Chiapas
11


Ana Esther Ceceña
El Nuevo Pensamiento y la transformación de la lucha en Argentina
Entrevista con Víctor De Gennaro

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Presentación

Álvaro García Linera,
Multitud y comunidad. La insurgencia social en Bolivia

Boaventura de Sousa Santos,
El fin de los descubrimientos imperiales

Alejandro Anaya Muñoz,
El derecho de los pueblos indígenas a la autonomía política: fundamentos teóricos

Carlos Antonio Aguirre Rojas,
Chiapas y la conquista inconclusa. Entrevista con Bolívar Echeverría

Ana Esther Ceceña,
El Nuevo Pensamiento y la transformación de la lucha en Argentina Entrevista con Victor De Gennaro


PARA EL ARCHIVO

Gudrun Lenkersdorf,
Caciques o concejos: dos concepciones de gobierno

Discursos y documentos de la Marcha por la Dignidad Indígena:

* CCRI-CG del EZLN, Discursos:

* CCRI-CG del EZLN,
Marcha de la Dignidad Indígena (extractos)

* 3er Congreso Nacional Indígena, marzo 2-4,
Declaración. Por el reconocimiento constitucional de nuestros derechos colectivos

* Mujeres indígenas de la Sierra Norte de Puebla,
Mensaje de bienvenida a la delegación zapatista el 27 de febrero en la ciudad de Puebla

* Comunidad de la Universidad Nacional Autónoma de México,
Mensaje de bienvenida a la delegación zapatista, Ciudad Universitaria, 21 de marzo

Comparación entre la Iniciativa de ley elaborada por la Cocopa y presentada por el Ejecutivo y las reformas aprobadas por el Congreso de la Unión

Foro Social Mundial,
Pronunciamiento de los movimientos sociales. Llamado de Porto Alegre para las próximas movilizaciones


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Argentina, país con una tradición obrera y de organización sindical muy fuerte, enfrenta desde hace algunos años, como toda Latinoamérica, un proceso de precarización creciente de las condiciones de trabajo y contratación que ha contribuido a romper los viejos estilos de agrupamiento de clase. Después de resistir una de las dictaduras más salvajes de América Latina, con 30 mil desaparecidos que dejaron vacíos muy grandes entre los luchadores sociales, y con la deslegitimación de la central obrera peronista acusada de colaborar con ese régimen de terror, surge, en los últimos años, la iniciativa de construir una organización que haga posible el reconocimiento de la nueva realidad del trabajo y, simultáneamente, la construcción de una instancia de lucha y representación auténtica de la politicidad de sus agremiados.

La Central de Trabajadores Argentinos (CTA), heredera de muchos segmentos del sindicalismo tradicional, ha abierto sus puertas a la incorporación de trabajadores a domicilio, informales, precarizados, de tiempo parcial e, incluso, a los desempleados y a los sin techo. El desempleo, dicen, es una forma más de sujeción y control del trabajo.

Víctor De Gennaro, originario del barrio La Luz del Gran Buenos Aires, fue líder del gremio minero donde se enfrentó a la dirigencia por su colaboracionismo con la dictadura. A partir de entonces participa en la construcción de una organización independiente desde la que se organiza la resistencia obrera frente al régimen militar y la defensa de los derechos humanos. Luchador incansable, sabedor de la importancia de no trazar fronteras entre la militancia y la dirigencia, es actualmente secretario general de la CTA y desde ahí encabeza la batalla por la dignidad del trabajador y por la representación directa que elimine los riesgos de suplantación.

De Gennaro, con quien hemos podido conversar en ocasión del III Encuentro por un Nuevo Pensamiento, cuenta las experiencias de uno de los más importantes periodos de lucha política en Argentina.

Víctor, ¿qué es la CTA, adónde va y qué es lo que la hace diferente? ¿Por qué la crean? ¿Qué están esperando ustedes de ella?

Víctor De Gennaro: Bueno, la CTA primero fue un congreso de trabajadores, el CTA, el Congreso de los Trabajadores Argentinos, producto de una crisis muy grande que se vive al principio de la década del noventa. En nuestro país hay una tradición muy importante de Central Única de Trabajadores. Alguna vez los trabajadores como fuerza social organizada olfateamos el poder en Argentina, fuimos capaces de ir ganando espacios de participación democrática, de distribución del ingreso, de salud para todos, educación para todos y esa cultura de organización de la clase trabajadora, donde era realmente el eje-motor el movimiento popular, motivó quizá la expresión más lúcida de la contrarrevolución, la de Martínez de Hoz, ministro de Economía, quien en 1976 planteara que para terminar con la rabia había que matar al perro. La rabia era el deseo de protagonismo de los trabajadores y el pueblo en el proyecto de nación y Martínez de Hoz quebró a la mayoría de la clase trabajadora, primero que nada con el genocidio; genocidio planificado donde hubo 30 mil compañeros desaparecidos, la mayoría trabajadores o dirigentes sindicales, más de 100 mil presos y detenidos, más de 500 mil exiliados, pero además más de medio millón de delegados activistas despedidos de las fábricas, de las organizaciones de trabajadores. Martínez de Hoz apuntó a instalar el terror y a fracturar a la clase trabajadora mientras que avanzaba con el endeudamiento externo y el proceso de desindustrialización. A diferencia de otros países aquí la deuda sirvió para desindustrializar, para abrir indiscriminadamente la economía, para quebrar las economías regionales y para desestructurar a la clase trabajadora.

