tiene también como objetivos crear jardines botánicos y proyectos sustentables, además de gestionar los permisos locales, estatales y federales para todo el proyecto.

El Programa Asociado 2, Etnobiología Médica e Inventario de la Biodiversidad, está a cargo de la Universidad de Georgia y tiene como objetivo analizar en el laboratorio los extractos y muestras con actividad biológica enviados desde Chiapas por Ecosur. Ahí se seleccionan los que son potencialmente explotables para ser enviados al laboratorio de Molecular Nature Limited, en el Reino Unido.

Molecular Nature Limited es la empresa encargada del Programa Asociado 1, Descubrimiento de Medicinas y Desarrollo Farmacéutico. Aquí se evalúan los compuestos químicos enviados por la Universidad de Georgia con el fin de identificar los que puedan convertirse en productos comerciales. Una vez que han seleccionado los compuestos viables, se informa a los otros dos programas asociados de qué plantas se trata para que se realicen recolecciones en grandes cantidades.

El ICBG Maya está proyectado para cinco años, al término de los cuales se evaluará si debe entrar a un segundo periodo de la misma duración. El presupuesto con el que cuenta para el primer periodo por parte del gobierno de Estados Unidos es de 25 millones de pesos, es decir, aproximadamente cinco millones de pesos por año.

Surinam-Madagascar

En octubre de 1993, se inició en Surinam y posteriormente en Madagascar otro proyecto de bioprospección bajo la supervisión del Instituto Politécnico de Virginia. En Surinam participan también Conservación Internacional-Surinam, el Jardín Botánico de Missouri, una compañía de distribución de medicamentos de Surinam llamada Bedrijf Geneesmiddelen Voorziening Suriname-BGVS y Bristol-Myers Squibb, que es una farmacéutica transnacional.

Este proyecto fue revisado en 1998 y se decidió continuarlo durante cinco años más, integrando al grupo original dos nuevos socios: el Centro Nacional de Aplicación e Investigación Farmacéutica (CNARP, por sus siglas en francés) y otra transnacional de la industria biotecnológica llamada Dow AgroSciences.

En este proyecto la responsabilidad de la recolección está dividida en dos equipos. El primero está integrado por el Jardín Botánico de Missouri, el cual, junto con el Herbario Nacional de Surinam, realiza la recolección de plantas con un uso potencial en medicina y agronomía. En 1997, el Jardín Botánico de Missouri había recolectado 1 163 muestras. El segundo equipo lo conforman Conservación Internacional y algunos chamanes locales, quienes comparten su conocimiento ancestral acerca de la vegetación terapéutica de los alrededores de Asindopo, en el centro de Surinam, para encontrar las plantas usadas que puedan presentar activos bioquímicos útiles para la elaboración de medicamentos y agroquímicos.

El material recolectado por estos dos equipos es enviado a Bedrijf Geneesmiddelen Voorziening Suriname-BGVS, la compañía de distribución de medicamentos local, la cual prepara los extractos de estas plantas para enviarlos a Estados Unidos, en donde Bristol-Myers Squibb, Dow AgroSciences y el Instituto Politécnico de Virginia se encargan de experimentar con estos extractos para identificar cuáles tienen un potencial médico, con el fin de industrializarlos y comercializarlos.

En Madagascar el sistema es muy similar. La zona donde se lleva a cabo el proyecto es en la reserva natural de Zahanmena. La recolección y la conservación de la biodiversidad están bajo la responsabilidad del Parque Botánico y Zoológico de Tsimbazaza, Conservación Internacional y el Centro Nacional de Aplicación e Investigación Farmacéutica. Este último se encarga también de producir los extractos vegetales que son enviados a Estados Unidos.

Bristol-Myers Squibb se encarga de identificar los agentes bioactivos útiles en el desarrollo de medicamentos, Dow AgroSciences busca productos naturales que puedan ser usados como agentes agroquímicos y el Instituto Politécnico de Virginia busca productos naturales de la selva que funcionen para la batalla contra el cáncer.

Nigeria-Camerún

Nigeria y Camerún son dos países en donde el ICBG mantiene un proyecto de bioprospección supervisado por el Instituto de Investigación del Ejército Walter Reed, con sede en Washington, D. C. Participan además: Pace University, University of Pittsburgh, Southern Research Institute, University of Ibadan, University of Utah, el Instituto Smithsoniano, el Programa Africano de Biorrecursos, Desarrollo y Conservación (BDCP), la Universidad de Dschang en Camerún, el Centro de Plantas Medicinales y Aromáticas de la Universidad de Nigeria, el Programa de Apoyo a la Biodiversidad de WWF y una empresa trasnacional llamada Shaman Pharmaceuticals.

