Hermanos y hermanas estudiantes y estudiantas de los Colegios de Ciencias y Humanidades, de la Escuela Nacional Preparatoria, de las Facultades y Escuelas Nacionales:
Hermanos y hermanas maestros y maestras, investigadores e investigadoras:
Hermanos y hermanas trabajadores y trabajadoras manuales y administrativos:
Universitarios todos:
Es un honor para nosotros los zapatistas estar en la máxima casa de estudios del país, la Universidad Nacional Autónoma de México. Porque por mucha publicidad que paguen las universidades privadas, ninguna de ellas puede ocupar el lugar que la UNAM tiene y que le han sabido ganar quienes la trabajan, la estudian y la viven.
Les agradecemos a todas y a todos el haber abierto este espacio.
Sabemos que no son pocas las dificultades que han tenido que superar para que nuestra visita sea una realidad. Sabemos que todas y todos pusieron su mejor esfuerzo y supieron posponer las diferencias que son naturales y, además, deseables en una universidad.
Porque la universidad es eso, un universo de pensamientos que aprenden a convivir, que no a sucumbir, unos con otros.
Sabemos también que hay heridas profundas en uno y otro lado. No hemos venido a ahondar las unas o las otras. Tampoco a erigirnos en juez que dicta sentencia según el voluble jurado de los medios que un día absuelven y el otro condenan.
Ojalá y quienes no escatimaron críticas y calificativos despectivos a la UNAM por el movimiento de huelga pasado, hoy reconozcan que se están sentando ya las bases para un gran proyecto, tolerante e incluyente, de defensa de la universidad pública y gratuita.
Allá arriba desean una universidad atrapada en el falso dilema del inmovilismo o la acción irreflexiva. Cualquiera de estas dos opciones beneficia a quienes han puesto en la mira privatizadora la educación superior, la energía eléctrica, el petróleo, el patrimonio cultural, los pueblos indios, la nación entera.
Quienes piensan que la UNAM terminará por desgastarse en pugnas internas, pronto verán su error.
Aquí, frente a nosotros, están algunos de los mejores hombres y mujeres de México, estudiantes, maestros y trabajadores, jóvenes en su mayoría, y sus acciones habrán de despertar la admiración y el respeto, no sólo de quienes ya los queremos y admiramos. También de otros que, como nosotros, luchamos por la dignidad.
Universidad Nacional Autónoma de México: los zapatistas te saludan.
Universitarios y universitarias:
No vendré yo a decirles lo que cuesta llevar ese nombre sobre el pecho.
Ustedes lo saben bien porque lo llevan con dignidad.
Ese escudo no es sólo la pertenencia a una casa de estudios superiores. Es también una marca que provocará orgullo o vergüenza en quien la porta, dependiendo del lugar que en el mañana se ocupe.
Nosotros, quienes somos el color de la tierra, pensamos que la mejor forma de asomarse al mañana es mirando hacia abajo.
Nuestros más antiguos nos enseñaron que la verdad suele buscar su nido pegado al suelo, y que la mentira busca las alturas para así saberse impune y poderosa.
En la tierra que se crece hacia arriba, arriba está el poder del dinero y abajo está quien sobre su espalda sostiene las torres y, sin embargo, debe conformarse con recoger las sobras y basuras que de lo alto vienen.
Abajo está el que somos color de la tierra, el indígena, el obrero, el campesino, el empleado, el maestro, el estudiante, el ama de casa, el colono, el intelectual, el artista, el religioso, el homosexual, la lesbiana, el desempleado, el joven, el hombre, la mujer, el anciano, el niño.
Abajo está el niño, sí. Sabiéndolo mirar podremos asomarnos al mañana y entonces podremos optar, escoger, elegir nuestro lugar.
Muchas veces hemos oído que todos, sobre todo los jóvenes, deben mirar al futuro para hacerse responsables, maduros, adultos.
Miremos pues.
Ahí está: no hay más que números.
Nos marcan con un número. En la adolescencia somos el número de cuenta en la escuela, en la juventud sumamos, a los 18 años, el número de la credencial de elector y el número del registro federal de causantes.
A partir de ahí, la madurez se alcanza sumando más números: el número de la tarjeta de crédito, el número de la cuenta bancaria, el número de la credencial de manejo, el número de la tarjeta de circulación, el número del teléfono, el número del domicilio, el número de la tarjeta de jubilado y pensionado, el número del INSEN, el número de preso dentro o fuera de la cárcel, el número del predial, de la cuenta de luz, del gas, del agua.
Luego seremos número en la encuesta, en la votación, en el índice de pobreza, en el índice de analfabetismo, en el porcentaje de accidentes, de enfermedades curables, de preferencias comerciales, de radioescuchas, de televidentes, de satisfechos consumidores del detergente marca "la migaja" que todo limpia menos la conciencia.
Sí, si nos asomamos al futuro que allá arriba nos prometen, no somos lo que somos.