Cuando recuperamos la democracia (después del golpe militar), creyendo que el problema había sido la represión intentamos avanzar en la democratización del país. Ahí nos dimos cuenta por primera vez de que el peronismo, que era el movimiento más representativo del campo popular, era la cabeza del proyecto neoliberal en la Argentina. En ese momento se produce un quiebre muy grande, quiebre de la identidad como trabajadores, quiebre del peronismo y en general desestructuración. Ahí nos dimos cuenta que la contrarrevolución no era solamente la represión, era la desestructuración social, y vimos que de la clase trabajadora 72% era precario, había dos millones de desocupados, había una nueva crisis producida por la falta de trabajo estable y empezamos a entender que una central de trabajadores que pretendiera reunificar a la clase trabajadora en un país dependiente como el nuestro, no era solamente una central de sindicatos, sino que debería abrirse al conjunto de los trabajadores. Eran los momentos de mayor auge del pensamiento único, cuando se pregonaba el fin del trabajo –y realmente estaba en cuestionamiento hasta eso, si íbamos a seguir existiendo como trabajadores. Nosotros apostamos a que no, a que no nos iban a hacer desaparecer, a que la riqueza la sigue generando el trabajo y a idear formas nuevas de organización pero desde la misma esencia, desde la recuperación de la identidad.

Reconstituir esto nos abrió una nueva mentalidad y descubrimos que el nuevo lugar donde los trabajadores nos nucleamos, donde estamos todos los días, es el barrio. Esto se sintetizó en la frase "la nueva fábrica es el barrio". La fábrica o lugar de trabajo donde uno se formaba, donde aprendía la historia, donde se construía y recuperaba la identidad y la memoria como trabajador hoy no existe más. Evidentemente hay que ir a organizarnos en el barrio y para esto se creó la afiliación directa para todo trabajador que viva de su trabajo, que quiera vivir de su trabajo o que haya vivido de su trabajo. Se trata de un compañero de clase que tiene que volver a reconstituirse. Fue un tiempo muy difícil y aunque la resistencia al modelo de privatizaciones y de exclusión iba teniendo algunas victorias defensivas, lo más importante es que empezamos a ver que nos devolvía a nuestros compañeros: ex metalúrgicos, ex textiles, ex, ex, ex trabajadores, empezaban a acercarse y a organizarse en calidad de trabajadores precarios.

Tuvimos experiencias maravillosas como la Federación de Tierra, Vivienda y Hábitat que nos acercaba pobladores, trabajadores rurales, sectores que tienen que ver con la tierra, o los aborígenes, o las trabajadoras sexuales, organizaciones que jamás hubieran estado como trabajadores en una central. Para construir un movimiento político nacional lo primero que había que reconstituir era el orgullo de pertenencia a una clase, a la clase trabajadora, que en nuestro país fue la clase organizada más importante, la que más cuestionó el poder de los grandes grupos económicos.

Desde esa perspectiva la sociedad se constituyó en una central de nuevo tipo, abriéndose a experiencias no pocas veces contradictorias, difíciles, pero sí como un polo de poder no sólo de la clase trabajadora sino del campo popular, y por eso llegamos a tener gran incidencia en los movimientos por derechos humanos, contra el genocidio, por las experiencias de tomas de tierra, por experiencias mancomunadas de trabajadores. Con eso estamos ahora en una etapa distinta que ya podemos decir que se instaló. El último congreso de 8 400 delegados en Mar del Plata mostró toda la potencialidad de una central que ya existe, aunque no sin problemas, y que nos abre la posibilidad de empezar a discutir otra etapa diferente, que es la construcción de lo nuevo.

En lo que me estás diciendo está implícita una modificación del concepto de clase y por lo tanto de los modos y contenidos de la política. Es decir, hay un desplazamiento desde el concepto tradicional de la clase constituida por los obreros de fábrica, hacia un universo compuesto por los más diversos sectores. Tú estás pensando en el barrio, que ya es algo muy variado, pero estás hablando también de campesinos e indígenas, lo mismo que de sectores medios y empleados públicos, como parte de esa clase que se reconstituye en la lucha de la CTA. ¿Cómo se resuelve esto dentro del trabajo de la Central? ¿Cómo se hace compatible una reivindicación propiamente campesina, con una reivindicación obrera o de trabajadores precarios? ¿Cuáles son los mecanismos a través de los cuales se incorporan estas diferencias dentro de un mismo proyecto de clase?