El Instituto Smithsoniano debe establecer los terrenos de alta biodiversidad en donde se realizará la bioprospección, así como elaborar un inventario de la vegetación. También provee un entrenamiento continuo en taxonomía de plantas, técnicas de colecciones, monitoreo de la biodiversidad, análisis de datos y manejo ambiental para estudiantes locales y técnicos en recursos naturales.

La Universidad de Dschang identifica y caracteriza los activos biológicos de las plantas utilizadas en los remedios tradicionales africanos, obteniendo extractos y realizando los primeros bioensayos en grandes cantidades. Debe mantener un inventario completo de los extractos, su distribución y su papel en los ecosistemas analizados. También realiza phytomedicinas para el mercado doméstico.

El Instituto de Investigación del Ejército Walter Reed busca en estos dos países descubrir drogas antiparásitos y antivirales, además de crear un sistema computarizado de información de plantas medicinales africanas (CISAMAP), incluyendo nombres locales, usos tradicionales, datos florísticos, constituyentes posibles, nivel de conservación y valor agronómico.

El Programa Africano de Biorrecursos, Desarrollo y Conservación (BDCP) se encarga de realizar un inventario etnobotánico, promueve la economía botánica mediante el establecimiento de un fondo de recursos para desarrollo rural y medicina tradicional. Por último, debe recolectar y coleccionar las plantas de las zonas de estudio en el Centro para Plantas Medicinales y Aromáticas de Nsukka, incorporándole un herbario de plantas medicinales, una unidad de procesamiento de plantas y una unidad de procesamiento de datos.

Vietnam-Laos

En el caso de Vietnam y Laos, el ICBG está dividido en cinco programas asociados, todos bajo la coordinación del Programa de Cooperación en Investigación de Ciencias Farmacéuticas de la Universidad de Illinois en Chicago.

El Programa Asociado 1 se encarga de realizar un inventario de la biodiversidad. Los responsables son la Universidad de Illinois, el Instituto de Ecología y Recursos Biológicos de Vietnam, con sede en Hanoi, y el Parque Nacional de Cuc Phuong, en la provincia de Ninh Binh, en Vietnam. La construcción de un inventario de plantas medicinales es el objetivo del Programa Asociado 2 y lo realiza el Centro de Investigación de Medicina Tradicional de Vietnam y Laos.

El Programa Asociado 3 busca el descubrimiento de drogas utilizando muestras y extractos de plantas aportadas por los PA 1 y 2. Como en los casos anteriores, esta parte la lleva a cabo la institución líder, que en este caso es la Universidad de Illinois. También participa en este Programa Asociado el Instituto de Química de Vietnam.

El Instituto de Biotecnología de Vietnam se encarga de la producción de biomasa y del crecimiento económico en el Programa Asociado 4. Finalmente, el desarrollo y descubrimiento de drogas lo realiza Glaxo Wellcome, transnacional del Reino Unido.

Ninh Binh, en donde se realiza el proyecto de bioprospección, es una provincia de Vietnam muy rica en recursos naturales; presenta bosques tropicales, montañas, colinas y una zona muy fértil para la agricultura. El promedio anual de la temperatura es de 23°C. En esta provincia se encuentra, muy cerca de la frontera con Laos, el Parque Nacional de Cuc Phuong.

Toda la información obtenida en este proyecto del ICBG es canalizada al gobierno de Estados Unidos, por medio del director del programa de biodiversidad del Fogarty International Center.

Perú

El doctor Walter Lewis, de la Universidad de Washington en St. Louis, preside el proyecto ICBG Andino, en la zona noreste de Perú, zona irrigada por el río Amazonas que desciende hacia la selva brasileña. En esta área de bosque tropical la biodiversidad es muy alta, y hay una cultura tradicional con muchos conocimientos etnobotánicos. Este proyecto trabaja, como casi todos los del ICBG, con las comunidades indígenas de la zona para conocer qué plantas utilizan con fines medicinales y cómo funcionan estas plantas en los humanos. Se trata en este caso de los pueblos Aguaruna y Huambisa.

Para poder llevar a cabo este proyecto, la Universidad de Washington trabaja junto con el Museo de Historia Natural, la Universidad Peruana Cayetano-Heredia, el Jardín Botánico de Missouri y la farmacéutica transnacional Monsanto Company.

Este proyecto se centra en buscar posibles agentes antivirales, sobre todo contra virus que afectan las vías respiratorias, el herpes, levaduras patógenas y la tuberculosis.

Según la Rural Advancement Foundation International (RAFI), en 1994, cuando este proyecto llevaba un año de iniciado, el Consejo de los Pueblos Indígenas Aguaruna y Huambisa (CAH) se negó a firmar el convenio de cooperación, ya que cuando pidió una copia del contrato en español, el ICBG no lo entregó porque supuestamente no había recursos suficientes.