Un número somos. No una historia.
Allá arriba nos dicen que lo más importante es el individuo. Que hay que preocuparse de uno mismo, no de los demás. Que el cinismo y el egoísmo son virtudes. Que la bondad y la solidaridad son defectos a corregir. Que todo lo que sea pensamiento en común, en colectivo, es indicio de totalitarismo. Que no hay más libertad que la individual y personal.
Allá arriba nos dicen que sólo importa uno en particular, el uno que es cada uno, es decir, el uno que es... Un número.
Y, sin embargo, en ese futuro no somos uno, no llegamos a ser individuos con una historia propia, con virtudes y defectos, con anhelos y frustraciones, con victorias y derrotas, con sueños y pesadillas.
No, sólo somos un número.
Valemos como personas no porque luchemos. No porque nos hayamos construido una historia personal donde la dignidad sea la columna vertebral y única herencia valorada. No porque deseemos ser mejores y tratemos de serlo todos y cada uno de los minutos de todas las horas, de todos los días, de todas las semanas, de todos los meses, de todos los años.
Valemos como personas si acumulamos más números que el resto.
Seremos reconocidos si escalamos sobre los demás, no junto con los demás.
Por cada hombre o mujer exitosos hay millones sobre cuyo fracaso se construyó el éxito de uno solo.
Y los argumentos para el éxito son, otra vez, los números: tantos millones acumulados, tantos millones robados, tantas propiedades sumadas, tantas propiedades usurpadas.
¿Qué no hay colectivo exitosos? Sí hay, pero como no acumulan números pues no cuentan.
Porque allá arriba se cuentan números, no vidas ni historias.
Ése es el futuro que nos prometen allá arriba y nos dicen que somos libres para escoger, no nuestro futuro, sino el número que tendremos en ese futuro al que hemos sido condenados.
Pero no veamos tanto arriba y regalemos una mirada a lo que abajo hay.
Hay un niño, decíamos. Un niño, no un chiquillo.
Hay un niño que, por ejemplo, se llama Pedro.
Y, por ejemplo, Pedro es mexicano, hijo de padre y madre mexicanos, nieto de mexicanos, hermano de mexicanos, primo, ahijado y sobrino de mexicanos.
Y, por ejemplo, Pedro es indígena además de ser niño.
Y, por ejemplo, Pedro es pobre, además de ser mexicano, niño e indígena.
Y, por ejemplo, Pedro nació en la montaña y en la montaña aprendió a jugar, a hablar, a crecer.
Y Pedro tiene una casa pero no nació ni creció ni jugó en su casa porque en su casa hay unos soldados que, dicen, están ahí para defender la soberanía nacional que, hasta que no se determine otra cosa, es la soberanía de México.
Y los soldados defienden la soberanía de México frente a la amenaza de un niño mexicano, indígena y pobre. El gobierno de México usa a los soldados mexicanos para defenderse de los niños indígenas mexicanos. Y es que, dicen allá arriba, resulta que Pedro es un niño mexicano, indígena y pobre, sí, pero además es zapatista.
Nadie se lo ha preguntado, pero Pedro dice que él es un niño zapatista, hijo de zapatistas, nieto de zapatistas, hermano de zapatistas, primo, ahijado y sobrino de zapatistas.
Por eso Pedro nació y crece en las montañas y no en su casa, porque en lugar de números, ha sumado lo que a los ojos del poderoso son delitos.
Porque en México ser niño es un delito, ser pobre es otro delito, ser indígena es un delito más y ser zapatista es el colmo del delito.
Por eso hay soldados en la casa de Pedro, porque Pedro, que tiene cuatro años, es un criminal para quienes allá arriba gobiernan.
Pero allá arriba dicen que ya hay cambio democrático, que el 2 de julio y la madre del muerto, así que han decidido ser generosos y han dado su sentencia: Pedro puede volver a su casa si se humilla, si sigue siendo niño y pobre e indígena pero deja de ser zapatista.
Porque si deja de ser zapatista entonces aprenderá a ser un número que acumula números.
Disculpen si los aburro.
Ustedes son universitarios y universitarias y yo estoy aquí, haciéndoles perder su tiempo con la historia de un niño que, por cierto, se llama Pedro en honor a un insurgente zapatista caído en combate el 1° de enero de 1994, cuando el color que somos de la tierra sacudió al mundo.
Yo estoy hablando de un niño indígena, en lugar de hablarles de la revolución mundial, la insurrección, la táctica y la estrategia, la coyuntura, las condiciones objetivas y subjetivas, el parteaguas, el-pueblo-unido-jamás-será-vencido, el si-zapata-viviera-con-nosotros-estuviera.