VDeG: Bueno, hay que decir que por supuesto es contradictorio pero no solamente en los sectores precarios, en las propias estructuras sindicales corporativas tradicionales. La lucha sectorial es una lucha defensiva, más fácil, que rápidamente logra unificarse en torno a un programa de reivindicaciones. Pero en estas nuevas condiciones es distinto. Por ejemplo, en un hospital, donde todos son trabajadores de la salud, la propensión, si uno los alienta, es la de marcar las diferencias: los médicos son una cosa, las enfermeras son otra, los radiólogos otra y los trabajadores de mantenimiento también. Pero en realidad esta etapa del capitalismo, de globalización, de concentración, demuestra que no hay ninguna reivindicación posible para los trabajadores de la salud si no hay una política de salud. Es indispensable unificar a todos los trabajadores tras una gran bandera que es discutir la salud como política. Y discutir todo el sector salud, todo el proyecto de enfermedad que nos venden, no la privatización, sino un proyecto de salud, implicaba dos cosas: unificar a los sectores dentro de un hospital, pero también unificar a los sectores que iban a recibir la salud. Si la comunidad no disputa un tipo de salud diferente y acepta esto que le venden, muy difícilmente podemos alcanzar las reivindicaciones más naturales. En síntesis, no habrá carrera sanitaria para las enfermeras si no hay posibilidad de que un pueblo pelee por tener salud y ejerza su derecho a la salud.

Hay muchas cosas risueñas. Para mí hacer un Congreso de Trabajadores era elegir un cuerpo directivo, pedir la palabra, era una cosa muy ordenada. Claro, cuando se hizo el primer congreso de la Federación de Tierra, el primer acto fue la elección de una mesa donde cada uno traía lo que producía y lo colocaba justo encima para presumir su trabajo, su creación. Y generaron un movimiento que es espectacular y no tiene nada que ver con el congreso tradicional de la estructura sindical.

Entonces, contradicciones las hay; pero también hay enriquecimiento. Y esto nos permitió, en los cortes de ruta que hemos vivido en los últimos tiempos, que el pliego de reivindicaciones ya no sea nada más de un sector.[1] Allí discutieron la salud de la población, la construcción de hospitales, el reconocimiento a los trabajadores de la salud, la construcción de escuelas, la titularización de los docentes, los Planes Trabajar[2] para los desocupados, la construcción de viviendas para los sectores populares y todo esto controlado por un comité de todos los sectores de trabajadores. Esto fue firmado hace muy poco tiempo en La Matanza, un sector del Gran Buenos Aires. Por primera vez apareció ahí la demostración de que el conjunto de un territorio podía, desde los trabajadores organizados, discutir todo, discutir la distribución de la renta de la zona. Creo que fue un paso adelante, fue una demostración de que se puede.

Quizá la síntesis más importante fue la del congreso del año pasado, donde salió la propuesta del Seguro de Empleo y Formación de 380 pesos para cada trabajador desocupado, jefe de familia, y 60 pesos de salario universal por hijo para todos los trabajadores, para los desocupados, los precarios y los permanentes, con lo cual se logra que no haya ningún hogar bajo la línea de pobreza. Esto, que parece una cosa muy sencilla, en realidad apunta al corazón del instrumento que usa el enemigo para fracturar a la clase trabajadora; hoy en realidad la desocupación en un país como el nuestro, donde sobra riqueza, donde sobra trabajo, es imposible de aceptar, no es racional, pero ¿por qué se hace? Porque así el desocupado se margina, el permanente que tiene trabajo no pelea mucho porque tiene temor a perderlo, se convirtió en rehén, y la mayoría acepta trabajos precarios. O sea que con la desocupación logran tener maniatada y fracturada al conjunto de la clase trabajadora. Discutir este nudo es recuperar capacidad de poder para volver a plantear cosas mayores. ¿Cómo se puede creer que se puede ser ciudadano en la democracia ganando 100 o 150 dólares por mes? No hay ciudadanía, no hay democracia...

Aprendimos que nos derrotaron porque convencieron al pueblo de que era bueno privatizar. El enemigo no nos ganó sólo la batalla represiva, nos ganó la batalla cultural, nos impuso, y hasta algunos lo creyeron, el sálvese quien pueda.

Hoy estamos de vuelta, hoy la mayoría de nuestro pueblo sabe que esto es un desastre y por eso está empezando a pelear y a encontrar formas organizativas nuevas, que nos ponen en una situación diferente; la CTA se consolidará como central nueva pero tendrá que aportar a la construcción de un movimiento político y social de mayor envergadura con otros sectores sociales, que sea capaz de volver a instalar la disputa por un poder realmente popular.

