Chiapas
12


John Holloway
La lucha de clases es asimétrica *

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Presentación

Ana Esther Ceceña,
La territorialidad de la dominación. Estados Unidos y América Latina

Boaventura de Sousa Santos,
Nuestra América. Reinventando un paradigma subalterno de reconocimiento y redistribución

Julio C. Gambina,
Resistencia internacional a la globalización neoliberal


DEBATE

Atilio A. Boron,
La selva y la polis, Interrogantes en torno a la teoría política del zapatismo

John Holloway,
La lucha de clases es asimétrica

Emir Sader,
La izquierda latinoamericana en el siglo XXI

Sergio Tischler,
La crisis del sujeto leninista y la circunstancia zapatista


PARA EL ARCHIVO

Antonio Paoli,
Lekil kuxlejal. Aproximaciones al ideal de vida entre los tseltales

Joaquín Giménez Héau,
ICBG: laboratorio global o negocio redondo

Entrevista con Digna Ochoa y Rafael Álvarez


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El artículo de Atilio Boron (Boron, 2001) plantea con una claridad ejemplar temas que son centrales para cualquier discusión de la estrategia de la izquierda hoy. Espero que esta respuesta breve ayude a abrir la discusión.

Para mí, la cuestión central es la asimetría de la lucha de clases.

En cualquier discusión del poder o de la "toma del poder" en la sociedad capitalista es importante ver que el término "poder" oculta dos sentidos diametralmente opuestos. A veces se refiere a estos dos sentidos con los términos de "potentia" y "potestas", pero prefiero hablar de poder-hacer y poder-sobre.

Por "poder-hacer" quiero decir nuestra capacidad de hacer cosas. Éste es el sentido que usamos muchas veces cuando decimos, por ejemplo, que nos sentimos poderosos o que el movimiento feminista ha dado a las mujeres un sentido de su poder. El poder-hacer es siempre social: nuestro hacer depende siempre del hacer de otros, en el pasado o en el presente, y nuestro hacer crea normalmente las condiciones del hacer de otros. El poder-hacer refiere al flujo social del hacer.

En el capitalismo (o en cualquier sociedad clasista, pero es el capitalismo el que nos interesa aquí), el poder-hacer se metamorfosea en poder-sobre. El poder-sobre es la ruptura del flujo social del hacer. Los que ejercen el poder-sobre separan lo hecho del hacer y del hacedor, y dicen "esto es mío". Este hecho es una precondición para el hacer de otros, de tal forma que los que apropian lo hecho se han apropiado las condiciones de hacer ("los medios de producción") y pueden comandar entonces el hacer de los otros. Cuando lo hecho está separado del hacer, la capacidad de hacer (el poder-hacer) se transforma en poder-sobre, en la capacidad de mandar el hacer de otros. Para estos otros, el poder-hacer se convierte en impotencia. El hacer es todavía social, pero su carácter social está negado por su forma de existencia. El poder-sobre se basa en la negación del carácter social del hacer (su subordinación a la propiedad privada).

El término "poder" oculta por lo tanto dos movimientos antagónicos. Por un lado, el poder-sobre es un movimiento de separar: de separar lo hecho del hacer, lo hecho del hacedor, los hacedores el uno del otro, los hacedores del flujo social del hacer. El capital, en otras palabras, es la metamorfosis del poder-hacer en poder-sobre. "La separación", dice Marx, es "el verdadero proceso de generación del capital" (s/f: p. 351). Por otro lado, el poder-hacer es necesariamente un movimiento en contra de su existencia actual como poder-sobre, un movimiento de unificación, un movimiento para restaurar o crear el flujo directamente social del hacer. Nuestra lucha es la lucha del poder-hacer, la lucha del capital es para transformar el poder-hacer en poder-sobre. Las dos luchas son fundamentalmente asimétricas. La lucha de ellos es para separar, la lucha de nosotros es para unificar. Nuestra lucha no es la lucha del contrapoder: es la lucha del antipoder (ver Holloway, 2001).