Yo estoy hablando de un niño indígena, en lugar de hablarles del ponte trucha, del agandalla pa'que no te agandallen, del uca, uca el que lo encuentra se lo emboruca, del presta pa´la orquesta, del cumple la ley carnal, pero la ley de Herodes y como quiera te chingas y te jodes, del rencor estéril, del cinismo hecho carrera con doctorado incluido, del changarro, del vocho, de la tele, del pueblo-unido-invariablemente-será-vencido, del si-zapata-viviera-con-nosotros-se-aburriera.
Pero ustedes son universitarios y universitarias, y los universitarios y las universitarias son pacientes, generosos, inteligentes, así que sabrán entender que sólo estoy tratando de decirles lo que es un zapatista.
Porque nosotros somos zapatistas.
Bien, pues eso somos los zapatistas, los rebeldes que nos negamos a ser números, los que preferimos ser dignos, los que no nos vendemos, los que no nos rendimos, los que, cuando queremos ver al futuro, no miramos hacia arriba buscando un signo monetario; los que, cuando queremos asomarnos al mañana, miramos hacia abajo, y buscamos y vemos ahí a un niño y en él buscamos y encontramos, no lo que fuimos, sino el espejo de lo que seremos.
Por eso, aunque parece que los zapatistas tenemos la mirada baja, en realidad la llevamos bien en alto, mucho más alto que quienes allá arriba creen estar muy alto.
Y llevamos la vista en alto porque, cuando hablamos del mañana, estamos mirando un niño.
Esto es algo que no pueden entender ni los congresistas ni el foxi-equipo, pero estoy seguro que ustedes, que son universitarios y universitarias, sí lo pueden entender.
Porque, a diferencia de los que están allá arriba, ustedes sí son inteligentes, que si no, pues estarían dirigiendo algún organismo empresarial.
Ustedes sí lo pueden entender porque al mirarnos, están mirando hacia abajo y han sabido que no somos un número que busca acumular números, sino apenas un espejo.
Hermanos y hermanas de la UNAM:
Queremos pedirles algo.
A los estudiantes y estudiantas queremos pedirles que estudien y luchen. Que sin dejar de luchar terminen sus estudios. Que se vayan de la universidad. Que no se queden en ella. Que la universidad, con todo y ser universal, es limitada. Que allá afuera hay también otro universo y son necesarios y necesarias ahí para que luchen ahí. Que allá afuera estamos nosotros y muchos otros como nosotros. Que con nosotros tienen un lugar y no un número. Que no hagan de la juventud que tienen el pretexto para intentar hegemonizar y homogeneizar al otro alumno, al otro profesor, al otro trabajador, al otro diferente.
A los profesores y profesoras, a los investigadores e investigadoras:
Les queremos pedir que enseñen a aprender. Que vean y enseñen a ver todo, incluyéndonos a nosotros, con espíritu crítico y científico. Que enseñen y se enseñen a ver al otro, porque verlo es respetarlo, y respetar al otro es respetarse a uno mismo. Que no permitan que su trabajo de docencia e investigación sea tasado según la lógica mercantil, donde importa el volumen de cuartillas y no los conocimientos que se producen, donde sólo vale la firma al pie del desplegado en apoyo al señor rector, donde el criterio para que un proyecto tenga presupuesto es el número de horas invertido en audiencias y cortejos a funcionarios grises y analfabetas. Que no hagan del saber un poder que pretenda hegemonizar y homogeneizar al otro profesor, al otro investigador, al otro alumno, al otro trabajador.
A los trabajadores y trabajadoras:
Queremos pedirles que recuerden que ustedes escribieron antes páginas gloriosas en la lucha por mejores condiciones laborales. Que no olviden que fueron ejemplo de solidaridad con las causas justas en México y en el mundo. Que, ustedes lo saben mejor que nosotros, hagan memoria y vean que el libro de su historia no ha llegado a la página final todavía.
A todos los universitarios y universitarias:
Que nunca dejen de mirar hacia abajo, que no dejen de buscar un niño, que no dejen de buscar ni de encontrar un mañana que, como tal, será colectivo o no será.
Hermanos y hermanas universitarios:
No son pocos los dolores que nos unen. Muchas son las esperanzas que unos en otros reconocemos. Nuestro deseo como zapatistas es que, al mirarlos a ustedes y al ustedes mirarnos a nosotros, siempre encontremos dignidad, que con esa palabra nuestros más antiguos llamaban al mañana.
Universitarios y universitarias:
Aquí estamos, ustedes y nosotros. Y ustedes y nosotros somos la dignidad rebelde.
¡Democracia!
¡Libertad!
¡Justicia!
Desde el "Aguascalientes Espejo de Agua",
Ciudad Universitaria, UNAM.
Comité Clandestino Revolucionario Indígena-
Comandancia General del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
México, marzo del 2001
Revista Chiapas
http://www.ezln.org/revistachiapas
http://membres.lycos.fr/revistachiapas/
http://www33.brinkster.com/revistachiapas
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Chiapas 11 2001 (México: ERA-IIEc)
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