Cuando hablas de poder popular a mí me gustaría saber un poco más, ¿a qué te estás refiriendo? Porque es una de las grandes discusiones, incluso lo ha sido en este III Encuentro por un Nuevo Pensamiento que ustedes organizan. Percibo que la concepción sobre el poder popular es distinta en las diferentes corrientes que componen la CTA. ¿Qué es lo que los unifica en torno al problema de la representación política? ¿Los movimientos sociales, como los que conforman la CTA, tienen que unirse a los movimientos políticos que luchan por el poder, cristalizados en los partidos? ¿Cómo se entiende la diferencia entre la tradicional lucha por el poder y el poder popular del que ustedes hablan?

VDeG: Bueno, primero asoma como algo contradictorio, hasta en la propia formulación: movimientos sociales y política, como si política fuera otra cosa, que es la organización de nuestra propia fuerza para defendernos y transformar la realidad. Nosotros hemos peleado contra la dictadura por la democratización de los espacios institucionales. Pero parece que se ha logrado imponer que política es solamente la elección de candidatos. Esto es un retroceso porque en realidad para nosotros, en nuestra historia, las organizaciones sociales hacíamos política, hacemos política y reivindicamos nuestro propósito de hacerla, entendiendo política en su más amplio propósito que es el de construir poder, para realizar lo que realmente creemos que hay que realizar; en última instancia, para ser felices. Esto es, para resolver los problemas de nuestra gente; creo que ése es el objetivo principal de la política. Desde esa perspectiva yo creo que hay que revalorizar la construcción cotidiana de nuestra fuerza propia que es la construcción de poder, la capacidad de poder. En la década del setenta se decía "hay que tomar el poder". Era como que el poder estaba en algún lado y entonces uno -o algún grupito bien organizado, o de audaces, o cuando el enemigo se descuidaba o se olvidaba- era capaz de tomar el poder y decretar la felicidad. Bueno, nos demostraron que no: primero que no se lo olvidan, que lo cuidan mucho y que lo disputan en todas partes; y dos, que no es suficiente con un grupo de audaces o de inteligentes, sino que es imprescindible protagonizar con el conjunto de la comunidad. El poder no está en ningún lado sino que está dentro de nosotros y, en una batalla permanente y cotidiana, el enemigo también nos penetra, también nosotros estamos todos los días en la pulseada de la salivación individual, o de la apuesta por una construcción colectiva. Está en nosotros y en nuestros compañeros. Reconstruir poder significa ser capaz de empezar a crear la posibilidad de hacer las cosas que creemos que tenemos que hacer y, en ese sentido, cuando hablamos de poder popular es fundamentalmente aprender a valorizar que no nos salvamos en forma individual sino con la participación y el protagonismo de todos. Construir poder popular es transformar esta sociedad individual, egoísta, que nos saca lo peor de nosotros, en una sociedad que nos potencie y extraiga de nosotros lo mejor; en última instancia, yo digo, tener la capacidad de volver a ser felices.

Dentro de esta idea del poder popular ¿cómo se inscriben las iniciativas de la CTA de la Gran Marcha y de la Consulta? ¿Qué significan? ¿Qué esperan lograr con estas iniciativas? ¿Conquistar una reivindicación, una meta o qué es lo que piensan hacer en el proceso de estas movilizaciones?

VDeG: Mira, yo creo que estamos en un momento de inflexión, y no sólo en la Argentina, sino en el mundo. Se acabó el pensamiento único para convencer, no se acabó el poder para instrumentarlo. No, ellos tienen un poder impresionante y lo ejecutan todos los días; lo que hoy tienen es una crisis por no lograr consenso para que sea utilizado ese poder. Que no es poca cosa porque hace diez años había mucha gente, muchos compatriotas míos, que creían que privatizando la energía, el petróleo, la luz, el gas íbamos a ir al primer mundo, íbamos a desarrollarnos. Esta batalla la perdieron, y no fue gratis, no es que la perdieron porque sí, la perdieron porque hubo resistencias de la comunidad, porque en cada uno de nuestros países fuimos capaces de gritar de manera diferente. Desde aquel 1° de enero en Chiapas, o de la pelea contra la privatización de la telefónica en Puerto Rico, de lo que significó el esfuerzo del pueblo colombiano, el MST en Brasil, la Marcha Federal en Argentina, las construcciones colectivas de Latinoamérica y del mundo, en Asia, en África...

No por casualidad tuvieron que reinventarse a sí mismos y hacer aparecer la tercera vía, como una forma de volver a consensuar un capitalismo diferente. Se enfrentaron rápidamente a la contradicción de tener que bombardear Kosovo y allí se les cayó la careta a ésos que defendían a la humanidad y no tenían problema en apretar los botones para matar a la gente. Entonces creo que ellos están heridos de muerte. Tienen poder, pero no pueden lograr consenso.