La RAFI menciona que el proyecto inició la recolección de muestras vegetales en 1995 sin que el CAH hubiera dado su aprobación, lo que provocó que más de cien representantes de las comunidades indígenas firmaran una carta dirigida al Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, el cual se negó a clausurar el proyecto. La RAFI, después de analizar el contrato entre la Universidad de Washington y G. D. Searle & Co. (una subsidiaria de Monsanto), asevera que "si Searle decide que algún valioso extracto proveniente de Perú era ya conocido o accesible para Searle, dicha compañía no tendría obligación alguna de compensar al país o a la comunidad de origen. No obstante, nada impediría a Searle comercializar dicho valioso material genético".[3]

En este contrato, según la RAFI, Searle & Co. donará a la Universidad de Washington 15 mil dólares por un periodo de cuatro años con el fin de que los utilice para el beneficio de las partes participantes en la recolección. También se menciona que se pagarán regalías de hasta uno por ciento si el producto objeto de la licencia "incorpora el extracto vegetal, el producto natural aislado o sintético, o su análogo, o el isómero del mismo presentes en dicho extracto vegetal". También dará el mismo porcentaje de regalías si "es comercializado bajo el mismo uso histórico que de dicha planta hacen las comunidades indígenas de quienes se obtuvo dicho extracto vegetal" (RAFI).

La mitad de ese uno por ciento será utilizada para rembolsar a las instituciones individuales por los gastos que se hayan realizado durante la colecta. El dinero restante se divide en cuatro partes iguales para repartirse entre los cuatro participantes, uno de los cuales se denomina "comunidad o pueblo indígena, u otro (s) colaboradores dentro o fuera del área de recolección, de quien (es) se obtuviese la información original que conduzca al desarrollo de cualesquiera patentes que cubran el producto objeto de la licencia" (RAFI).

Uno de los motivos por los que la RAFI critica este contrato es que las plantas medicinales no son usadas exclusivamente por una comunidad. Incluso 35 por ciento de las plantas son usadas en más de un país. De esta manera, queda bajo la decisión de la compañía a cuál comunidad reconocer como donante de la información.

Este proyecto de bioprospección ya obtuvo resultados, cuando en agosto del año 2000 se anunció que después de realizar un estudio de 1 250 plantas de Perú se encontró que 46 por ciento de éstas presentaban una cierta actividad que impide el crecimiento del mycobacterium tuberculosis, la bacteria causante de la tuberculosis. Éste es el principio de la elaboración de un nuevo medicamento y su respectiva patente proveniente de las selvas tropicales de Perú.

Zonas áridas

El proyecto de bioprospección en zonas áridas busca, como los otros proyectos del ICBG, el descubrimiento de agentes capaces de proteger las semillas comerciales, medicamentos útiles en veterinaria y fármacos capaces de curar en humanos enfermedades cardiovasculares, del sistema nervioso central, desórdenes gastrointestinales, cáncer y problemas de salud en mujeres. Los trabajos de bioprospección se realizan en plantas y microbios provenientes de zonas áridas y semiáridas de Chile, Argentina y México. Se pretende también lograr un crecimiento económico en las zonas de recolección, además de la protección de sus ecosistemas.

Este proyecto está a cargo de la doctora Barbara N. Timmermann, del Departamento de Farmacología y Toxicología de la Universidad de Arizona. Colaboran en los programas asociados el Hansen’s Disease Center de Baton Rouge, Louisiana, American Cyanamid Company, una filial de American Home Products Corporation’s; Wyeth-Ayerst Research Laboratories, la Universidad Pontífica Católica de Chile, en Santiago, el Instituto de Recursos Biológicos de Buenos Aires, la Universidad Nacional de la Patagonia, Argentina, el Centro Nacional Patagónico y la Universidad Nacional Autónoma de México.

Este proyecto se inició en 1993, terminando su primer periodo en 1998, mismo año en el que se autorizó un segundo periodo de la misma duración, que finalizará en el 2003. En este nuevo periodo se pretende expandir el proyecto a las islas de Chile, a la zona del Chaco en Argentina y al sur de México.