En cualquier sociedad clasista, la ruptura del flujo del hacer (la metamorfosis del poder-hacer en poder-sobre) involucra el uso de la fuerza. El capitalismo se distingue de sociedades clasistas previas por el hecho de que la fuerza necesaria para asegurar la apropiación de lo hecho se concentra no en los hacedores sino en lo hecho (como propiedad). En el capitalismo, los hacedores son formalmente iguales a los apropiadores de lo hecho (los capitalistas), así que el uso de la fuerza se concentra en la propiedad de los apropiadores. Esto se puede hacer sólo cuando el uso de la fuerza está separado del proceso inmediato de separar lo hecho del hacer. En otras palabras, la dominación capitalista implica la separación entre el estado y el proceso de explotación, entre lo político y lo económico, una separación que constituye lo político y lo económico como tales. La existencia misma de lo político (el estado) es una parte necesaria de la separación de lo hecho del hacer. El estado, por lo tanto, no es el sitio del poder. El estado, más bien, es un momento en el proceso de separar lo hecho del hacer que es la transformación del poder-hacer en poder-sobre; un momento, en otras palabras, de la fetichización de las relaciones sociales. El hecho de que el estado parece ser el sitio del poder refleja simplemente el hecho de que la sociología y la ciencia política toman la separación de lo hecho del hacer como su punto de partida, como algo tan obvio que no requiere ser percibido. En eso no cambia nada la expansión del estado que es, por supuesto, una característica del neoliberalismo tanto como de las formas anteriores del capitalismo.

¿Por qué todo esto en lo que quiere ser una respuesta rápida y sencilla al artículo de Atilio Boron?

El punto fundamental es que nuestra lucha es y tiene que ser asimétrica con respecto a la lucha del capital. El capital es capital no en virtud de lo que hace sino en virtud de cómo lo hace, en virtud de la forma de relaciones sociales que es. Las formas capitalistas de organización no son nunca neutrales: siempre participan en el proceso de separar, que es el capital. El capital invita constantemente a los que se oponen a él a meterse en su terreno de organización. Araña inteligente.

Si se oponen a nosotros, organicen un partido para ganar el control del estado por la elección. Si no pueden hacer esto, organicen un ejército para vencernos y ganar el control del estado por esa vía. Si eso es demasiado extremo para ustedes, pueden organizar una ONG y ayudarnos en el proceso de formación de políticas.

La existencia de la política capitalista es una invitación para hacer nuestra lucha simétrica a la lucha del capital. Esto es realista, nos dicen: el poder capitalista se organiza de esta forma y para vencerlo tenemos que adoptar sus métodos. Pero una vez que aceptamos la invitación, hemos perdido la lucha antes de empezar. Las formas capitalistas no son neutrales. Son formas fetichizadas y fetichizantes: formas que niegan nuestro hacer, formas que tratan a las relaciones sociales como cosas, formas que imponen estructuras jerárquicas, formas que hacen imposible expresar nuestro simple rechazo, nuestro NO al capitalismo.

Si participamos en lo político sin cuestionar lo político como forma de actividad social, entonces, no importa qué tan progresivas sean nuestras políticas, estamos participando activamente en el proceso de separación que es el capital contra el cual supuestamente estamos luchando. Decir por tanto, como lo hace Atilio en la primera de sus objeciones a mi argumento, que el estado es "la forma predominante de organización de [los] opresores" no es un argumento a favor de luchar a través del estado, como él supone, sino, al contrario, un argumento para desarrollar otras formas de lucha. El capital nos invita todo el tiempo a colocarnos sobre su terreno de lucha: si aceptamos, ya perdimos antes de empezar. Atilio habla de "un rasgo esencial del estado capitalista: su papel como organizador de la dominación de los capitalistas y, simultáneamente, como desorganizador de las clases subordinadas". Tiene razón y no hace ninguna diferencia quién "controla" el estado: mientras exista el estado, el capital lo va a controlar, simplemente porque el estado es una forma burguesa de relaciones sociales.

Las otras objeciones que avanza Boron se caen también. Decir, como lo hice yo, que los estados no son los centros de poder que parecen ser, no es caer en la teoría neoliberal, sino simplemente tomar a Marx como punto de referencia en lugar de Lenin y Gramsci. Según Marx, es el capital, esto es, la separación de lo hecho del hacer, que es el centro del poder. La multiplicidad de estados que existen se pueden entender sólo en relación con este proceso básico de separación (acumulación del capital).

También, el capital es, y siempre ha sido, una relación aterritorial y por lo tanto global: esto se desprende del hecho de que la relación de explotación está mediada por el dinero. Pensar en el capital como capital nacional es, y siempre ha sido, absurdo: es pensar en el capital como una cosa y no una relación social (ver Holloway, 1995). Luego, decir que Lenin hizo una distinción clara entre "los comienzos de revolución" y "el desarrollo del proceso revolucionario" refuerza el problema en lugar de resolverlo. Mi argumento es precisamente que no es posible hacer esta distinción. No podemos decir que es necesario primero adoptar métodos capitalistas (luchar por el poder) para luego ir en el sentido contrario (disolver el poder). La historia nos grita que esto no funciona: el termidor estalinista ya está presente en la distinción leninista entre comienzos y desarrollo.