El campo popular resistió, fue una década hermosa de resistencia. ¿Quién iba a imaginar, al principio de esta década, que Cuba iba a sobrevivir? Eran días, horas, las que tenían para terminar su existencia. O que Mandela, que estaba en la cárcel, después de tantos años iba a ser el adalid que terminara con el apartheid en Sudáfrica. Fue realmente una década de resistencias populares espectaculares, a través de las que empezamos a reconocernos, a rencontrarnos, a vernos. Y el orgullo de la resistencia empieza a parir un nuevo tiempo que marca una crisis: tenemos consensos, podemos hablar, podemos decir que la historia no terminó, pero no tenemos poder. Aunque esa incapacidad de tener poder para consolidar proyectos nuevos no desconoce el poder para resistir: nadie que resiste puede dejar de imaginar o soñar lo nuevo; al contrario, gracias a eso hoy estamos en una nueva etapa. Entonces, primero, no hay que abandonar la resistencia. Y segundo, hay que abrir perspectivas para construir nuevas cosas.

Todos los delegados veníamos de luchas sectoriales que nos enorgullecen y que nos llevaron esfuerzo. Elegimos una prioridad, algo que nos unificara a todos por encima de lo sectorial y el problema principal es "trabajo para todos", el problema principal es enfrentar la desocupación que nos fractura, y elegimos así un tema de toda la Central, donde sin desconocer las iniciativas sectoriales nos proyectara a una sola cosa, y la marcha grande fue eso: salir a caminar por la calle para explicar esta propuesta que tiene la CTA no sólo de organizarnos para decir lo que no queremos, sino empezar a decir lo que queremos. Y empezamos a caminar, teníamos ideas, teníamos sensibilidad, pero faltaba algo más; yo creo que para convocar a los millones que necesitamos, además de tener buenas ideas, además de tener sensibilidad, hay que poner el cuerpo y por eso caminamos, porque quisimos poner el cuerpo, y lo pusimos en el lugar donde está nuestra fuerza que es la calle. En la calle, en la marcha, con todos, nos vamos transformando a nosotros mismos, kilómetro tras kilómetro; decirles a los que están en las casas, en el rincón donde se sientan frente al televisor, con rejas que cada vez más impiden que entre la realidad, que no es ése el camino, que el camino es salir y volver a la calle, que es necesario poner el cuerpo para transformar esta realidad. Esa marcha grande fue capaz de conmover porque nosotros estábamos conmovidos, fue capaz de recuperar "mística" porque nosotros estábamos recuperando mística y, a partir de esto, busca instalar una exigencia de democratización mediante una consulta popular. Y si el gobierno y los legisladores no hacen la consulta popular la vamos a hacer nosotros. No delegamos más la capacidad de demostrar nuestro propio poder y por eso surgió la necesidad de que la Consulta por el Seguro de Empleo y Formación no sea más de la CTA, que sea una iniciativa más global, con todos los sectores sociales, de derechos humanos, religiosos, empresariales, culturales que se animen a discutir esta propuesta. Que en este Encuentro por un Nuevo Pensamiento hayamos podido consolidar la convocatoria de este movimiento de consulta nos parece un salto cualitativo. Yo ya estoy imaginando: votando en las iglesias, en los sindicatos, haciendo campaña, yendo a los barrios, demostrando que no los necesitamos a ellos (al gobierno). Hay una práctica en el campo popular, no sé si en México se da, pero acá sucede en muchos sectores: que los militantes populares solemos siempre pedirles a los otros que hagan las cosas que nosotros deberíamos hacer; yo digo hay que perder más tiempo haciendo nosotros las cosas que podemos, antes que pedirles a otros que las hagan por nosotros: no delegar. Y en ese sentido es muy importante la conciencia del propio poder, porque es lo que permite imaginar cosas diferentes; una cosa es pensar que se puede transformar esta realidad siendo nada más que uno y otra cosa siendo millones, ésa es la gran diferencia. La consulta popular va a ser el espacio en donde se van a interrelacionar las organizaciones sociales, va a ser el espacio donde se van a unificar recursos, va a ser el espacio en donde vamos a potenciar nuestras creatividades con un para qué concreto, que es el que vamos a buscar en la gente; para mí el recurso más valioso que tenemos y que hay que unificar es el recurso humano. En ese sentido el movimiento proconsulta va a permitir la integración de dirigentes de distintas organizaciones tras un para qué común, que convoque al pueblo. El pueblo verá después si participa en su conjunto y no sólo para alentarnos, sino para ser protagonista, para reclamar ese protagonismo y para lograr en serio que se pueda quebrar la desocupación como instrumento de dependencia.

¿Qué respuesta hubo de la población en la marcha grande?