Las instituciones de los tres países latinoamericanos involucrados deben realizar la recolección de las plantas en las zonas áridas. Como ejemplo explicaremos el contrato entre el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de la República Argentina y la Universidad de Arizona. La recolección debe ser de cien especies por año, durante cinco años. Estas plantas deben ser clasificadas y deben prepararse siete especímenes de herbario, para conservación e intercambio. Los especímenes de herbario tienen que contar con información extensa sobre la ubicación geográfica, características ambientales, asociaciones vegetales, etcétera. El Instituto de Recursos Biológicos registra los datos y lleva las plantas a la Universidad Nacional de la Patagonia, donde las muestras son molidas para obtener los extractos vegetales, los cuales son enviados a su vez a la Universidad de Arizona, donde serán codificados y enviados a los laboratorios del GWL Hansen’s Disease Center, Wyeth-Ayerst Research Laboratories y American Cyanamid Company, a fin de que las muestras sean sometidas a análisis biológicos de tecnología avanzada. Si alguno de los extractos codificados presenta actividad biológica, es reenviado a la Universidad de Arizona para que sea decodificado, y se informa al grupo que realizó la colecta original para que se organice una nueva recolección del material correspondiente, con el fin de obtener suficiente material para poder continuar con los experimentos. Si se llegara al caso de producir un nuevo fármaco o fitosanitario se realizará de inmediato una patente por parte de la Universidad de Arizona, y se otorgará la licencia exclusiva a favor de una de las tres empresas participantes, la que tendrá a cargo el desarrollo técnico y la comercialización del nuevo producto.

El ICBG es una de las organizaciones de bioprospección que hoy en día están explorando desde las selvas hasta los desiertos de nuestro planeta, en busca de nuevos medicamentos o de tratamientos genéticos para producir alimentos transgénicos.

La participación obligatoria de las empresas privadas en los proyectos del ICBG (el proyecto ICBG Maya fue rechazado en 1993 ya que no contaba con la participación de ninguna empresa privada) muestra que los resultados de tales investigaciones van a rendir frutos económicos únicamente a los grupos participantes que tengan condiciones para ser propietarios de patentes.

Al no poder patentar sus conocimientos tradicionales, las comunidades indígenas deben enfrentarse a la bioprospección patrocinada por empresas, sin ninguna ley que las proteja, mientras las industrias farmacéuticas, paradójicamente, utilizan esos conocimientos para producir medicamentos patentados.

Los resultados científicos de la bioprospección pueden ser de gran importancia en la lucha contra enfermedades mortales, contra la desnutrición o contra otros males que aquejan a los seres humanos. Sin embargo, resulta evidente que la bioprospección que se está llevando a cabo hoy en día en el tercer mundo es, más bien, con fines lucrativos por parte de las empresas involucradas. Este tipo de bioprospección produce medicamentos que son vendidos exclusivamente por la empresa que los patentó, a precios que no son accesibles para grandes sectores de la población mundial entre los que se encuentran las comunidades indígenas, de donde, paradójicamente, provino el medicamento originalmente.

La misma separación del trabajo entre las organizaciones participantes revela el verdadero interés de las empresas farmacéuticas, ya que son ellas junto con las organizaciones norteamericanas las que se encargan de la búsqueda de nuevas drogas en las zonas de alta biodiversidad, mientras que por lo general las organizaciones participantes del país sede se dedican a los proyectos de desarrollo social, económico y de conservación.

El gobierno de Estados Unidos guarda siempre un porcentaje de la patente, lo suficiente para tener control sobre el mercado de los medicamentos, es decir que el gobierno guarda siempre la posibilidad de decidir qué países se verán beneficiados por los nuevos descubrimientos que resulten de la bioprospección. Esto convierte a la biodiversidad en un recurso estratégico, prioritario para las naciones desarrolladas, ya que les puede dar el control sobre las curas de enfermedades que hoy acosan a la humanidad.

La bioprospección es el resultado de un gran avance tecnológico que ha generado tecnologías capaces de procesar y reestructurar la materia orgánica a favor del ser humano. Sin embargo, éste aún no ha sido capaz de resolver problemas sociales como la desigualdad en que se encuentran las distintas poblaciones del mundo. La bioprospección ha hecho que nuevamente surja la pregunta: ¿seremos capaces de controlar las virtudes de la naturaleza sin controlar, antes, nuestros propios vicios?


Referencias bibliográficas

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http://www.tercermundoeconomico.org.uy/TME-75/actualidades01.html

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http://ens.lycos.com/ens/aug2000/2000L-08-04-06.html

Un bosque de medicamentos;
http://www.unesco.org/courier/2000_05/sp/doss24.htm

Vietnam;
http://www.uic.edu/pharmacy/research/icbg/goals.htm

Zonas áridas;
http://ag.arizona.edu/OALS/ICBG/bio-home.html


Notas:

[*]

International Cooperative Biodiversity Group.

[1]

Salvo en caso de indicación contraria, toda la información de este artículo proviene de las páginas y documentos del ICBG.

[2]

Una vez iniciado el proyecto, el ICBG financió casdi un millón de pesos para instalar en Ecosur la tecnología necesaria para realizar las pruebas preliminares en laboratorio de las muestras recolectadas.

[3]

La RAFI afirma que obtuvo este contrato de una fuente anónima.



Revista Chiapas
http://www.ezln.org/revistachiapas
http://membres.lycos.fr/revistachiapas/
http://www33.brinkster.com/revistachiapas

Chiapas 12
2001 (México: ERA-IIEc)


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