Nuestra lucha es y tiene que ser asimétrica con respecto a la lucha del capital (lo he dicho ya, pero vale la pena repetirlo). Esto significa de hecho pensar en nuestra lucha como antipolítica, simplemente porque la existencia misma de lo político es un momento constitutivo de la relación del capital. La antipolítica es necesariamente experimental, ya que el movimiento del capital es un movimiento constante para imponer simetría, para institucionalizar e integrar las formas anticapitalistas de lucha. Siendo experimental, la antipolítica es propensa a equivocarse, y precisamente por eso la crítica es de una importancia fundamental (y comparto algunas de las dudas de Atilio). Sin embargo, esta crítica también se tiene que entender como parte del experimento, parte de la búsqueda de nuevas formas de luchar que no sean el espejo en ningún sentido de las del capital. Criticar a los zapatistas por "su desinterés, tanto teórico como práctico, por las imprescindibles mediaciones políticas que requiere un movimiento interesado en construir un mundo nuevo, no sólo el socialismo", es repetir sin querer lo que los gobiernos mexicanos han dicho constantemente desde el 1° de enero de 1994. No hay "mediaciones políticas imprescindibles", o, más bien, las únicas "mediaciones políticas imprescindibles" que existen son la aceptación de la simetría, la aceptación de la dominación capitalista.

Sin embargo, a pesar de todo esto, parece que el argumento de Boron tiene al realismo de su lado. Sitúa su argumento "en el terreno más prosaico de la política y no en el de las abstracciones filosóficas", y en este terreno, dice, es absurdo pensar que la lucha por el poder es un método capitalista. Sin embargo, hablando prosaicamente, ¿qué es lo que ha logrado la lucha por el poder en los últimos cien años? La opresión miserable de la Unión Soviética, la corrupción de los gobiernos socialdemócratas, los millones de cadáveres de los movimientos de liberación nacional. ¿Qué más? La amargura y la desilusión en todo el mundo. Por eso, en todas partes y con los zapatistas como inspiración, la gente está buscando ahora formas de lucha que evitan a propósito las "imprescindibles mediaciones políticas", formas de lucha que son orientadas no a la toma del poder sino a la disolución del poder.

Es un error grave pensar, como lo parece hacer Boron, que en el levantamiento zapatista, "detrás de un discurso bellamente poético" hay otra "revolución oculta" (y prosaica) que continúa simplemente la vieja tradición revolucionaria. Es un error grave, no porque no existan distinciones y contradicciones dentro del movimiento zapatista, sino porque implica cerrar a propósito los ojos a la idea de que pudiera haber algo radicalmente nuevo en el movimiento zapatista, algo que no quepa en los esquemas cansados y fracasados de pensamiento de la izquierda.

La gran belleza del movimiento zapatista es que han mostrado que en los días más oscuros de derrota surgen luchas nuevas, y que las luchas nuevas significan formas nuevas de pensar y formas nuevas de hacer las cosas que son experimentales, creativas, asimétricas.


Referencias bibliográficas

Boron, Atilio, "La selva y la polis. Interrogantes en torno a la teoría política del zapatismo", Chiapas, n. 12, Instituto de Investigaciones Económicas-UNAM-Era, México, 2001.

Holloway, John, "El capital se mueve", en Ana Esther Ceceña (coord.), La internacionalización del capital y sus fronteras tecnológicas, El Caballito, México, 1995, pp. 15-29.
---, "Cambiar el mundo: once tesis", en S. Tischler y G. Carnero (coords.), Conflicto, violencia y teoría social, Universidad Iberoamericana-BUAP, Puebla, 2001.

Marx, Carlos, Obras escogidas. Historia crítica de la plusvalía (III), t. 5, Quinto Sol, México, s/f.


Notas:

[*]

Este artículo es una versión ligeramente modificada de un artículo que apareció en Observatorio Social de América Latina (OSAL), Buenos Aires, hace unos meses. Muchas de las ideas contenidas en el artículo están desarrolladas en un libro con el título Cambiar el mundo sin tomar el poder (versión en inglés en prensa, Pluto Press, Londres; versión en español aún por definirse).



Revista Chiapas
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Chiapas 12
2001 (México: ERA-IIEc)


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