VDeG: Hubo en los quince días más de medio millón de firmas, personas que salían a firmar, que salían a buscar, que salían a saludarnos, a expresarnos, coreando, compartiendo la caminata; algunos caminaban un kilómetro, otros caminaban una cuadra, otros caminaban durante todo el día, de pueblo en pueblo nos acompañaban. Donde había más organización nos acompañaban todos los sectores sociales entre un pueblo y otro; donde había menos, nos salían a demostrar su afecto. Fue una demostración de que de lo que tenemos que ser capaces es de hacer conciencia sobre la posibilidad de transformar esta realidad, y eso es lo que mostró la marcha: la preocupación por una propuesta alternativa concreta para solucionar el gran drama de los trabajadores del pueblo, que es el trabajo.

¿Por qué el tema del encuentro, movimientos sociales y representación política? ¿Cuál es la disyuntiva que hay en esos términos?

VDeG: Bueno, la Argentina tiene una tradición de mucha organización social y ha mostrado siempre, de alguna manera, en su historia, cómo esa organización social no sólo ha servido fundamentalmente para resistir, sino que además ha ido pariendo distintos movimientos. Hay una tradición de estar en la calle, insurreccional, de participación y protagonismo de la gente en general; y son movimientos de resistencia que, bueno, alumbran no sólo a la Argentina, han sido reconocidos en todo el mundo como las madres de Plaza de Mayo, las abuelas de Plaza de Mayo, movimientos que son capaces de hacer cosas maravillosas en esa resistencia, movimientos como el 17 de octubre del 45 cuando la clase trabajadora irrumpió en la escena política, o el Cordobazo. Las grandes luchas sociales muestran una potencialidad muy grande pero también una debilidad, que ha sido la delegación de la representatividad política de esos movimientos. Y eso tiene que ver con un aliento de los sectores del poder para que tomáramos atajos equivocados, pero también con la debilidad del propio campo popular, de los propios movimientos sociales...

¿Delegación en los partidos?

VDeG: En los partidos, en las personas o en las estructuras. Forma parte de un aprendizaje que siempre ha terminado por no llevarnos a buen término. Pero lo más interesante es que la clase trabajadora y el pueblo argentino son capaces, inclusive, de poner en riesgo su propia perspectiva para impedir que sea tergiversado el mandato popular. ¿Qué quiero decir con esto? El peronismo fue un gran movimiento de masas en la república Argentina y fue en diez años, del 45 al 55, que ese movimiento sintió participar en la construcción de la nación, evidentemente con todas las contradicciones del caso. Después vinieron años de proscripciones, años de resistencia, años de lucha impresionantes que terminaron con la recuperación, en la década del setenta, de una nueva etapa democrática: la vuelta de Perón y, enseguida, su muerte. Al poco tiempo de la muerte de Perón se quiso instalar desde las propias estructuras del gobierno peronista, con un personaje nefasto que se llamó López Rega, con la Triple A formada por los paramilitares primero y después por los militares directamente, y con la política económica de Martínez de Hoz implantada desde el Ministerio de Economía y el Banco Central, lo que iba a ser después del 76 ese genocidio. Bueno, el pueblo fue capaz de salir a la calle, fuimos capaces de hacer un paraje impresionante y movilizarnos durante mucho tiempo hasta que echamos a López Rega. Permanecimos en la Plaza de Mayo y después de estar casi todo un día en que en la Casa de Gobierno no se pudo parar nadie porque no había conducción, no había referencia, seguíamos en la calle. Era superior nuestra potencialidad a la representación política y esto ocurre hoy también. Aun con la crisis de representación política que tenemos hemos sido capaces de parar este año tres veces el país, ¡tres veces! Y sin una representación política capaz de expresarlo; con una potencialidad de resistencia en los movimientos sociales de una envergadura superior a la capacidad de representación política.

Por eso creo que nuestra responsabilidad es muy grande, porque no es que la mayoría de nuestro pueblo no trate de encontrar caminos, sino que somos aquellos que intentamos representar a los sectores populares los que más estamos en deuda con esa necesidad y potencialidad de nuestra gente. Creo que ésa es la razón por la que hoy estamos discutiendo esto, porque hay la posibilidad de empezar a resolverlo. Cuando una cosa empieza a ser necesaria empieza a ser posible, y yo creo que estamos en el nuevo tiempo en el que empieza a vislumbrarse esa posibilidad.

Cuando tú hablas de que ahora viene lo nuevo, ¿qué es lo nuevo?

VDeG: Bueno, lo nuevo, hablo de esta nueva oportunidad, perdimos, cobramos, nos pegaron, nos cachetearon y algunos creyeron que nos habían derrotado estratégicamente, algunos se animaron a decir que el mundo tenía un solo destino y que las ideologías se habían acabado; bueno creo que no, creo que el mundo, la humanidad está demostrando que no está dispuesta a aceptar el suicidio colectivo como perspectiva y que estamos peleando en la forma que podemos para encontrar esos caminos. Esa perspectiva es la que empieza a vislumbrarse como lo nuevo: hay que volver a entender este mundo. Ojalá hubiera un nuevo El capital para entender y ojalá alguna vez escribamos un nuevo Manifiesto. Yo creo que lo estamos empezando a escribir y será cuestión de un año, dos, cinco, diez, quince, veinte, no sé, pero en algún momento ese Manifiesto se podrá escribir para alumbrar este nuevo tiempo.

