Chiapas
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Ana Esther Ceceña,
La territorialidad de la dominación. Estados Unidos y América Latina

Boaventura de Sousa Santos,
Nuestra América. Reinventando un paradigma subalterno de reconocimiento y redistribución

Julio C. Gambina,
Resistencia internacional a la globalización neoliberal


DEBATE

Atilio A. Boron,
La selva y la polis, Interrogantes en torno a la teoría política del zapatismo

John Holloway,
La lucha de clases es asimétrica

Emir Sader,
La izquierda latinoamericana en el siglo XXI

Sergio Tischler,
La crisis del sujeto leninista y la circunstancia zapatista


PARA EL ARCHIVO

Antonio Paoli,
Lekil kuxlejal. Aproximaciones al ideal de vida entre los tseltales

Joaquín Giménez Héau,
ICBG: laboratorio global o negocio redondo

Entrevista con Digna Ochoa y Rafael Álvarez


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Dos imágenes describen, en toda su complejidad, las perspectivas de vida del mundo que nos ofrece este sistema desgastado hasta la perversidad. Por un lado tenemos la que quiere ser la imagen del progreso, del desarrollo tecnológico que domina las fuerzas de la naturaleza, las transforma para su beneficio y las va convirtiendo en su contrario. Ésa es la imagen de los soldados de "la alianza", fuertes, valientes, bien alimentados y maravillosamente pertrechados. Con botas lustradas y las mejores armas, egresados de buenas escuelas donde han aprendido la disciplina del que recibe órdenes, del que no cuestiona y no piensa por sí mismo pero asume su papel de gendarme del mundo, portador del lenguaje de la muerte y del poder.

Por el otro lado vemos las imágenes de la gente sencilla de Afganistán (o de cualquier parte del mundo; obviamente del tercero) que ha sido expulsada de sus tierras con su miseria a cuestas pero con marcas que no la dejarán olvidar que no se puede desafiar al poder o que no se puede vivir pacíficamente en un territorio que otros consideran estratégico. Las imágenes de gente mutilada, de niños condenados a usar piernas o brazos de madera, muletas, con caras quemadas y deformes por la acción de miles de bombas que, dicen, son para combatir al terrorismo.

Las imágenes del terror están en Afganistán. Una, es el terror de convertirnos todos en máquinas de la guerra, en soldados obedientes y defensores de una patria que niega la patria del otro. Es el terror de entregar la libertad a cambio de un terrorismo que combate a otro. Es el terror de pensar en un mundo militarizado que renuncie al placer de las relaciones intersubjetivas y al ejercicio de la politicidad inherente al ser humano, que renuncie al diálogo y al juego, a la risa y al placer de disentir.

Otra es el terror de convertirnos en parias en nuestra propia tierra, en mutilados y expulsados, en desplazados permanentes y esclavos temporales.

Ésas son las imágenes que se nos ofrecen como alternativas: o eres de los nuestros o eres enemigo y se te negará todo, se te arrancará todo, no tendrás descanso.

La guerra genocida emprendida por los grandes poderes que rigen este mundo no inició el 11 de septiembre ni es sólo en Afganistán. Ocurre a diario en las selvas de Chiapas o del Amazonas, en las favelas y las ciudades perdidas de todo el mundo, en Timor y Kosovo, en casi todo el territorio africano y al lado de nuestras casas.

De las dos imágenes del terror no podemos elegir ninguna: ni parias ni asesinos; ni expulsados ni gendarmes.

Nuestra imagen es la del otro mundo, la del mundo de los otros, la de la resistencia, la del mundo en que lo deseable se hace posible, la del que abarca a todos los mundos. La única manera de derrotar la guerra, de impedir asesinatos como el de Digna Ochoa y de convertir en ley el mandato popular y no dictámenes sin legitimidad ni respaldo consiste en dar forma y cuerpo a esa otra imagen, que es la nuestra.

Militar por la paz es empezar a construir ese otro mundo derrotando la guerra como herramienta para dirimir los conflictos. Militar por la paz, por la autodeterminación de los pueblos y contra las guerras imperialistas, declaradas o encubiertas, nos pone en el camino de reencuentro y articulación de las dignidades de los pueblos.

Nada justifica el genocidio y la impunidad.





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Chiapas 12
2001 (México: ERA-IIEc)


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