¿Cómo ves a los otros movimientos de América Latina?, es decir, ustedes son un movimiento muy argentino pero al mismo tiempo han buscado vinculación con muchos otros movimientos latinoamericanos, ¿cómo ves en general las perspectivas de una articulación de movimientos, una articulación popular en América Latina? ¿Cómo ves en particular al zapatismo? ¿Qué te dice el zapatismo a ti que estás en una realidad muy distinta a la de ellos?

VDeG: Veo a todos los movimientos latinoamericanos como el mismo camino, me siento parte, somos parte de esa raíz y sin lugar a dudas recorremos caminos similares, experiencias similares, que aunque cambien las formas estamos todos intentando recuperar nuestra fortaleza, nuestro proyecto. No hay ninguna posibilidad de liberarnos como nación, como pueblo, si no se libera toda Latinoamérica, si no se libera la humanidad, y creo que la caída del muro terminó por demostrar esto, mucho más firmemente todavía. Para mí no hay diferencia entre esta pelea dentro de uno y la pelea de la humanidad, es una misma pelea, y por eso me parece que en esa perspectiva nuestro más natural ámbito de construcción, donde rápidamente nos sentimos identificados, nos comprendemos, participamos, es con nuestros pueblos hermanos latinoamericanos que son los que más conocemos, con los que tenemos un idioma común, con los que tenemos historias comunes. Nadie puede amar lo que no conoce, eso creo que es entendible y hay que conocer; hay que integrarse para poder querer, poder proyectar y sentir algo común, y en esa perspectiva creo que estamos en un momento donde los propios movimientos de resistencia particulares empezamos a necesitar un espacio de puente hacia el universo, hacia lo mundial desde nuestra propia región. He allí el primer paso, empezamos a juntarnos para un proyecto superior y en ese sentido, bueno, el zapatismo me enamoró de entrada, me enamoró mucho más cuando elabora esa síntesis maravillosa de no queremos el poder, queremos cambiar la sociedad, eso es lo más grande, la pelea no está solamente afuera de nosotros, también está dentro. Es una pelea por la felicidad y uno puede ser feliz de diferentes maneras. Bueno, yo en realidad no entiendo cómo pueden ser felices aquellos que le aplastan la cabeza al de al lado, que viven en desconfianza, que viven en el egoísmo, no entiendo, pero creo que la felicidad de uno se complementa con la felicidad de todos. Por eso la lucha de los zapatistas me pareció maravillosa, fue una espina clavada en el corazón del límite de Estados Unidos y desde un pueblo que ha demostrado que no está vencido.

La primera vez que fui a México, hará ocho años, la primera impresión que tuve fue la de una sociedad con una violencia contenida muy grande. Ni bien vos dejabas aparecer algo, salía. Y me pareció maravilloso eso de estar bailando todo el día en el Zócalo delante de la iglesia construida sobre los templos de otra cultura. Y ahí bailando todo el día, años, años, años... Es en el único lugar de Latinoamérica donde yo sentí que no estaban derrotados históricamente los pueblos originarios, que no había derrota, había orgullo reprimido, y estaban allí.

El zapatismo mostró una potencialidad integradora muy superior, me pareció que eso nos alumbraba a todos los pueblos latinoamericanos. Así que de entrada viene el subcomandante... ¡Subcomandante! ¡Maravilloso! El ser subcomandante es clave en esta construcción.

Ustedes están ahora convocando a los pueblos latinoamericanos para abril a manifestar juntos en contra del establecimiento del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en Buenos Aires. ¿Es una convocatoria de la CTA? ¿Cómo la están pensando?

VDeG: Vamos a encontrarnos con los compañeros de la CUT de Brasil, del Frente de Uruguay, de la CNT y la CUT de Paraguay, estamos tratando de integrar a la Central de Chile y a las otras centrales de Argentina para convocar a manifestarnos en abril, que es la reunión de los ministros de economía que se hace en Argentina, preludiando el acuerdo de los presidentes por el ALCA, que se va a firmar en Canadá. Nosotros creemos que es una oportunidad para manifestar nuestra oposición y trataremos de ser miles y miles los que expresemos nuestro repudio al ALCA, al tiempo que nos reunimos para recuperar nuestras raíces, nuestra esencia. Ya Simón Bolívar, que planteaba con toda claridad esto, dijo que si los pueblos latinoamericanos no nos unimos, ese gigante que crece en el norte nos terminará por devorar a todos, y el ALCA, el TLC, esto que se está organizando significa terminar con nuestra potencialidad como pueblos.

Latinoamérica no solamente merece sino que tiene todas las potencialidades; tiene riqueza, tiene organización, tiene pueblos suficientes como para resistir y construir otra realidad.

¿Qué piensas que puede ser el Foro Social Mundial en este contexto?

VDeG: El primer punto de encuentro, donde no sólo vamos a hacer un reconocimiento de las resistencias sino a abrir nuevos espacios de debate. Allí vamos a confluir un montón de experiencias para valorar que se necesita un espacio nuevo en el ámbito internacional. Yo no le pongo más expectativas. Realmente este primer encuentro es el paso de reconocimiento de nuestra propia fuerza. Las políticas no se hacen en abstracto; es más, no se pueden imaginar en abstracto. Uno tiene que ser muy realista en las relaciones de fuerza cuando determina políticas pero puede tener en la imaginación hacia donde va una fe en el sentido histórico en la capacidad de nuestros pueblos, en la capacidad de la resistencia, pero las políticas exigen conocimiento concreto para saber valorar hasta dónde se pueden desarrollar. El Foro Social Mundial, el contra Davos, es el primer paso. Es contra Davos y, en esa medida, es el primer paso quizás de un Foro, en algún momento, por una humanidad diferente.

¿Qué balance sacas de estos Encuentros por un Nuevo Pensamiento? ¿Hay realmente un nuevo pensamiento?

VDeG: Bueno, lo que hay es una nueva etapa, en donde hay pensamientos que vienen de orígenes lejanos y se recuperan, pero también hay nuevas perspectivas; también aprendemos. Si no aprendiéramos de lo que nos pasó sería muy difícil cambiar. Ese nombre "Nuevo Pensamiento" fue más una provocación. Se discutió mucho porque las raíces son fundamentales, la memoria y nuestra historia, nuestra cultura es fundamental para resistir y para proyectarnos, pero eso del nuevo pensamiento era una provocación porque era una manera de abrir espacios a no tener prejuicios, a tratar de vencer las verdades absolutas que limitan la capacidad de aprender. Fue también una manera de no aceptar esa dicotomía de pensamiento y acción, eso de que la acción, los prácticos, los realistas van por un lado y los pensantes, los utópicos, los técnicos van por el otro. Para nosotros son parte de una misma cosa: no hay pensamiento sin acción y no hay acción sin pensamiento; entonces, creo que en ese sentido fue una apuesta. Y que después del tercer encuentro estemos discutiendo ya, en una perspectiva del pensamiento en acción y en organización, bueno, está hablando a las claras de que nos estamos moviendo.

Eso fue lo más importante. Lo más importante que yo rescato de la CTA es que hubo un crack en un momento, en que en vez de decir lo que no queremos ser terminamos construyendo lo que queríamos ser. Entonces en la CTA dijimos "somos la CTA", pero ése fue el primer grito después de un año de recorrer el país, nos juntamos y dijimos "no digamos más lo que no queremos ser, empecemos a construir lo que queremos ser", y creo que ése es el quiebre que hace que la CTA sea diferente: no les echamos la culpa a los otros de lo que no podemos ser y nos dedicamos a hacer lo que creemos que tenemos que hacer.

O sea, no estamos destruyendo a los otros, estamos construyéndonos.

VDeG: ¡Ojalá! Inclusive, yo realmente creo que en ese camino uno puede llegar a construirnos a todos, inclusive con ellos, porque también los necesitamos, pero sacando lo mejor de cada uno de nosotros y más cuando uno ya ha visto tantos héroes que terminaron siendo el enemigo, o tantos carneros (esquiroles, rompehuelgas) que después terminaron siendo héroes, que uno aprende que también nos forjamos y nos formamos en esa realidad. Si hay una realidad que saca lo mejor de nosotros es posiblemente una realidad que nos ayuda a todos, no solamente a unos, a los iluminados o a algunos especiales, sino a todos, inclusive a los que están equivocados.


Notas:

[1]

En octubre del año 2000 La Matanza, un barrio obrero (ahora en gran medida de desempleados) del Gran Buenos Aires organizó el bloqueo de la carretera más importante del país en términos económicos. Se trató de una lucha "pueblada" como dicen los argentinos, porque involucró a todos los integrantes del barrio, con distintas estrategias de sobrevivencia y distintas modalidades y experiencias de lucha. El episodio de La Matanza constituyó un aprendizaje en las potencialidades del sentido territorial de las nuevas formas de organización de la población, al tiempo que puso en evidencia el carácter antipopular del gobierno, a pocos meses de haber asumido. El gobierno tuvo que firmar un convenio con los insurrectos de La Matanza, aceptando todas sus exigencias.

[2]

El Plan Trabajar es un programa del Ministerio de Trabajo iniciado a mediados de la década del noventa, que ofrece un subsidio de hasta 200 pesos a trabajadores desocupados que no perciban el seguro de desempleo u otro subsidio de carácter nacional. Tiene una duración de tres a seis meses y exige, de parte del beneficiario, una contraparte en términos de trabajo en obras públicas o de carácter comunitario.



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Chiapas 11
2001 (México: ERA-IIEc)


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